Madeleine Peyroux

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24 Guitar Festival BCN

Palau de la Música, Barcelona. 25 de abril de 2013

Cuando Madeleine Peyroux, invitada en Barcelona por el 24 Guitar Festival y presentada en catalán por Jon Herington, su guitarrista, apareció en el escenario del Palau de la Música, no sé si estaría recordando todos los años en los que estuvo cantando en las calles de Paris, con la funda de la guitarra abierta delante de ella. Eso empezó hace casi veinticinco años, pero algo hay en ella de anti diva; de no saber bien bien donde colocarse en el escenario; de levantar alternativamente una y otra pierna cuando se acompañaba con la guitarra, en un gesto como de querer paliar el cansancio de horas de estar de pie tocando su instrumento en la calle; de camaradería con sus músicos; de parlamentos cercanos y jocosos; de regalar inmediatamente a una espectadora de primera fila el grandioso ramo de rosas que le ofrecieron al final… Llenar prácticamente un Palau, no es tarea fácil, y ella lo logró sin dificultad, en una noche de tiempo inclemente. Más de 1500 personas la escuchaban atentamente, la aplaudían, reían sus ocurrencias; pero su actitud era mucho más cercana que la que el espacio le ofrecía y esa lejanía provocó, posiblemente, que el concierto no llegase a entusiasmar a los asistentes.

Otro factor que es posible que contribuyese a esa situación era el repertorio que fue desgranando. Madeleine Peyroux vino a presentar su nuevo disco The Blue Room, como lo demostró el hecho de que de los 18 temas que interpretó, la mitad fueran de su nuevo trabajo, prácticamente todo su contenido. The Blue Room es un encargo que le hizo su omnipresente productor Larry Klein, con la intención de recuperar un disco mítico en los EE.UU., el que grabó Ray Charles (en realidad fueron dos, debido al éxito del primero), que se llamó Modern rounds in country & western music, que en su momento fue toda una revolución, porque un cantante negro se atrevía a interpretar temas del repertorio blanco, y además en un momento, 1962, de gran convulsión racial en su país. Larry Klein oyó el disco con 12 años de edad y mantuvo la idea de recrearlo hasta el momento que pensó que la voz y el estilo de Madeleine Peyroux se adecuaba al proyecto.

La cantante acepto el reto, pero, de alguna forma, desvirtuó el homenaje, al incluir temas de otros autores, incluso de alguno que ni habían nacido en aquel momento; y llevó a su terreno, como siempre hace, (de hecho explica que si un tema no lo siente, tanto musicalmente como en el texto, que ha de ser algo que ella también quiera decir, no lo puede interpretar), los únicos 5 temas escogidos de los más de veinte de los dos discos de Ray Charles.

Y con ese bagaje llegó al Barcelona, empezando su recital con la única canción de Modern rounds in country & western music Two: Take these chains from my heart. Inmediatamente supimos cómo iba a ir todo; una actuación donde iba a continuar con la línea que acababa de marcar; donde su particular y melancólica voz nos iba acompañar y donde los 8 músicos que estaban con ella iban a crear una atmosfera constantemente presente; Jon Herington con su guitarra acompañando sin ninguna intención de protagonismo; Darren Beckett y su batería marcando el ritmo de forma tranquila, casi monótona; Barak Mori y un bajo que reforzaba las melodías sin salirse del guion, y todo ello arropado por un cuarteto de cuerda, dirigido por Sylvia D’Avanzo que acababa de completar el mullido colchón instrumental. Mención aparte merece Jim Beard, al piano, al hammond y a los teclados, que, en algunos momentos, quiso introducir un poco de nervio en el conjunto.

El siguiente tema no correspondía al nuevo disco. Era Don’t wait too long, de su disco Careless Love, compuesto por Jesse Harris, Larry Klein y la propia Madeleine Peyroux, durante la interpretación del cual bromeo sobre Barcelona, para al final del mismo comentar lo feliz que estaba de actuar ante tanta gente.

Le siguió la famosísima Bye bye love, canción de debut de The Everly Brothers, que recuperara Ray Charles. La interpretó en una versión alejada de la original que se movía entre el country y el rockabilly o la de Ray Charles, que utilizó una big band y unos coros femeninos respaldándole. Y es que, como he dicho, Madeleine Peyroux trata las canciones como a ella le gusta hacerlo, independientemente de su origen o de versiones previas. Su voz, que fue comparada con la de Billie Holliday en su día, por su timbre algo infantil, que ella utiliza arrastrando las melodías, manteniendo una carga melancólica incluso en los temas más movidos, se mueve en los terrenos del jazz y del blues con una personalidad absolutamente reconocible. Una forma de cantar que a algunos nos puede gustar mucho, pero que a otros no les acabará de emocionar.

You don’t know me, también del recuperado disco de Ray Charles, fue la siguiente canción y al acabar con esta balada, nos explicó, textualmente: “Existen tres tipos de canción: las de amor, las de blues y las de beber, y la canción que voy a interpretar ahora es de estas últimas” y atacó Guilty, el precioso tema de Randy Newman que también está en The Blue Room.

