Nikita

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"Los justos"
K-Industria, 2008

Su acento delata sus orígenes franceses. Y su lírica denota la influencia que ha ejercido la pachanga del incombustible Manu Chao. Pero no todo queda en estas fáciles similitudes. El que es el tercer disco de este artista de Nimes – tras Los de abajo (2004) y Rumbos perdidos (2002) – emana buenas vibraciones y un concepto musical global que se salta a la torera alambradas, visas y puestos fronterizos. Siempre bajo el aura latina el cantautor, galardonado en 2003 con el premio al Mejor disco autoeditado en el Sur de Francia por la FNAC, versa sobre las calamidades y las alegrías de los "sin nadie", todos los que pugnan con la pobreza en cualquier latitud del globo. Desde el inmigrante desesperado que se planta con un cayuco en Europa (Ilegal) a los vendedores ambulantes que se ganan el pan en cualquier playa africana, asiática o sudamericana (La familia Guancuan). Los ritmos de los tambores de Salvador de Bahía se alían con el reggae en Los de abajo. Y es que el género jamaicano es uno de los principales beneficiarios del álbum (Pequeña Patchamama, La última cena, Pedir su mano). Pero el pentagrama también apunta a Nigeria, con el cálido afrobeat que aflora en Ke kema, así como al otro lado del charco, en Brasil, con Samba de L´Horta. No podría ser menos ya que Los justos está grabado en connivencia con la factoría de Carlinhos Brown, en los estudios Ilha dos Sapos del feudo de Candeal. La mano amiga de Fernando Trueba se evidencia en la batucada de Mi mamá no quiere más, un grito de denuncia de un transexual ante la incomprensión materna. Aquí el batir del cuero llama a sumarse al jolgorio propio de un desfile de carnaval. Como guinda del pastel cierra el álbum un documental de diez minutos titulado Nikita em Bahía. Lindo e gostoso, sim. // Miguel Angel Sánchez Gárate