Jonathan Camps / Del modernisme a la modernitat
Jonathan Camps
Auditori Can Roig i Torres
Santa Coloma de Gramenet
6 de junio de 2009
Concierto extraordinario por lo atípico del instrumento solista, el último de los incluidos en el XXIII ciclo en Can Roig i Torres establecía un puente entre siglos a través de varias obras de compositores catalanes preocupados por dar realce al contrabajo. A tal fin, Jonathan Camps había seleccionado para la ocasión sendos autores de finales del XIX y principios del XX, amén de tres contemporáneos que han roto con un ingrato silencio de más de medio siglo para dicho instrumento.
Por desgracia quiso la mala fortuna que en un pasado concierto el padre del solista sufriera un infarto en mitad de una pieza. Jonathan Camps abrió la cita de esta noche con esa misma obra, dedicándosela a su progenitor, ya recuperado y presente en la sala. Claro que tratándose de un programa englobado bajo el título Del modernisme a la modernitat era casi obligado incluir a Pere Valls (1869-1935). Autor por el que el joven contrabajista siente una especial predilección, Valls es uno de los típicos músicos decimonónicos de sensibilidad afrancesada, pero para nada afectados. Un claro ejemplo de ello es la bella Romanza con que Jonathan Camps empezaba el acto. Expectante ante la reacción del nieto de Valls, sentado en las primeras filas de un abarrotado auditorio, Camps destacó el exilio como nexo de unión entre los autores más antiguos. El citado Valls tentó favorablemente a la suerte en Sudamérica, tal y como hiciera Manel Verdeguer, toda una institución del contrabajo que por el contrario está sumamente olvidado en la actualidad en su propia tierra natal. A él destinaría gran parte de su obra para contrabajo el compositor Joan Lamote de Grignon (1872-1949), como el Tema y variaciones breves que abordó Camps a continuación, secundado siempre por Daniel García al piano. De ligeras reminiscencias bachianas, la pieza en cuestión no ocultaba su intricada complejidad técnica, de la que Camps salió airoso y concentrado.
Arropado en todo momento por una pertinente proyección de imágenes (muchas de ellas inéditas) de los autores y su contexto, Camps presentó con locuacidad las Variaciones sinfónicas sobre un tema de Henry Eccles que, partiendo de una melodía barroca, Moisès Bertran iría descomponiendo en cada variación hasta devolverle el tema original desnudo de abalorios y florituras, y donde el piano adquirirá un protagonismo creciente.
A partir del ecuador, el tono del concierto y el estilo interpretativo darían un vuelco soberbio. Sin desmerecer lo anterior, Camps dejó a un lado la serenidad para retomarla sólo al final, y se calzó el personaje de Bottesini como un disfraz con el que sin duda se sentía muy a gusto, contagiándose de su actitud en el escenario. Y no es para menos: el relato biográfico de este músico legendario está plagado de jugosas anécdotas.
Aunque nacido italiano, Giovanni Bottesini (1821-1889) probó las mieles de la efímera gloria en
Y es que Torelló, como antes Bottesini, también eligió emigrar en busca de mejores ofertas y prosperidad. Pero si bien éste obtuvo los favores de la corona española, el catalán tuvo que irse a EEUU por razones académicas para cosechar el éxito que aquí se le vedó. Mas en vez de empaparse hasta el hueso de la nostalgia y la resignación, se tomó su traslado con alegría y vitalismo, oteando un horizonte futuro tan prometedor como el que se le ofrecía. Tanto es así que ya no volvió. Para dejar constancia de su pronunciado optimismo compuso
También Carlota Baldrís perseguía el requiebro de las formas habituales en la música con sus Cabòries, planteando un diálogo entre sonoridades clásicas y modernas con elementos de jazz y delicados pasajes, todo un contraste con el primer movimiento del Concierto para contrabajo y orquesta de vientos que Salvador Brotons compusiera para