MiNiMaL 2018
Ciclo MiNiMaL 2018
Palafolls, 6 al 27 de mayo de 2018
Dar la bienvenida a un nuevo festival siempre es un placer. Si además el festival tiene unas características especiales, como es el caso, el placer aumenta. No digamos ya si las propuestas artísticas del mismo son todas ellas excelentes.
MiNiMaL, es un nuevo ciclo que ha nacido este año en Palafolls. Se presentaba todos los domingos del mes de mayo, a las seis de la tarde, y estaba dedicado a las músicas del mundo, con una visión más que amplia de las mismas. Un festival con una serie de peculiaridades que lo hacen especial. La primera es que los artistas vienen, todos ellos, en formato absolutamente acústico. La segunda es que cada uno de los cuatro conciertos de los que se compone el festival, se realiza en un lugar distinto, buscando espacios singulares que se adapten a las características de cada actuación. La tercera, que viene dada por las dos anteriores, es el aforo reducido previsto para una cincuentena de plazas. Por último, al ser un ciclo que se ha de entender como tal, las localidades se vendían en forma de abono para los cuatro conciertos, aunque a un precio casi testimonial ―20€, los cuatro―, dejando solo un número muy reducido de entradas a la venta antes de la actuación.
Comenzó MiNiMaL, el dia 6, con una aportación muy significativa de la música que hacen los artistas catalanes, siempre indagando tanto en su entorno, como fuera de él, con la presencia de la cantante Lidia Pujol, acompañada por Pau Figueras a la guitarra. 13 maneres de cantar las 40, era el título del concierto, que se componía de una serie de temas dedicados al amor, en todas sus facetas y con un regusto reivindicativo, con un protagonismo especial de las canciones de la desaparecida Cecilia, de la que nos ofrecieron diferentes temas. Un final apoteósico: la interpretación de Mi querida España, eso sí, con la letra que no pasó en su momento la censura y que ahora podíamos oír tal como se hizo entonces; seguida del Petit país de Lluis Llach para cerraba la actuación. Luego, en los bises, pudimos oír, a petición del público, la magnífica versión, que hace Lidia Pujol del tema de Georges Brassens, La mala reputación, en el que se demuestra la postura política absolutamente incorrecta de aquél. Un concierto que ella dedicaba, no solamente a Cecilia, sino al amor, en su amplia variedad, amores de todo tipo, como iría explicando a lo largo de su actuación. Y así temas sefardíes, se mezclaban con textos de Teresa de Jesús; con Me quedaré soltera, Si no fuera porque… o Nada de nada, de Cecila, junto a El Testament d’Amelia, Alfonsina y el mar, o Polurum Regina, una canción recogida en el Llibre Vermell de Montserrat, de la época medieval.
Lidia Pujol podía con todo. Llevaba las canciones a su terreno, las cantaba con esa ductilidad vocal e interpretativa que ella tiene, las vivía, podríamos decir, introduciéndolas con una serie de comentarios llenos de intención, con los que informaba de lo que íbamos a oír, y que formaban, también ellos, parte de su concierto. Mención aparte para Pau Figueras y la forma tan exquisita en la que iba acompañando a la cantante. Al dominio que tiene de la guitarra, se unía la sensibilidad y la atención que a cada instante tenía respecto a lo que Lidia Pujol iba transmitiendo, resaltando en todo momento todos los matices que ella desgranaba en su actuación.
Después de este primer concierto que se celebró en la sala acristalada del edificio Musica i Dansa, del centro del pueblo, MiNiMaL se trasladó, la siguiente semana, a Sant Genís de Palafolls, un pueblo que está a unos dos kilómetros, pero que pertenece al municipio. Aquí necesitábamos hacer un cambio absoluto de chip.
Sendarena era el grupo que nos visitaba en las Antigues Escoles de Sant Genís, el dia 13. Una única nota musical constante, un movimiento, un ciclo, un giro sin principio ni final… Una bailarina y tres músicos, mil y un senderos por donde deambular…; eran las palabras que habían elegido para presentarse los cuatro componentes de Sendarena. Dos instrumentos de cuerdas, concretamente, rabab, bağlama, tambur i daf en las manos de Alexandre Guitart Luengo; y dilruba, daf, bendir, con el añadido de las flautas, con Miriam Encinas Laffitte al frente; y la tabla, que percutía el italiano Ciro Montanari, acompañando, todos ellos, a la bailarina del grupo, Banyari.