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Madeleine PeyrouxCon Changing all those changes se rendia un homenaje a Budy Holly, abandonando por segunda vez el cuarteto de cuerda, como lo había hecho en Bye bye love, y esta vez apoyándose en el órgano hammond; para continuar con el tema de Leonard Cohen y Anjani Thomas, Half the Perfect World, que dio título al cuarto álbum de la interprete y que nos trajeron con un suave ritmo de bossa nova de fondo, siendo uno de los más aplaudidos de la noche. Tras él, el tema de Serge Gainsbourg, La Javanaise. El desaparecido cantante y compositor francés es uno de los referentes confesos de Madeleine Peyroux, especialmente en cuanto a música francesa se refiere. La interpretación de esta canción fue uno de los momentos culminantes de su recital, lo que nos hace pensar, como ya hemos dicho, que es posible que el repertorio escogido fuera uno de los inconvenientes para conectar totalmente con el público. Acompañándose con su guitarra y el cuarteto de cuerda, junto al contrabajo, nos trajo una versión memorable de este tema, que proclama que el amor puede durar el tiempo de una canción. Por primera vez vimos a una Madeleine Peyroux más suelta, interpretando la canción con una pasión que hasta este momento no habíamos visto. Fue la primera ovación de la noche.

Otra confesión respecto a su predilección por las canciones de Bob Dylan y You’re gonna make me lonesome, del cantautor, seguida de Bird on the Wire, de Leonard Cohen, con la que volvía a su nuevo trabajo. Decía la cantante que esta era la canción, entre todas las que conoce, que más le gustaría haber escrito, por su humildad, porque la hacía volver a la esencia del ser. Una canción que finalmente había podido incluir en este nuevo disco. Otro de los temas que interpretó de forma más personal y libre, como anteriormente había hecho con La Javanaise.

Tras I can’t stop loving you, también de su nuevo disco, donde nos ofreció uno de los mejores solos de Jim Beard, nuevamente al hammond; la presentación de sus músicos y el tercer Leonard Cohen de la noche; en este caso su famosa Dance to the end of love, que ella grabara en el Careless Love en una versión muy difundida, y que recibió el segundo gran reconocimiento de los espectadores.

Antes de interpretar Desperadoes under the eaves, “sentada en el hotel Hawaiian Hollywood” como dice el texto, explicó que haciendo las fotos para su disco en un bar ,se topó con un viejo que le pidió disculpas por estar bebiendo a las 10 de la mañana y que le contó su vida: Que había vivido los disturbios raciales de Alabama, luchado en Vietnam bajo el mando de un sargento negro que odiaba a los blancos y estaba en California porque no había un lugar más lejos al que ir buscando el ideal americano…

Llegó otro de los momentos más interesantes cuando Madeleine Peyroux y su banda, sin la cuerda, nos acercaron el tema que cantaba Billie Holiday, I hear music, donde todos los músicos hicieron su solo, y la cantante se dejó llevar por el tema, con la interpretación, de todos ellos, más cercanas al jazz de toda la noche. Otra ovación.

Con Born to lose, e Instead, un tema compuesto por ella misma junto a Julian Coryell, y con un conato no continuado de palmas por parte del público, retomadas al final para despedirla, acababa su actuación, con un bona nit, intercalado entre la letra del tema, y llegaban los bises.

Bueno, en realidad fue solo uno de los tres previstos, aunque realmente valió la pena, porque su interpretación del tema J’ai deux amours, que la gran Joséphine Baker interpretaba en su momento y en la que hablaba de su corazón dividido entre su país y París, fue de lo mejor de la noche, con un inspiradísimo, nuevamente, Jim Beard, acercándonos a los ambientes de Nueva Orleans con su piano, y una Madeleine Peyroux que parecía estar disfrutando realmente con la canción que conducía por los caminos reconocibles de la música francesa.

Pese a los aplausos, no volvió a salir y así, en menos de 90 minutos, acabó el concierto. Conocíamos a Madeleine Peyroux y sabíamos lo qué íbamos a ver, y en ese sentido no nos decepcionó. Una cantante que huye de la fama, de la industria, que durante años, incluso después de editar su primer disco, estuvo cantando en la calle, viajando por América haciendo de camarera y que, dice, se puso a cantar en serio cuando vio que actuando esporádicamente en los locales donde trabajaba, ganaba más de esa manera que sirviendo mesas. Todo ello conforma en ella una manera de ver la música y de transmitirla que, continuamos pensando, ni el lugar ni el repertorio era los más adecuados para que la propuesta de la cantante pudiese llegar de la forma correcta al público. De todas formas, asistimos a un magnífico concierto que, especialmente a los que ya la conocíamos, no nos defraudó, porque era eso exactamente lo que esperábamos encontrar. + Info | Escucha el programa | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO