Márcio Faraco

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Márcio Faraco
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Cajueiro», World Village , 2014

Márcio Faraco es un representante más de los extranjeros que se han ido a vivir a Francia y que desde allí han llegado a triunfar, incluso en su país de origen. Nacido en 1963 en Alegrete, en el sur de Brasil, cerca de las fronteras con Argentina y Uruguay, pasó allí parte de su niñez hasta que la familia se trasladó a Recife, en la costa central del país, donde pasó el resto de su infancia. Se mudaron nuevamente, esta vez a Brasilia, donde viviría su juventud y donde empezaría su carrera en el mundo de la música, en esa ciudad nueva, llena de inquietudes culturales, especialmente musicales. Finalmente se fue a vivir a Rio de Janeiro para intentar entrar en el mundo de las discográficas allí presente, pero al no lograrlo, se marchó a Francia, junto a una amiga que tenía una casa en aquel país. En Francia estuvo viviendo en diferentes lugares hasta que, en 1992, se trasladó definitivamente a París.

Os he comentado todo este periplo viajero que forma parte de su vida, porque las influencias que podemos escuchar en su obra y, especialmente, en este su octavo disco, si contamos la maqueta que enseñaba y enseñaba a todo el mundo y que pese a tener apoyos tan importantes como el del propio Chico Buarque, no le sirvió para abrirse camino. Tuvo que ser a través de un amigo suyo que tenía contactos en Universal, cuando logró editar su primer disco oficial, Ciranda, del que vendió unas 60.000 copias, que le abrió las puertas para poder llegar hasta el presente, y en el que cantaba el tema principal, que le daba nombre, junto a su valedor, Chico Buarque.

Lo primero que sorprende del artista es su poca proyección en los medios, a pesar de su extensa carrera y todos los álbumes grabados. Solo lo imprescindible. No es una persona a la que le guste figurar ni distinguirse más allá del hecho musical que, a éste sí, atiende suficientemente. Conocido como cantante esencialmente de sus propias composiciones, no tiene ningún problema para trabajar para otros intérpretes, como es el caso de Antonio Zambujo, que grabó su canción Guia, título a la vez de uno de sus trabajos, así como Fortuna, de su disco Quinto, no siendo este el único cantante que ha interpretado canciones suyas.

En su último trabajo, Cajueiro, que aquí comentamos, esas influencias que por su vida viajera y, por supuesto también, por sus contactos son diferentes culturas y artistas, de las que hablábamos, las podremos ir viendo en cada uno de los temas.

Cajueiro es el árbol del anacardo, un árbol que, comenta el propio Márcio Faraco, siendo esencialmente brasileño, él ha plantado en París y ha llenado de sentido. Una canción la que lleva ese título, que habla de un Brasil que, dice, no existe más que en su memoria y que, por ello, estuvo a punto de no incluir en el trabajo. Un Brasil tropical y de flora exuberante que ahora ocupan centros comerciales y complejos de viviendas. Un primer tema que nos introduce en un contexto de ritmos brasileños, en este caso emparentado con la samba, que se irán desarrollando durante todo el disco.

Pero no solo tenemos estas influencias de su país de origen, pues su segundo tema, París, nos habla de una ciudad en la que él vive y a la que dedica una profunda declaración de amor, con el miedo latente de que si algún día la deja, ella se olvidará de él. Es su primer texto escrito en francés, que él dice que acompaña a ritmo de manouche-brasileño, mientras se pregunta, a la vez, si realmente existe esa combinación ritmica.

En Neguinha recuerda un viejo amor que ya no existe, pero que le sigue guiando por la vida. Todo ello a ritmo de xote, dentro de esa amplia gama de danzas que el forró incluye. Un estilo que, paradójicamente, a pesar de ser absolutamente brasileño, nace en Europa, a donde, en este caso, lo devuelve el cantante, desde aquellos tiempos de su vida en Recife.

Es junto a Paulo Antônio Berquó que Marcio Faraco ha compuesto Perdão [perdón], también a ritmo suave de samba, en el que pide una segunda oportunidad a su amada, confesando que: “Sei que não sou a pessoa perfeita/ Tampoco mereço sua compostura” [sé que no soy la persona perfecta/pero tampoco merezco su indiferencia], en un intento desesperado de reconciliación.

Quo vadis es un tema que nos recuerda a aquellos compuestos para Antonio Zambujo, con una influencia musical lusófona muy clara, incluso con notas africanas, mientras se cuestiona hacia dónde va el mundo en el que vivimos, cantando al final, en castellano: “¿Por qué caminas, humanidad/ A pasos largos, para atrás?/ Quiero avanzar, pero no puedo/ ¡Y me pregunto adónde vas!”