Sendarena presentaba su espectáculo basado en las danzas y las músicas tradicionales y gitanas de Persia, del Mediterráneo Oriental, de Afganistán y del Rajastán indio, en una revisión moderna de las culturas nómadas de oriente.
Después de una introducción musical, por el fondo de la sala aparecía Banyari, con el primero de los vestidos tradicionales que iría luciendo durante toda la actuación ―hasta cuatro cambios de vestuario, llegamos a contar―, con unos recipientes en equilibrio sobre su cabeza, empezando su danza con unos giros y unos movimientos constantes llenos de armonía, como lo vendría haciendo durante todo el espectáculo. Unas músicas llenas de riqueza rítmica y sutilezas armónicas son las que la acompañaban. A pesar de ser, muchos de ellos, temas que se pierden en el devenir de los tiempos, gracias a la adaptación que hacían de ellos los músicos, unido a su dominio de los instrumentos, nos iban transportando a otras tierras, a otras culturas, de una forma casi hipnótica.
Un concierto con una parte, también, de información, tanto cultural,como musical, cuando los artistas nos enseñaban el origen de sus instrumentos y cómo se tocaban: o cuando explicaban cuándo y dónde habían surgido las músicas y las danzas que nos interpretaban. Un plus añadido al concierto.
Los sonoridades de los instrumentos de cuerda y su funcionamiento, que nos iban explicando Miriam Encinas Laffitte y Alexandre Guitart Luengo; la tabla hindú, con esos sonidos vocales que son como una partitura de las percusiones, que se consigue a través de ellos, como nos comentó Ciro Montanari; junto a los giros imposibles ―en una ocasión llegamos a perder la cuenta de los que llegó a realizar seguidos―, la elegancia en los movimientos, en coordinación con la música, y la belleza de los vestidos de Bayari, hizo que a pesar de ser una música a la que en general no estamos habituados, las sensaciones que nos llegaron a transmitir, como se evidenciaba en los comentarios al final del concierto, eran de máxima satisfacción.
Un nuevo cambio de ubicación de MiNiMaL, esta vez la Masia de Can Florenci, el 20 de mayo, para escuchar a De La Carmela, un dúo formado por la cantante Queralt Lahoz y el cantante, compositor y guitarrista, Daniel Felices.
De La Carmela se dedica a hacer versiones. Pero no se limitar a imitar a los cantantes originales, si no que hacen verdaderas reinterpretaciones de los temas que cantan, la mayoría de ellos muy conocidos, a los que insuflan, con su personalísima forma de acercarse a ellos, nueva vida.
La voz de Queralt Lahoz es especialísima, muy personal y llena de matices, y la forma de interpretar los temas hacía que estos llegaran a la audiencia de forma
directa y repleta de esa sinceridad que transmitía en todo momento. Si a ello le añadimos el complemento perfecto en el que se convertía en todo instante Daniel Felices, con su guitarra y su voz que, tanto una como la otra, se acoplaban a las mil maravillas a la de la cantante, el resultado era de lo más interesante.
Entre los muchos temas que nos interpretaron había tangos, Las cuarenta; boleros, Adoro o Sabor a mí; rancheras, Cucurrucucú paloma; zambas, Zamba para olvidar; canciones de Zenet, Dientes de rata; o una emocionante, Palabras para Julia que ponía el broche final. A destacar una de las mejores versiones que hemos oído del tema Chan Chan, que popularizara Compay Segundo, con Queralt Lahoz improvisando las letras, y Daniel Felices inspiradísimo, acompañándola.
La fluida comunicación que consiguieron con los espectadores, tanto con sus interpretaciones, como con los comentarios que iban haciendo, llenos de gracia o de emoción, que de todo hubo, dejaba patente la cercanía que lograron en todo momento De La Carmela. Demostraron que también se puede hacer una música extraordinaria retomando temas ya existentes, incluso canciones que hemos oído muchas veces, dándoles una vuelta de tuerca más y haciéndolas suyas, de forma indiscutible.
El lugar escogido para el último concierto de MiNiMaL, el día 27, era la Masía de Can Batlle, en una sala abarrotada, a pesar de que oficialmente solo había 65 espectadores ―finalmente hubo que aumentar, por la demanda, en una quincena la previsión de plazas, y así y todo, ésta no se pudo llegar a satisfacer totalmente―, aunque el espacio, que se llenó totalmente, daba para bastantes más.
No es de extrañar que la afluencia de público fuera tanta, porque venía, ni más ni menos que el dúo que forman Mario Mas y Alexandru Bublitchi, con la sorpresa, que se desveló en el transcurso del concierto, de la incorporación, al cante, de Jordi Fornells, como invitado especial.
