Michael Nyman Band | XIII Festival Mil·leni
Michael Nyman Band | XIII Festival Mil·leni
23 de febrero de 2012 Palau de la Música, Barcelona
Una primera mitad dedicada a sus bandas sonoras. Y la otra ocupada íntegramente por la musicalización de un film mudo de Dziga Vertov. Coincidían además la misma ciudad y banda de acompañamiento, y casi todo el repertorio también –con alguna mínima variación–, por lo que uno tenía la engañosa sensación de experimentar un déjà vu con respecto a otro concierto de similares características en el Festival Grec de 2007. Pero no, el marco y la peli eran muy diferentes. Si en aquél se interpretó una banda sonora imaginaria para El hombre con la cámara (1929) del mismo director, en esta ocasión Nyman había desempolvado un rollo de hora y cuarto de A Sixth Part of the World (1926), un largo panfleto propagandístico sobre las excelencias de la antigua URSS para difundir la efigie de Lenin por el mundo. Si en aquella ocasión la música encajaba como anillo al dedo a un montaje vertiginoso, este “nuevo” Vertov era algo más reposado por exigencias de su propuesta política, más que técnica.
Lo que no deja de ser un catálogo antropozootecnológico de las virtudes soviéticas contiene imágenes de una belleza inusual. Más depurado en algunos aspectos que otro maestro del cine como Sergei Eisenstein, Vertov trabaja a fondo los contrastes, las simetrías, los fundidos, la superposición de planos, el desdoblamiento de la pantalla, los encuadres panorámicos, los primerísimos planos, breves animaciones por stop-motion –con objetos, como Jan Svankmajer– y unos travellings cenitales de puro vértigo. Nyman compuso expresamente para su obra una suite sin cortes, cuyo único hilo conductor entre escenas era un leitmotiv histérico y neuróticamente repetitivo, entremezclado con momentos líricos pero con el sello minimalista que es ya marca de la casa: o sea, haciendo del ritmo sincopado, los juegos de fugas y contrafugas, y los cambios repentinos el esquema básico de sus mejores piezas.
Aunque lastrada por un sonido algo distorsionado y mal amplificado –con acoples entre instrumentos y una toma granulosa de los micrófonos–, la orquesta estuvo brillante. Nyman aporreaba su piano sin miramientos, mientras la sección de vientos tronaba como si fuera una banda balcánica –o volcánica, según se mire (y se oiga)–, desgañitándose para hacerse oír entre el cacareo de unas cuerdas gallináceas dirigidas por un omnipresente bajo eléctrico. Sin mediar ni una sola palabra de cortesía, Nyman arrancó la velada repasando todos los hits de su “época Greenaway”: El contrato del dibujante (1982), Zoo (1985), Conspiración de mujeres (1988), El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (1989), etc., hasta cerrar el bloque con una repesca del tema de Miranda para Los libros de Próspero (1991) sin la voz de Sarah Leonard –que aquí suplió la flauta de Andrew Findon– y la pieza que abre Wonderland (1999), de Michael Winterbottom.
Tras una pausa de 15 minutos, volvieron a la carga con otra dosis cinematográfica, esta vez con la proyección simultánea de la película cuya música se estaba interpretando. Lo que en un principio parecía una crítica descarada al materialismo de la Europa Occidental pronto derivaría hacia una oda al progreso y la exhibición de todas las riquezas naturales y humanas de la tierras ocupadas por las fuerzas soviéticas. Obreros, granjeros, pescadores, pastores, hilanderas; cerdos, vacas, caballos, camellos, cabras; comidas, paisajes, bailes… El documental publicitario de Vertov era una respetuosa, exhaustiva y escrupulosamente objetiva clasificación de la productividad y del desarrollo, en oposición a las culturas del ocio que se importaban del “otro lado”. Por desgracia, la falta de subtítulos que tradujese los numerosos carteles en cirílico complicaban un poco el seguimiento narrativo. Aún a pesar de no estar a la altura de El hombre con la cámara, el tempo no decae en ningún momento. No así el nervio de la banda, cuyos músicos ya comenzaron a mostrar signos de fatiga después de una hora sin freno. Muchos asistentes abandonaron la sala antes de los créditos (sí, claro, el esperado “The End” en ruso: конец), cansados de las exigencias que una contemplación cinematográfica inhabitual obliga en la paciencia de todo espectador. Como no podía ser de otra manera, Nyman terminó, en solitario, con el ya acostumbrado bis de El Piano (1993). Pero, contra todo pronóstico, no escogió el tema principal, sino un arreglo vivo y martilleante de Here To There. Y tras los aplausos de rigor, Nyman restó tan mudo como la película que acabábamos de presenciar, y adiós. | + info | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno