Jesús Hilario Tundidor

Jesus Hilario Tundidor
"Viento de Octubre"
 RTVE Música, 2007

La música nació sin duda de la prosodia y de la voz –quizá del recuerdo atávico de una madre acunando al bebé con su arrorró sedante–. Pero sin nada qué decir no hay arte. Por eso es tan a veces necesario hallar un nuevo nombre que cumpla con tal cometido. En este caso no es uno, sino tres. Por un lado el dúo formado por Moncho Otero y Rafa Mora, redescubridores de poetas malditos cuya obra –de no ser por ese espíritu curioso– estaría condenada a pasto de polvo en bibliotecas de olvido. Por otro, el poeta Jesús Hilario Tundidor. Este viejo premio Adonais cultiva una metafísica a lo Rilke, conjuntando filosofía y poética –"El hombre sabe que está en aquello mismo que contempla", dice en Caminos de Ávila; y "Hay que nombrar las cosas, si no mueren", en Profanación de los laberintos del conjuro–, como combinan sus voces Otero & Mora en canciones como la que da título al disco, Cielo de invierno o la mejor de todas, A una araña. La de Tundidor no es una obra fácil, por más que la aderecen los arreglos y programaciones de aires célticos, caribeños y rockeros de Eduardo Tarilonte, con orquesta y coros sampleados y colaboraciones de hasta tres guitarristas y tres voces invitadas –las de Lucía Caramés (Célibe), Luis Pastor (En tu olvido abrirán mi sepultura) y Carlos Chaouen (en Collage III, con guiños a Valverde, Baudelaire y T.S.Eliot)– y la intervención del propio autor como lector oral (en Mara Belén y el Epílogo final). Producido con todo lujo por RTVE, la Junta de Castilla y León y la Diputación de Zamora, este disco-libro inicia una serie dedicada a diversos poetas contemporáneos. El trabajo más destacable es sin embargo el del editor, Gonzalo Blanco, quien tuvo el acierto de incluir una breve antología introductoria del autor –Élitros– y unas efectivas fotos de postal de Alberto Hilario. Musicalmente, en cambio, la onda va por otro lado, y tal vez no se le haga demasiada justicia a la vena contemplativa de Tundidor. // Iván Sánchez Moreno