Era casi un estreno porque hacía ya 10 años que Mario Mas y Alexandru Bublitchi no habían vuelto a unir sus músicas en un escenario, y nunca lo habían hecho, por supuesto, junto al invitado de ese día.
No sé si hace falta que comentemos las dilatadas carreras musicales, de ambos músicos. A Mario Mas lo hemos podido escuchar acompañando con su guitarra a Paco Ibáñez, Sílvia Pérez Cruz, Raúl Rodríguez o con Coetus; Alexandru Bublitchi acompañaba a Leonard Cohen en sus últimas giras, además de colaborar con diferentes orquestas, como la Orquestra del Gran Teatre del Liceu o la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.
La idea del concierto era fusionar la música del Este de Europa, de donde es originario el violinista moldavo, Alexandru Bublitchi, con una exploración de la música Ibérica. Una combinación que ellos logran con la vista hacia el pasado musical que conlleva esa unión de lenguajes, pero que debido a la forma de reinterpretarlos, nos acercan a la modernidad. Mención aparte hay que hacer de algunos detalles sobre los instrumentistas: Mario Mas llevaba algunas de sus guitarras fetiche, que complementaba armándolas con cuerdas de tripa, una rareza que pocas veces podemos ver en un escenario; mientras que, ambos, habían afinado sus instrumentos en una antigua tesitura que ya no se utiliza normalmente, creando con ello un sonido especial y absolutamente personal.
Fueron alternando temas de Isaac Albéniz, Cipryan Porumbescu o Maria Tänase, con música andalusí, romances rusos, tarantas, siguiriyas, soleares a violín y guitarra, y composiciones originales de ellos dos. Tal como nos iban explicando, se trataba de homenajes a interpretes fundamentales de la música popular de ambas tierras, como el maestro del violín Sergey Lunkevici ,el gran violinista George Boulanger; y a maestros fundamentales del toque flamenco conocido como a lo barbero, por las barberías, que, nos explicaban, era el lugar donde se encontraban los músicos para practicarlo. Un recuerdo a guitarristas como fueron Manolo de Huelva, los Borrull, Luis Molina o Javier Molina, vinculados también de alguna manera a los compositores clásicos.
Llegó el momento de escuchar a Jordi Fornells, después de desvelar la sorpresa del invitado especial, y realmente la sorpresa fue nuestra, porque si tanto Mario Mas como Alexandru Biblitchi adoptaban, y adaptaban, la forma más tradicional de tocar sus instrumentos, Jordi Fornells no hacía menos, y su manera de reinterpretar los cantes se basaba en el estilo de la época de los guitarristas antes citados. Un flamenco que, si bien en un primer instante podía dejarte algo descolocado, por lo novedoso, inmediatamente, cuando te sumergías en él, te llegaba directo al cerebro, pasando por el estómago, el corazón y el resto del cuerpo. Unas interpretaciones de los tres músicos que, tras haber oído las extraordinarias evoluciones de Mario Mas y de Alexandru Biblitchi en solitario, con el añadido de la voz de Jordi Fornells, una voz ronca y potente, pero llena de matices, dejaban al público absolutamente subyugado.
Con la versión personalísima de la Casida de las palomas oscuras, un tema que musicalizó Paco Ibáñez sobre un poema de Federico García Lorca ―un guiño hacia el cantautor―, acababa el último concierto de MiNiMaL, de la mejor manera posible.
La propuesta que nos ofrecía el ciclo MiNiMaL que se inauguraba como tal este 2018 en Palafolls, era, a priori, realmente arriesgada, teniendo en cuenta los factores que, como hemos comentado al principio, hacían de ella una apuesta singular. La afluencia de público, agotando las localidades en cada concierto; el acierto en las distintas ubicaciones de los escenarios; la variedad de los diferentes espectáculos; y, principalmente, la calidad de cada una de las actuaciones, fue la clave del éxito. Además, durante todo el ciclo, se mantuvo una de las premisas sobre las que MiNiMaL había basado su intención inicial: la cercanía de músicos y público, como si de una reunión de amigos se tratara. Al final de cada concierto, con una copa de cava en la mano, los intercambios de opinión entre artistas y espectadores, los comentarios, las felicitaciones; evidenciaban el acierto que, ya desde su primera edición, había tenido la fórmula propuesta por el ciclo MiNiMaL. +Info | Relacionados | Texto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO