Los Amados
World Village, 2007
www.losamados.com.ar
Los Amados son un grupo de teatro-café argentino –al estilo de Los Modernos, Les Luthiers o, por estos lares, La Cubana– que, desde su fundación en 1989 y haciendo del kitsch su bandera, parodian con soltura los estereotipos latinoamericanos de los años `50-`60. A lo largo de toda su carrera han cosechado éxitos y premios –ACE, Clarín, Estrella de Mar, etc– y ahora dan por fin el salto al otro lado del charco con su primer disco en España. En Rutilantes hacen befa de referentes como los Reyes del Mambo, Carmen Miranda, Tito Puente y demás artistas que sirvieron de reclamo para el jazz cubano de los clubs nocturnos de Nueva York por aquella época, pero la diferencia es que el latin-lover está aquí caracterizado con bigotito fino, zapatos de charol, gomina a kilos y clavel en el ojal. En éste su primer trabajo en cd reúnen una docena de variopintos temas de baile arreglados para la ocasión por Lisandro Fiks, reconvertido ahora en el trombonista Tito Richard Jorquera. Otros personajes interpretados por los propios actores de la compañía son: Alejo el Chino Amado (alter ego del “Emperador de las corbatas” –según el libreto– Alejandro Viola), el seductor salvadoreño Pocholo Santamaría (tras el que se esconde el multiinstrumentista Fernando Costa), Raquelita “la niña del kibbutz” (la teclista Analía Rosenberg) y los mellizos cubanos Black y Mambo Méndez en los coros, entre otros. Los Amados saquean sin pudor el cancionero afrocubano dándole una pátina nueva. Así, por ejemplo, empezar con una oda al amor sadomasoquista con Soy tu esclavo resulta a todas luces una declaración de malas intenciones… Lo mismo pasa con su personal reinvención del clásico Reloj (no marques las horas), la descacharrante letra –por lo idiota– de Yo voy a pie, la lectura escatológica entre líneas de Besitos de coco o las citas que se cuelan del Bolero de Ravel (no hay que ser un genio para pillar el chiste en un disco de chachachá, conga, salsa… y bolero) o una receta de, claro, merengue. Lo mejor es, sin duda, la versión que perpetran del famoso vals de Agustín Lara, Noche de Ronda (pieza que no debe faltar jamás en ningún repertorio tunero), apoyada casi exclusivamente en contrabajo y requinto/guitarra/laúd, más la voz invitada de Bárbara Togander –o Dina Dulri, “la blanca flor colombiana”–. En resumen, una elegante frivolidad que viene a alegrar con inteligente cachondeo las fiestas que se avecinan. // Iván Sánchez Moreno