Isabel Bayón

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Sandaru. SFB El Dorado. 12 de diciembre de 2019

La bailaora sevillana Isabel Bayón cerraba un trimestre que había empezado su paisana Esperanza Fernández. Dos nombres de mujer, que aunque no le digan nada al gran público, le dicen mucho al aficionado al flamenco. Por eso la sala volvió a llenarse y los comentarios a la salida eran todos de satisfacción absoluta. Lo primero que me gustaría destacar de esta mujer es que baila hasta con la mirada. Muchos fueron los momentos en que me olvidé de esas manos que se mueven con la flamencura de las grandes bailaoras de la Escuela Sevillana. Quise céntrame en su rostro, un rostro que como mascaron de proa define la jerarquía de la embarcación. Un cuerpo acostumbrado a entregarse por entero a la pasión de bailar flamenco. Empezó el espectáculo sentada en medio del jerezano Miguel Ángel Soto “El Londro” y del sevillano Miguel Ortega, vestida con un traje negro muy ajustado que todavía realzó más ese cuerpo dedicado por completo al baile, arrancan en un ejercicio de puro percusión, dos palmeros y una bailaora, sin cante, sin guitarra, sólo el pulso seguro y terrible de la pasión. Aunque el taconeo se erige en dueño absoluto del trio, los brazos de Isabel ya dejan claro de qué escuela proviene. Arranca la guitarra de Jesús Torres  por malagueñas y el cante de Miguel Ortega (en principio demasiado fuerte, con ese problema que tienen los cantaores de baile de miedo a que no se les escuche) en el turno de El Londro (se van alternando) me sorprende una voz bonita, más templada, sin necesidad de gritar. Bayón ahora es sólo manos, hasta que llegan los abandolaos y los pies se adueñan del escenario. Siguen con unos tientos y otra vez ocurre lo mismo, en los tientos mandan los brazos y cuando cierra por tangos vuelve a ser el momento de los pies. Me parece una compenetración ideal. Espacio para que el guitarrista se luzca con unas falsetas muy bien ejecutadas, antes de que los cantaores entren a ofrecernos unos pregones, uno de los palos que más abandonados están. Jugando a dos voces y mezclándolas con gusto. Remata Bayón con un taconeo magistral que enseguida acompañan por palmas, vuelta a las percusiones como origen de todo. Precioso el cante de A mí me llaman el loco, con el taconeo de Bayón, otro de los momentos potentes de la noche. Entra Torres para deleitarnos con nuevas falsetas. Se va muy atrás en el tiempo buscando a los guitarristas más clásicos para dar paso a las peteneras y tientos como Preguntó en una ocasión o a recordar a Morente con su Pocito inmediato. Todo lo vuelve a redondear Bayón con su baile y además ahora al acabar por tangos se permite cantar ella misma. ¡Qué mujer, puede con todo! Hubo unos fandangos con lucimiento de la guitarra y mucho sentimiento de los cantaores. Y al iniciar unas alegrías bastante originales (de nuevo jugando con las dos voces) aparece Isabel Bayón ahora con traje de cola rojo para empezar un final que se presenta gaditano. Alegrías con la chispa de las letras de Cádiz y también de la calle Nueva de Jerez. Una fiesta dónde Bayón mueve con soltura la cola flamenca y los cuatro artistas vuelan seguros en un compás que conocen a la perfección. Resultado, el público en pie. Otra noche mágica. + info | relacionados | Fotos: Joan Cortès.

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