Jane Birkin

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Jane Birkin Jane Birkin
L’Auditori, Sala Oriol Martorell
5 de marzo de 2009

Británica y francesa de adopción, Jane Birkin se convirtió en algo más que una cara bonita allá por los 60 gracias a la película Blow up d’Antonioni, pero también por ser la transmisora oral de las canciones compuestas por un mito de la canción francesa, Serge Gainsbourg. A partir de ese momento también pasaría a ser vista como musa erótica de los 70. Hace unos años volvió a l actualidad con un disco en el que interpretaba canciones de siempre con un aire turco, al que denominó Arabesco y con el que volvió a los escenarios internacionales. En esta ocasión nos vuelve a visitar con otro disco bajo el brazo en el que por primera vez podemos disfrutar de letras propias: Les enfants d’hiver.

En el cajón escénico de la sala 2 de l’Auditori, la artista estuvo acompañada por un piano, un contrabajo, un violonchelo y las guitarras acústicas y eléctricas. Con sobria luz de cabaret la formación sonó con delicadeza y sin estridencias, generando un cuerpo en donde la voz de Birkin sonaba como una caricia, destacando sonidos que pocas veces podemos escuchar, y haciendo gala de esa voz de eterna adolescente. Destacado fue también el papel del guitarrista y de la violonchelista que crearon una melodía sutil pero contagiosa.

Revisitando la música francesa de los 60 y los 70, junto con temas nuevos, el grupo supo crear algún momento de inspiración, de sonido muy actual, acompañado de pasajes electrónicos, etéreos, que despertaban interés hacia caminos más distantes. Por su parte Birkin interpretaba su papel de “enfant terrible”, alejada de la imagen de diva que podríamos haber imaginado sin haberla visto antes. Con vestimenta masculina -chaleco, corbata y camisa- recorrió el escenario sonriente, mano en bolsillo, deambulando por el escenario a sus anchas y haciendo participe a la audiencia.

La actriz y cantante sedujo a su maduro público con elegancia y sencillez, con distinción, como cabría esperar de una elegante dama francesa. La interpretación de sus temas se hizo con sensibilidad y secillez, sin imposturas, y supo crear un diálogo con los asistentes, explicando anécdotas e historias sobre Gaingsbourg y las canciones, entre otras cosas. Posteriormente, bajo un paraguas luminoso, Birkin se recorrió casi la totalidad de los pasillos del patio de butacas y subió al palco cantando, sonriendo a todos y mostrándose como una más entre su público.

Lo que para este cronista fue una especie de acercamiento y descubrimiento curioso de la figura de Birkin y de la música francesa -algo distante-, acabó resultando más interesante de lo que esperaba, aunque con una distancia generacional bastante amplia. No obstante, muchas de las canciones de la cantante, si las escucháramos por la radio sin conocer su procedencia, dejaría embelesado a más de uno por su dulce voz y por la posible vigencia del estilo. www.janebirkin.net // Antonio Álvarez