Luis Eduardo Aute
Veranos de la Villa
Madrid, Circo Price,.30 de julio de 2013
Luis Eduardo Aute ofreció un 2×1 bastante atractivo al presentar por partida doble un cortometraje animado titulado El niño que miraba el mar, así como su último disco de título homónimo. Aunque lo que se dice presentación ya la había realizado en noviembre del año pasado, como advirtió en una de sus alocuciones. Montado con dibujos de cosecha propia y con la inestimable ayuda de Miguel Pérez, responsable de la película y las luminosidades, Aute escarbó en los demonios interiores de la niñez. En sus fotogramas pintó la voraz curiosidad de un niño que otea el horizonte marino sentado en un muelle de Manila, una instantánea captada por su padre en 1945 y que le sirvió de hilo inspirador para su más reciente colección de canciones. Y como un viaje iniciático el alter-ego de Aute cabalga a lomos de un basilisco (esa monstruosa criatura mitológica alada que mata con la mirada), que va atravesando distintos paisajes vitales, para enfrentarse inexorablemente cara a cara con la muerte, estadio último del ciclo vital. Si bien la película fraguada en blanco y negro, bosqueja un poso de nostalgia y afán explorador, aparece envuelta con un halo de cripticismo. Y es que todas esas metáforas visuales que plantea el artista renacentista que es Aute encierran un aura hermética, algo que sin duda requiere de una iniciación para poder ser entendido. Los ojos hambrientos de un niño que contempla con sorpresa todo que se le viene encima con inocencia e inusitada sorpresa. Tras el cortometraje Aute centró su repertorio en material de sus dos últimos trabajos sin obviar títulos imprescindibles de su discografía, caso de Mojándolo todo, con ese poso de blues y sensualidad y una letra que rezuma poesía de altos vuelos; o Al alba, que acometió ya en la tanda de bises en formato acapella. El cantautor no dudó en ofrecer una de cal y otra de arena, haciéndose cargo de los tiempos críticos que tocan vivir, sin dejar de lado la ironía y el chiste inteligente, acompañándose en ocasiones de citas. Así abordó en clave mediterránea Atenas en llamas, de su álbum Intemperie, episodio de la incongruencia de la crisis de los mercados, y la crisis de valores. Lo paradójico de una cultura que nos trajo la democracia y ahora se tambalea con los embates de las tormentas financieras. Sacó a colación a Einstein y su cita: «Sólo hay dos cosas que tienden al infinito: el Universo y la estupidez humana», para rematarla con una sentencia de cosecha propia: «y de lo primero no estoy muy seguro». Abordó a continuación La profesión del presunto, un tema dedicado a todos los presuntos que están siendo juzgados en los tribunales con aires de feria y rive gauche, y efectos de acordeón disparados desde los teclados. Aute se volvió a sacar de la manga una cita de Leonard Cohen: «Si supiera de donde vienen las canciones las haría con mayor frecuencia». Algo de lo que no debería jactarse a tenor de lo nutrido de su repertorio, aunque hacía más bien alusión a su canción de Las musas. A continuación enhebró una diatriba de lo más mordaz en relación con el misterio del sexo: «Yo soy creyente y creo en Dios porque creo en el sexo y Dios es el puro sexo. El gran Big-Bang es Dios haciendo el amor a tres bandas con la Santísima Trinidad». A lo que añadió que siempre que se hace el amor se invoca a Dios en todas las lenguas. Entre temas de reciente factura como El basilisco o Feo Mundo Inmundo, una perversión de las siglas del Fondo Monetario Internacional, fueron apareciendo clásicos como Siento que te estoy perdiendo, No te desnudes todavía, Sin tu latido o Giraluna. Nos recordó que «la vida es lo que nos sucede mientras los poderosos hacen planes de inversión en los paraísos fiscales». Y ya en la recta final momentos previos a presentar el tema que da título a su último trabajo, antes de los cuatro generosos bises que ofreció, presentó a los imprescindibles escuderos que le acompañaban: Marcela Ferrari, a los coros y diversas percusiones y efectos sonoros, en detrimento de la habitual Cristina Nerea, a la que le fue imposible estar presente; Cope Guitiérrez, a los exquisitos e imaginativos teclados; y la incisa y sublime guitarra de Tony Carmona, también productor de los discos de Aute. El intimismo y la lírica que desprende la música del artista de Filipinas volvió a traspasar las barreras sensoriales con la fuerza de una flecha que se incrusta en los rincones más remotos de la emoción. Luis Eduardo Aute en estado puro y entrando a matar. Con las botas de bardo bien puestas. + Info I Relacionados I Miguel Ángel Sánchez Gárate