John Mayall & The Bluesbreakers + Gov’t Mule

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - John Mayall & The Bluesbreakers + Gov't Mule John Mayall & The Bluesbreakers + Gov't Mule

Festival B-Estival
Barcelona, Poble Espanyol

5 de julio de 2007

Sudoroso y taquicárdico, llegaba tarde el cronista a su cita obligada, habiéndose perdido la breve actuación del prometedor trío The Steepwater Band y casi media hora del espectáculo de los amigos de La Mula. La inmersión al concierto fue instantánea: antes de llegar a la gran plaza donde se situaba el escenario se escuchaban las notas de la increíble Mountain jam, desarrollada hasta los aledaños del infinito: aceleración brutal que deja en ridículo al más potente deportivo. Un tema de menos de cinco minutos es una anécdota para nuestros amigos y una improvisación de más de un cuarto de hora no es un vuelo esporádico. El macizo y pétreo rhythm and blues de Warren Haynes (guitarras) y Matt Abts (batería), inventores de tan sólida propuesta hace una docena de años junto con el desaparecido Allen Woody al bajo (os juro que se llamaba así), se nos ofreció en la versión reducida de poco más de hora y media por aquello de compartir escenario (y encima un servidor se pierde una tercera parte: ¡imperdonable!). En el tiempo que llevan paseando la mula del gobierno, Haynes y Abts (ahora acompañados por el engañosamente frágil Andy Hess al bajo y el espléndido Danny Louis a los mandos del órgano Hammond y demás teclados) han construido un discurso descomunal fruto de una compenetración muy intensa y de una honradez intachable. Trece temas en cien minutos aprovechados al máximo y encadenados sin tiempo siquiera para que el respetable pataleara, aullara o simplemente aplaudiera (tan sólo reposaron un minuto mientras Haynes cambiaba su Les Paul por una preciosa Fender y a Abts le reparaban de urgencia los daños infringidos a su batería Pearl), trece temas con mucho r&b, blues, country, soul e incluso reggae (magnífica versión del clásico Get up, stand up del maestro Bob Marley). Hay gentes que les siguen en varios escenarios de sus giras y no es de extrañar, pues cada noche pueden variar totalmente el repertorio. Si quieren comprobarlo, paséense por su exhaustiva página web (www.mule.net) y comprueben cómo entre el concierto que estamos rememorando y el del día siguiente en la sala Joy Eslava de Madrid (¡qué suerte ellos que tuvieron la versión completa de tres horas y pico de música!), tan sólo repitieron un tema. Con permiso de mi amigo Tomás, me apropio de su frase: "¡Menudo tractor debe tener esa gente en su casa!".
El cambio de instrumentos se hizo con bastante rapidez, pero nadie nos quitó veinte minutos para digerir lo sucedido y esperar al viejo Mayall. 
Sabe más el diablo por viejo… Pues sí, la verdad. Mayall, consciente de que no puede competir en músculo y energía, llevó su propuesta a tierras más propias, concentrándose en interpretar blues eléctrico sin más. Y a eso se dedicaron Mayall y la versión actual de The Bluesbreakers: huyeron de las comparaciones y redondearon una noche magnífica. La histórica nómina de acompañantes de Mayall asusta a cualquiera, desde los primeros tiempos británicos, con Eric Clapton, Peter Green, John Hiseman o Andy Fraser, hasta épocas más recientes, con el californiano Coco Montoya, nuestro hombre se ha sabido rodear de muy buenos músicos, incluso al margen de los nombres. La versión actual de la banda no contiene apellidos de relumbrón, pero los tres componentes (el elegante bajista Hank Van Sickle, el magnífico baterista Joe Yuele y el inspirado guitarrista Buddy Whittington) hace más de un lustro que acompañan al setentón británico y el grado de compenetración que han alcanzado es una de la grandes virtudes de la formación. La estructura del concierto fue muy similar al que ofreció la misma formación hace casi cuatro años: dos temas para calentar la velada interpretados por el trío de instrumentistas comandados por el orondo Whittington, a continuación de los cuales aparece el caballero y ataca algunos de los clásicos que le han procurado un buen lugar en la historia de la música del último medio siglo, como Oh pretty woman, enriquecidos con piezas de su más reciente obra (In the palace of the king, Eagle Records, 2007), dedicada al excepcional y hoy casi olvidado guitarrista tejano Freddie King. Mayall concentra su tarea en el órgano, no descuidando el trabajo vocal ni esporádicas intervenciones con la armónica, dejando como testimonial alguna incursión con esas guitarras de cajas mínimas que tanto menudeaban en sus performances de los años sesenta y setenta. Su trabajo alterna los pasajes solistas, minoría, con su labor como un acompañante más de la banda al servicio, sobre todo, de los magníficos solos del guitarrista. La cosa acabó de forma apoteósica con el bis, un aclamado y solicitado Room to move, con todos los aditamentos de armónica y monosílabos ininteligibles que nos devolvió, por momentos, a aquel escenario inolvidable en el Laurel Canyon. // Antonio Gázquez