Jesús Carmona, José Valencia, Juan Requena.
Sandaru. SFB El Dorado. 3 de junio del 2021
Desde hace mucho tiempo, algunas personas quieren acercarse con cautela al flamenco, guiados por esas escenas de gitanos bailando y cantando a la orilla de una lumbre, buscan el duende. Eso pasó a la historia. Estos aficionados pagan unos precios desorbitados en los grandes festivales (de flamenco o de verano) dónde el artista muchas veces ni siquiera sabe en qué ciudad está y mucho menos que público tiene delante. Los que tuvimos la suerte de acercarnos una tarde más a la SFB El Dorado, pudimos comprobar que esa magia todavía existe. Servidor venía a escuchar a José Valencia pensando que presentaría junto a Juan Requena (su fiel guitarra) el nuevo trabajo, La alta torre. Bécquer y el flamenco, pero no fue así. Ambos habían actuado anteriormente en Sandaru y son una de las parejas más interesantes del flamenco actual, pero el cartel incluía a Jesús Carmona al baile y esto lo cambia todo. Decía Carmona en unas declaraciones, que al escuchar a Rocío Molina declararse “danzaora” pensó que él, “que quería ser más bailaor que nadie” había llegado el momento de declararse también “danzaor”, después de ser primer bailarín en el Ballet Nacional de España y ganar El Desplante en la Unión en el 2012 la danza y el flamenco estaban más que fusionados, ahora se trata de buscarse él mismo, sin adjetivos. Tres hombres sentados alrededor de una mesa, seis manos / puños / dedos adentrándose en el compás como lenguaje universal. Así empezaba todo, miradas cómplices, sonrisas de estar a gusto y tres hombres entrando desde la base, el compás. Si cerrabas los ojos, podían ser golpes de zapateao. Se fue rebajando la intensidad para facilitar la entrada de José Valencia con unas letras recordando a La Niña de los Peines, los tres se tomaban su tiempo, ahora era la guitarra de Juan Requena la que pedía espacio, más festera, animando a que Valencia se pusiese romántico y Jesús Carmona empezara a moverse por el escenario dejándonos a todos sin respiración. Increíble como este hombre recogía aquella coplilla de Lo que quiere decir ole y la bailaba con esos movimientos de ir bailando hacia atrás o girar en plan derviche (cualquier arma le sirve para su baile) después de comentar el calor que están pasando (no me extraña, con la energía que ponen) Carmona empieza un solo en que fusiona perfectamente el zapateao más enérgico con la templanza del tiempo y ese saber contar los silencios para que sus compañeros sepan perfectamente dónde se encuentra en cada momento y puedan entrar cuándo sea preciso. Entró la guitarra de Requena y la soleá se instaló sin forzar. Y que bien canta Valencia, como se extiende en la pena, como controla la voz. Carmona por un lado parecía querer respetar al cantaor, pero había otra fuerza interior que le obligaba a meterse dentro. ¿Y por qué no? ya estaba el trio lanzado a tope y el público celebrándolo. Vuelve a quedarse solo Carmona porque lo está necesitando y sus compañeros lo respetan. Se pueden escuchar perfectamente los jadeos de su respiración y puedes ver cómo va creando igual que respira, por necesidad sin ningún freno a su arte. Genial. Entra la guitarra y nos deja respirar un poco de tanta tensión. Siguieron por tientos y ocurría lo mismo, Valencia y Requena podían estar tocando el cielo pero Carmona volvía a meterse sin problemas y lo revolucionaba todo. La guitarra cristalina de Requena entró solita en el universo de Miguel Borrull para ir preparándole el terreno a Valencia que se metía con fuerza en el fandango. Otro momento único en la noche, de nuevo sin respiración ¡Cómo toca Requena! Y como se entiende con Carmona en un dúo de guitarra y percusión (bailada) maravillosa que parece cerrar Carmona en solitario, pero todavía hay otro tercio con el trío a tope ¡Muy grandes! En fin que la fiesta final por bulerías hicieron lo que quisieron y lo hicieron muy bien, al final se sentaron / tiraron por los suelos como chiquillos felices, intercambiaron papeles, se empeñaron en que Requena bailara y así se fueron, los tres bien sudados y felices y el público con esa sonrisa que se te queda pegada y casi te dura hasta que llegas a casa. A eso me refería con lo del duende ¿No te parece suficiente? + info | relacionados | Fotos: Joan Cortès