Marillion

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Sant Jordi Club

01 de febrero de 2009

Quizás me salga por la tangente queriendo comentar un concierto de características propias muy alejadas de los ritmos del mundo, pero algunas opiniones también consideran al propio rock como un ritmo más de la world music, ya que todo se clasifica desde las diferentes concepciones culturales de las que se parta.

El motivo de este atrevimiento, o provocación, no es otro que dar a conocer las varias peculiaridades con las que cuenta Marillion, un grupo que desde hace muchos años, y a pesar de ir a contracorriente, cuenta con un nutrido grupo de seguidores.

También he de reconocer que la excelente crítica que Jordi Bianciotto escribió al día siguiente en El Periódico me animó a plasmar estas reflexiones, y especialmente por su titular: “Marillion, el retorno del grupo invisible”, una definición plenamente acertada.

Marillion
es una formación que se enmarca en los límites del rock progresivo, pero sus maneras, su propio concepto y evolución lo describen como una creación totalmente diferente a lo que esta etiqueta nos tiene acostumbrados.
Cómo destacaban los carteles promocionales, el grupo lleva unos 30 años tocando, creando discos y realizando actuaciones donde banda y público conectan de forma muy intensa. Al mismo tiempo, también carece del reconocimiento de la crítica y del público mayoritario, entrando de lleno en esa invisibilidad que lo mantiene lejos del mercado, de las promociones y de las emisoras de radio. Para algunos grupos sería un grave problema, pero para Marillion, esa marginalidad le ha servido para reinventarse. Ellos mismos se auto producen y controlan su obra discográfica oficial, junto a una amplia y densa colección de discos y dvds para fans, conciertos únicos y un merchandising a gusto de todos. Ese comercio, digamos digno, se mantiene en la web gracias al apoyo de sus fans, perfectamente organizados en el continente europeo. De esta forma, han sido de los primeros en ofrecer su música desde su propia página de internet, para darse a conocer ¡después de 30 años de trabajo!, y para poder seguir viviendo de su música. Quizás gracias a este cúmulo de pequeñas circunstancias, el grupo se mantiene creativo, vital y con ganas de seguir adelante creando buena música.

No quiero olvidar comentar que incluso en alguna ocasión, la formación ha pedido a sus fans que adelanten el importe de un futuro nuevo trabajo, con ediciones especiales, con el nombre de los compradores, con sus fotos… y lo han conseguido, sin la ayuda de ninguna discográfica. La guinda se la lleva el último Happiness is the road: la portada y toda la concepción audiovisual es de un artista gallego, y por supuesto fan. The web spain, el nombre del club de seguidores español, también hace de promotor musical y ha sido quién se ha encargado de organizar el concierto en la sala pequeña del Sant Jordi.

Marillion
tuvo su momento de gloria alrededor de 1985 con un single titulado Kayleigh, machacado por las radio fórmulas. El entonces primer vocalista, Fish, un encantador grandullón escocés, con tonalidades vocales próximas a las de Peter Gabriel o Phil Collins en Génesis, ejercía de maestro de ceremonias, pero por poco tiempo. En el 89 deja la formación y el cuarteto restante Mark Kelly (teclados), Steve Rothery (guitarra), Pete Trewavas (bajo) e Ian Mosley (batería), acoge al vocalista Steve Hogarth. Desde entonces, el grupo ha ido evolucionando, intentando, con más o menos fortuna, explorar un camino aparte en el campo del rock progresivo, encontrando nuevas sonoridades, generando melodías atmosféricas y mágicas, tecnificando y sofisticando su sonido, y manteniendo la atención con buenas y
complejas composiciones.

El domingo 1 de febrero, el Sant Jordi Club reunió a unos 1000 marillianos, no todos fans, para disfrutar de una peculiar forma de abordar el rock. El grupo ofreció un espectáculo diferente en relación a otras visitas, centrando su actuación en apenas cuatro discos (Brave (1994), Afraight of Sunlight (1995), Marbles (2004) y el más reciente Happiness is the road (2008), y dando más protagonismo a esos dos últimos. Del conceptual Brave, enlazaron varios temas para hacer las delicias de los seguidores más antiguos. El concierto se aposentó en los temas más complejos y progresivos de sus recientes creaciones dejando a un lado temas más fáciles, sencillos o de canto en comunidad. Las largas composiciones como Out of the world, The invisible man, o Neverland, marcaron el final de la noche con el broche que supuso el tema que da nombre al último trabajo. Como decía Bianciotto, Marillion no abusa y aplasta con su rock. El quinteto parece querer componer buscando la ligereza y sus instrumentistas parecen apuntalar el teatral y onírico papel vocal de Hogarth, sin perder de vista un sutil virtuosismo en la creación de atmósferas instrumentales y melódicas.

Tras dos horas de intensas emociones, los marillianos, abandonaron el San Jordi Club y no me extrañaría que fueran varios los que descendiesen volando con suavidad hacia la tierra de nunca jamás. Pero eso es motivo de otra historia. ¡Perdonen por el atrevimiento! // Antonio Álvarez