Catalpa es la segunda canción que canta en francés, con un ritmo de balada al estilo galo que refuerza, en este caso, la voz de Sian Pottok que le dobla durante toda la pieza. Está compuesto por él mismo y Brice Homes, y nos habla de un árbol de esa especie, que crece en los jardines de Luxembourg en París y que por sus características, hojas en forma de corazón, ramas que se retuercen en horizontal, cree que sufre mal de amores.

En Mondo Lelê nos trasladamos con él al sur de Brasil, recuperando su origen gaucho, en esa mezcla melódica que se da en ese lugar fronterizo entre Brasil, Uruguay y Argentina, que tanto nos puede recordar a Jorge Drexler o a Vitor Ramil,. Una canción donde se queja de las injusticias de un mundo donde: “Morre o mundo de fome,/ sobra comida na mesa” [la gente muere de hambre, mientras sobra comida en la mesa], llegando a la conclusión de que: “Melhor ser inconsciente,/ Aos olhos da multidão/ Que olha, não vê e não sente” [mejor estar inconsciente/ ante los ojos de la multitud/ que mira, pero no ve y no siente nada].

Outro tempo es un tema a ritmo de bossa-nova, aunque Márcio Faraco dice no hacer bossa-nova… Pero en su defensa hemos decir que es en esa forma de entenderla que hay desde Europa, especialmente desde Francia, en la que numerosísimos artistas la han hecho suya, especialmente, Henry Salvador, o Georges Moustaqui , Benjamin Violay o incluso Pierre Barouh. Lo ha compuesto junto a Hervé Morisot y habla del consuelo que quiere aportar a aquella que está dejando: “Eu vou partir sem te deixar/ levo guardado no meu peito/ O amor que sempre foi, será/ Existirá num outro tempo” [te dejo sin dejarte/llevo guardado en mi pecho/el amor que siempre fue, será/ y existirá también en otro tiempo]

Fortuna es el tema que en su penúltimo disco incluyera Antonio Zambujo, como decía antes. Una versión muy parecida a la de aquél, que hemos oído cantada por ellos dos juntos en alguna ocasión, y que también nos retrotrae al mundo lusófono, un poco mezcla de todo, con vocación de fado. Empieza diciendo que: “Não tenho nada em meu nome/ Somente o fado que faço” [no tengo nada a mi nombre/ solo el fado que hago] y acaba: “O tempo tudo consome/ Não tenho nada em meu nome” [el tiempo todo lo consume…] en una loa a vivir la vida en el momento y sin ambiciones absurdas.

A ritmo de balada nos canta Um dia estranho, una melancólica canción en la que dice que: “Só o tempo pode arrumar os sentimentos”[sólo el tiempo puede almacenar los sentimientos]

Y acaba el disco con São Sebastião. Nuevamente a ritmo de forró, nos hace una declaración de principios que enlaza con su vida casi nómada de la que hablábamos al principio: “Eu não sou de nenhuma cidade/… Nunca plantei meus pés numa terra/ Nenhum lugar me possui” [no soy de ninguna ciudad/nunca planté mis pies en una tierra/ ningún lugar me hizo suyo]

Además de la citada Sian Pottok, para la confección de este trabajo, Marcio Faraco que interpreta vocalmente los temas y además toca la guitarra, el cavaquinho y la viola caipira, una guitarra con cinco pares de cuerdas, ha contado con la inestimable colaboración de Philippe Baden Powell al piano, el hijo del mítico guitarrista; Lionel Suarez al acordeón y al bandoneón; Laurent Vernerey y Gerson Saeki a los bajos; Nicolas Montazand al vibráfono y a la percusión; y Julio Gonçalves y Zé Luis Nascimento también a la percusión. Todos ellos han creado esa atmosfera por donde se mueven en un espacio de confort perfecto las composiciones del cantante. Curiosamente grabado en Francia, cuando los anteriores lo fueron en Brasil, es éste el disco más europeo juntamente con el anterior, O Tempo, donde evocaba el sonido primitivo de cierta música portuguesa, expresado en el fado, mezclado con sonidos cubanos y africanos, como hemos comentado que pasaba aquí, con los temas Quo vadis y Fortuna. 

Un paso más en la carrera de este fantástico músico brasileño cada vez más europeo; amante de las guitarras (incluso tiene las fotos de cada una de ellas en su web); que vive desde hace unos años entre París y Rio de Janeiro pero que, como él mismo dice, de momento no piensa volver definitivamente a su país; y que continua en esa línea amable de música popular y brasileña, con ese sutil toque del perfume de la ciudad de la luz. + Info | Escucha el programa | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO