Manuel Gerena regresa a Catalunya
Fue el cantaor más prohibido de la historia y, junto a Enrique Morente, El Cabrero y José Menese, es la referencia del cante rebelde y antifascista y de la reivindicación andaluza dentro del cante flamenco. Manuel Gerena, cantaor y poeta, nació en La Puebla de Cazalla (Sevilla) y comenzó su trayectoria artística en 1968, aunque sus primeros discos datan de 1971, editados con la discográfica catalana Belter. Desde el principio decidió que, como decía Gabriel Celaya sobre la poesía, su cante iba a ser un arma cargada de futuro en la lucha por un mundo sin fascismos, más tolerante y justo. Amigo de Paco Ibáñez o Caballero Bonald, incluso poetas como Rafael Alberti y Blas de Otero le han dedicado versos y palabras de admiración.
El próximo viernes 11 de marzo actúa en el Teatre Joventut de L’Hospitalet de Llobregat dentro del marco del Festival BarnaSants. Y está exultante ante esta vuelta a la tierra que lo acogió de 1969 a 1974, cuando se tuvo que trasladar a vivir a Catalunya desterrado de Andalucía por la dictadura. A pesar de todo, el Raimon andaluz, como mucha gente lo llama, pudo enfrentar la censura con coraje y tenacidad conectando con un amplio público, desde el pueblo más llano hasta la intelectualidad más comprometida, dentro y fuera del Estado español. Actualmente, a sus 76 años y recuperándose de un infarto, se queja del maltrato y la desmemoria con que el Estado español trata a los artistas que más han luchado por la democracia y ha llegado a decir, sin avergonzarse: “Yo, Manuel Gerena, tan rojo, tan detenido, después de todo este camino me encuentro con más de tres mil conciertos a mis espaldas y sin un duro, porque lo di todo para la lucha”.
A pesar de que eres un cantaor histórico y se te conoce de sobra, ¿cómo les explicarías a las nuevas generaciones quién es Manuel Gerena?
Soy un revolucionario en el sentido poético y del cante y, por supuesto, de la solicitud permanente de justicia necesaria para la paz. Pienso que mis poemas, incluso los que escribí en los años 70, desgraciadamente siguen vigentes. Y digo desgraciadamente porque son reclamo de justicia, de igualdad y de una libertad que no tenemos. Pienso que la juventud se siente identificada con mis escritos y con mi cante, a pesar de dedicarme a una música tradicional, aunque yo lo haga a mi manera, como se suele decir. Lo veo en el público de mis conciertos y cada vez que canto en una universidad. Aunque empecé a grabar mis primeros discos en los 60 y 70, mi obra permanece intacta, en el sentido de que la sociedad no ha cambiado tanto como para que el cante llamado protesta o reivindicativo deje de tener interés.
¿Te identificas igual como cantaor que como poeta?
Soy un cantautor flamenco, porque escribo mis propias letras de toda la vida. Tengo treinta y seis discos grabados y nueve libros publicados, y creo que todo va unido. Primeramente yo canto porque ya escribía. Comencé a escribir a los trece años, contando las experiencias que vivía en las grandes cuadrillas de niños y mujeres que trabajaban el campo en La Puebla de Cazalla, mi pueblo. Y luego cuando me fui a Sevilla a trabajar como electricista entré a militar en el PC y en CCOO. Mi situación como profesional es la de poeta/cantaor, que yo resumo como cantautor flamenco.
¿Y cómo entraste en contacto con el mundo del flamenco? ¿Tienes algún antecedente familiar?
Antecedentes propiamente dichos, la verdad es que no. Aunque mi madre sí cantaba por colombianas, algo de lo que me enteré siendo ella mayor. Sí es verdad que, cuando yo era niño, el flamenco sonaba mucho en la radio. Y era una música que a mí me gustaba. Y como yo empecé a escribir antes que a cantar, llegó un momento en que sentí la necesidad de cantar mis poemas. Podría haber sido un cantautor más, que no fuera flamenco a pesar de ser andaluz. Pero es que el flamenco era lo que más me gustaba. Además, mis textos, que han sido siempre muy reivindicativos, encajaban mejor en el flamenco que en otro género.
¿Por qué razón?
El flamenco tiene mucha fuerza musical y expresiva, como el blues, el jazz, y los cantos de los pueblos en general, porque cada uno tiene su canto reivindicativo. Y yo veía que el flamenco era más adecuado para mis poemas.
¿Cuáles fueron tus influencias musicales?
Por la radio se oía mucho a Pepe Pinto, a mi paisana La Niña de la Puebla, un tipo de cantaores dulces. Yo, sin embargo, me sentía más influenciado por la obra de mi maestro y amigo Antonio Mairena. Soy discípulo suyo pero siempre me han interesado todos los cantaores antiguos, como Manuel Torres, La Niña de los Peines, Manolo Caracol…, todos ellos se expresaban con un cante jondo muy auténtico. Afortunadamente, llegó un momento, prácticamente desde que empecé a cantar, que me liberé de mis maestros y empecé a ser yo. Siempre he sido muy libre cantando, aunque respetando los cánones en el sentido musical. Mi amigo Manolo Vázquez Montalbán, en una de las entrevistas que publicó en la revista Triunfo, allá por los 70, ya dijo que mi cante era un cante en libertad.
Tienes una relación muy especial con Catalunya, concretamente con Barcelona.
Sí, yo viví entre Santa Coloma de Gramanet y L’Hospitalet de Llobregat de 1969 a 1974. Llegué aquí huyendo de Andalucía, mi tierra, porque me habían prohibido cantar en sus ocho provincias. Y en Catalunya edité con la casa de discos Edigsa, en la que editaban mis compañeros y compañeras de la Nova Cançó, en su lucha también por la libertad. Y fui el primer cantautor de flamenco en actuar en el Palau de la Música, en 1974, presentando mi disco Cantes del pueblo para el pueblo, titulado igual que mi primer libro. Fue un llenazo total, se quedó mucha gente en la calle. Y fue también la primera vez que pisaron el Palau personas que nunca habían estado allí, como los emigrantes que vivían en los barrios periféricos. Muchos amigos y amigas del mundillo intelectual, como el pintor Josep Guinovart, el propio Vázquez Montalbán, Paco Candel o Joan Brossa, no pudieron entrar y los tuve que colocar en un lateral del escenario desde donde vieron el concierto como si estuvieran a punto de salir a actuar.
En Barcelona siempre he estado ligado por igual a la clase intelectual y a la trabajadora. Aunque ciertamente he tenido mucha relación con pintores, escultores, poetas o periodistas, siempre de izquierdas, por supuesto; lo que en aquel momento se llamaba la gauche divine.
¿Por qué razón eres un cantaor comprometido con la política?
Siempre ha sido así. Como te he comentado, me ha tocado ser un revolucionario, no del arte o de las letras; yo lo he sido y lo soy en el sentido social. De hecho, empecé a escribir sin saber escribir, como millones de niños y niñas, porque con diez años ya empecé a trabajar en el campo. Escribía mis poemas como podía, y cuando tenía varios recopilados, algún amigo o amiga me los pasaba a máquina para que se entendieran mejor. Así se forjó mi primer libro, Cantes del pueblo para el pueblo, que posteriormente se editó en la editorial Laie de Barcelona a través de mi amigo Alfonso Carlos Comín, que era el presidente de la editorial, y fue un libro muy vendido, más de cien mil ejemplares. Mis amigos Paco Candel y Vázquez Montalbán fueron los responsables de la selección de los poemas, y uno me escribió un prólogo y el otro un epílogo. El pintor sevillano Paco Cuadrado, también amigo, fue el encargado de realizar las ilustraciones, auténticas obras de arte.
¿Tus poesías son siempre reivindicativas?
Sí, escritas en forma de cuarteta octasílaba, que es la medida que más entra en muchos cantes del flamenco. Es una métrica que permite añadirle un verso más y ya se convierte en un fandango, que aunque no es el cante más profundo, sí es uno de los más amplios. Aunque también depende de quién lo cante, porque yo canto por fandangos y parece que canto por seguiriyas o por martinetes, que son los cantes más duros del flamenco. Y en el fandango entran todos los cantes de Levante, como los cantes de los mineros, el taranto, la taranta o la cartagenera. Todos tienen la misma métrica poética, que es la que yo uso para escribir.
Padeciste mucho la represión artística y la censura.
Muchísimo. Fueron años muy complicados, de estar hasta setenta y dos horas detenido hasta que me llevaran ante un juez. Y miles de conciertos prohibidos, con tan mala leche que lo hacían media hora antes de empezar, con los trastornos que eso conllevaba. Eran tan tontos los gobernantes que lo que conseguían con eso era provocar manifestaciones, que yo siempre encabezaba, con lo que tarde o temprano acababa siempre detenido. Y así en todo el Estado español.
Y, enseguida, empezaron a quitarme el pasaporte, con lo cual tampoco podía salir a actuar en Europa, en las grandes concentraciones de los exiliados, como en el Festival Hummanité de París, donde nos encontramos por primera vez profesionalmente Paco Ibáñez y yo en 1971. El año anterior ya había estado anunciado en el cartel, y no pude ir porque no me dejaron salir de Barcelona.
¿Por qué tuviste que irte de Andalucía?
Primero lo hice por motivos profesionales, al estar prohibido por sus ocho gobernadores. Empecé a actuar por Castilla La Mancha, Madrid, Aragón, Valencia, País Vasco y La Rioja. Hasta que hubo mucho reclamo sobre mi cante en Barcelona, donde me establecí en el año 69 al retornar de una gira por Alemania recién licenciado de la mili, después de pasar un mes en París.
En Barcelona cantaba continuamente por los barrios y también fui el primer flamenco que programaron en las universidades, como es el caso de Bellaterra. De más de una universidad salí más de una vez detenido, aunque en aquel momento las universidades no tenían que pedirle permiso al gobernador, era muy importante que el rector fuera alguien valiente, que incluso se atreviera a dialogar con el gobernador. Pero la verdad es que en Barcelona, los gobernadores tenían otra mentalidad. Siempre me ha parecido que Barcelona ya era Europa antes que el resto de España. Y cuando me prohibieron cantar en Barcelona y Girona se organizaron varios conciertos míos en Perpinyà y en la universidad de Toulousse. Siempre digo que Barcelona fue mi gran trampolín porque desde allí se escribieron grandes artículos y entrevistas que favorecieron mucho mi carrera artística.
¿Con qué compañeros y compañeras compartiste escenario durante esos años que estuviste en Catalunya?
Yo estaba integrado en el mundo de los cantautores de la libertad, como yo les llamo, como eran los compañeros y compañeras de la Nova Cançó: Raimon, Lluís Llach, Quico Pi de la Serra, Maria del Mar Bonet, Marina Rossell, La Trinca… Precisamente en 1981 se celebró un acto muy importante en el Camp Nou. Gobernaba Suárez pero no había plena democracia. A pesar de que hubo una amnistía general yo seguía prohibido en España. Sí me perdonaron muchas multas de doscientas mil pesetas de entonces, pero yo no había pagado ni una. Como le dije a Manuel Fraga, entonces Ministro del Interior, a través de una entrevista: “Yo no te pago ni un duro, aparte de porque no tengo, para que no les sigas comprando pistolitas a tus policías represores”. Él se cogía unos cabreos enormes, porque tenía conmigo un problema personal. Y una de las veces me mandó un emisario a Barcelona, Ricardo de la Sierva, que formaba parte del Ministerio de Información y Turismo, y nos citamos en un hotel para que me informara de que me iban a levantar la prohibición a cambio de que participara en los llamados Festivales de España, que se hacían por todas las grandes ciudades del Estado. Claro, yo le respondí que cómo iba a participar en un festival organizado por el gobierno estando prohibido por ese mismo gobierno… Total, que a la semana siguiente me tenía que ir a Ginebra a una semana de actos culturales antifranquistas. Tenía que ofrecer cuatro conciertos, y como la policía social estaba infiltrada en todos los sitios, cuando regresé a España, en la misma frontera me volvieron a quitar el pasaporte. Y en mi casa de Santa Coloma me esperaba una carta de Ricardo de la Sierva diciéndome que era un indeseable porque le había traicionado, así que me olvidara de que me levantaran la prohibición. Estos eran los que presumían de que iban a traer la democracia a España.
Yo escribo y canto críticamente y tengo que denunciar lo que pasa. La libertad nos la están robando cada día, estamos en una falsa democracia y los intereses siguen siendo los mismos. Actualmente hay más ricos en el mundo y también más pobres.
Jamás me ha interesado ser un cantaor/poeta localista. Incluso escribí un poema, que cantaba por tarantos, que decía: “Mi madre parió en La Puebla, soy un poco de cada pueblo / Y cuando gritar no pueda, yo con mi cante no muero porque la gente se queja”. Mi mensaje es universal, no puede ser local.
¿Notaste un cambio durante la llamada transición política?
Sí, que a los cantantes por la libertad nos fusilaron culturalmente hablando. Ya no estábamos prohibidos pero empezaron a deshacerse de nosotros, porque ya no interesaba nuestro mensaje crítico y de denuncia. Aunque no tuviéramos una prohibición directa seguía habiendo censura hacia nuestra obra y nuestro mensaje. Nos olvidaron, en vez de programarnos, como hubiera hecho un gobierno de izquierdas; y no hay que olvidar a los que han luchado y los que siguen luchando en ese momento. Un cantor reivindicativo tiene que ser fiel a su reivindicación toda la vida, gobierne quien gobierne. Hay un refrán que dice: “Quien se pica ajos come”. Y yo le añado: “Y no será por los ajos si le dan retortijones”.
A pesar de ese veto del que me has hablado profusamente, ¿no has dejado nunca de cantar?
No, nunca. Después de vivir en Barcelona estuve viviendo durante unos quince años en Toledo y desde allí me movía por todo el Estado para mis actuaciones. Aunque establecía mi base en una ciudad se podría decir que yo he vivido siempre en la carretera, como cantaba Miguel Ríos en su canción.
El concierto del próximo 11 de marzo en L’Hospitalet de Llobregat, programado dentro del Festival BarnaSants, es tu vuelta a Catalunya a lo grande, así que es muy especial. ¿Qué vamos a poder ver sobre el escenario del Teatre Joventut?
También es muy especial porque es el primer concierto que ofrezco después de la intervención que me hicieron a causa del infarto que tuve el año pasado. Estaré acompañado por mi guitarrista habitual Juan Ignacio González y presentaré en directo mis últimos trabajos discográficos: Manuel Gerena en vivo. Un rebelde con causa, grabado justo antes de la pandemia, y que incluye un documental sobre mi vida, titulado La voz en lucha, del que se emitirá un extracto realizado especialmente para esta ocasión. Y también cantaré temas de toda mi carrera, que ahora se han editado en forma de disco-libro bajo el título Sobre el amor y el desencanto, una antología de trescientas páginas acompañada de tres discos más el documental. Aunque no es un concierto al uso, es un formato que me gusta y que quiero seguir presentando próximamente.
Fotos: Juan Miguel Morales