Joan Vinuesa

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Joan Vinuesa
Joan Vinuesa
“La utopia de les paraules”. Sopanegra, 2014

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Joan VinuesaEl último libro del prolífico y polifacético Joan Vinuesa (poeta, pintor, cantautor e integrante del grupo Els Camps del Cinabri) compendia más de un centenar de poemas escritos en estos tres postreros años. Siguiendo con la misma línea estética con que ornamentó otros de sus pretéritos trabajos –como El Llom del Sol (2003), entonces con dibujos de Montserrat Marfany–, La utopia de les paraules cuenta esta vez con las ilustraciones de Lina Giralt, de un estilo más naïf pero acorde con el tono onírico-místico con que el autor suele caracterizar su poesía. Explotando de nuevo su encantadora caligrafía, Joan Vinuesa vuelca aquí otra buena dosis de intimidad y lirismo, provocando al lector con juegos lingüísticos –creando neologismos en catalán o forzando en ocasiones la rima con ingeniosas soluciones sintácticas y ortográficas–, poéticas sobre la creación pictórica y literaria –con alguna severa crítica a la lucha de egos culturales– y citas a Antonin Artaud, Camarón de la Isla, el peyote, la ayahuasca y otras de esas hierbas que abren las puertas de la percepción (Jim Morrison dixit). Hasta el lomo del libro se decora con enigmáticos símbolos cabalísticos, logrando así romper aún más los arbitrarios códigos que se establecen entre el significado y el relativo sentido que se le pueden otorgar a los signos, de entre todos los posibles, justificando de esta forma la intencionalidad sobre el título de la obra que nos ocupa.

 

Muy influido por el arte de Joan Ponç y la poesía contracultural de Enric Casasses (Pascal Comelade, Triulet) y Josep Pedrals (Guillamino, Els Nens Entròfics), por citar unos cuantos referentes similares, Vinuesa ha cultivado también la canción: en La visió dels ulls que no obliden (2008), Cançonetes (2005) y Veudemots (2002) musicó, entre otros, a Josep Carner, Salvador Espriu, Miquel Martí i Pol y Francesc Pujols. Sin embargo, desde aquel lejano debut literario en los exquisitamente editados LLibrets de La Sopa Negra –El camí del llamp (1991)–, la obra de Vinuesa se ha ido impregnando de un progresivo aura alquímico y oscuro que alcanzaría en Alè per a un drac (Labreu, 2008) su cota máxima de difusión y arrojo. En La utopia de les paraules, Vinuesa se muestra más pesimista si cabe, ganando en gravedad y asomando en sus versos una cierta sensación de descreimiento y desasosiego. No sólo a nivel político, sino quizá también contra todos aquellos ingenuos ideales de antaño que arropó en su juventud. Es el caso del Mapa general de la lluna o Muntanyes de la desesperació o frases en las que declara abiertamente que la “poesia és en bona part / el que escriu el subconscient / quan es queda sense feina” o se describe a sí mismo de esta cruda manera:

; (…) no siguis mai com jo, / un ésser sense cap esperança social, / la més bella de les filosofies / que fan i desfan el zero.

La utopia de les paraules es, como todos los libros anteriores de su autor, una declaración de principios en toda regla (ideológicos, éticos, artísticos, sentimentales), pero entre ráfagas de tierna intimidad –L’Exprés del Zúrich, Caminàvem, érem dos– y anarquismo contestatario –Cap líder s’ho mereix, La deesa dels cruels–, la muerte resalta como uno de los temas más repetidos entre sus páginas: títulos como los de L’àngel de la mort y Els nostres morts no dejan ningún lugar para la duda; incluso se cuela alguna tentativa de suicidio, como parece rezar aquí: “I si tot va bé, / un dia, per la nit / us deixaré, / amb la ràdio engegada”.

Atrás, muy atrás, quedan por tanto los días felices de su experiencia en las primeras comunas hippy de España, de los viajes iniciáticos por la selva boliviana, de la inquieta bohemia catalana de los añejos ’70 –la que legitimió el rock laietà de Pau Riba, Jaume Sisa y la extinta sala Zeleste en sus inicios, no la aburguesada Nova Cançó de Pedralbes y la Diagonal Nord barcelonesa–. Pese a ello, la energía de este activista no decae un ápice y hasta se nutre de la leve amargura con la que la madurez cincela obligadamente la vida. +info | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno