La Troba Kung-Fú
La Troba Kung-Fú
Lliçà d’Amunt, Ateneu l’Aliança
23 de febrero de 2008
La misma semana que el tren de gran velocidad iniciaba, con un siglo de retraso, sus trayectos entre Barcelona y Madrid, a un pequeño pueblo catalán llegaba una máquina que ya hace tiempo que camina con seguridad y solvencia. Y es que La Troba Kung-Fú hizo del escenario de l’Aliança una de las estaciones de su Loco & Motora Tour, gira que entre finales de enero y principios de marzo llevará al grupo por esas tierras peninsulares de Dios para presentar su repertorio. Sobre el escenario, los mismos seis que nos han convertido en fieles seguidores de su filosofía del kung fú musical: Joan Garriga (acordeón), Muchacho (guitarra), Marià Roch (bajo), Pep Terricabras (batería), Flor (percusiones) y Toti Arimany (mesa de control). En la pista, un montón de gente dispuesta a bailar y cantar todas y cada una de las canciones que sonaron: de Rumbasoltes a Endevinalla, de Mírame a Volant… Y así hasta la fiesta final, con los componentes de Papawa (Ricardo Tarragona Jr, Sam y el gran Peret Reyes) en el escenario para cantar la popular Cançó del lladre. Además de la capacidad de La Troba Kung-Fú para "enredar" a un personal entregado desde el inicio, es de recibo señalar que el grupo siempre reserva alguna sorpresa para sus conciertos, ya sea cambiando la cadencia de alguna de sus canciones, ya sea en forma de pequeños pero sentidos homenajes. Son detalles que definen en positivo el espíritu irreductible de esta aventura musical. Fue así como, entre tema y tema made in LTKF, escuchamos el clásico rumbero Caramelos, unos versos de La negra flor de Radio Futura, otros de Siento de Dusminguet y aún los del cubanísimo El tren de Rafael Cueto, la melodía de aquel bombazo que fue Lambada o el reggae America de Alpha Blondy, incorporado definitivamente al repertorio del grupo de la Garriga. Poseído cada vez más por el demonio de la cumbia y apoyado de forma implacable e impecable por sus compañeros (la pareja Roch-Terricabras es más sólida que el granito), Garriga lució en todo momento la sonrisa y la concentración que le caracterizan y que le convierten en un músico que transmite, al mismo tiempo, simpatía y pasión. Sea donde sea, espero que el camino con La Troba Kung-Fú nos lleve a menudo hasta la felicidad en la que caímos la otra noche. Ya sabéis: "Loco… Motora…". // Jordi Urpi