Imelda May

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Imelda May
Sala Apolo. Barcelona. 30 de junio de 2015

Un Apolo repleto recibió con cariño y entrega la nueva vista de la irlandesa Imelda May. Y como ha pasado en las anteriores visitas, se saldó con un arrollador éxito.
En pocos años y gracias a sus recomendables discos y a un directo musicalmente perfecto, donde sobresale su esplendida voz, además de su imagen sugerente, han hecho que su original música, basada en el rockabilly, haya trascendido del género y llegado a mucho más público del que teóricamente le correspondía.
Un examen a la gente que acudió a su concierto, nos permite decir que entre sus seguidores, el estilo “vintage” ha triunfado, sobre todo entre el público femenino, para el que Imelda se ha convertido en todo un icono. Pero evidentemente ella no se queda simplemente ahí (a pesar que en su pasado hay una fructífera relación con el “burlesque”), con ver la intensidad que puso en las dos canciones que abrieron su show, Tribal y Wild Woman, ya dejaron claro que, más allá de la imagen, lo suyo es poderío musical. Justamente esos dos temas son los que abren su último y rockero disco, Tribal, y que casi tocó al completo. Hay que decir que su setlist no ha cambiado ni una canción de los últimos shows que hizo presentando ese último disco, pero por otra parte con ello ha conseguido tener un directo de efectividad probada. Y lo mismo su banda, un cuarteto formado por, batería, guitarra-trompeta, bajo-contrabajo y guitarra. Este último no era su marido, el guitarrista Darril Higham, sino un sustituto que cumplió su labor ejemplarmente. Por ejemplo en la rockabilera Love Tatto se marcó un esplendido solo, o en Five Good Men imprimió una velocidad a su guitarra difícil de seguir.
A destacar esas dos esplendidas versiones que siempre hace, el Spoonful de Willie Dixon y el Go Tell The Devil, que hiciera a medias con la acordeonista irlandesa Sharon Shannon.
Imelda, como siempre, además de cantar y dominar el escenario, sabe interaccionar con el público y lo mismo nos hizo bailar y cantar para celebrar la vida, especialmente en el It’s Good To Be Alive o nos relajó con ese precioso y triste blues de Gipsy In Me.
Lo cierto es que sus conciertos nunca han sido muy largos aunque sí intensos, así que tras hora y veinte minutos y con la trilogía infalible de Psycho, Mayhem y el clásico Johnny Got a Bom Bom (en el que Imelda tocó el bodhrán) se retiraron con el público excitado y con muchas ganas de más.
La vuelta la hizo solo ella junto al bajista, que con un ukelele le acompañó para que Imelda nos encandilara con el Bang Bang (versión de la canción de Cher) y el Dreaming (de Blondie). Ya con toda la banda, los furiosos Pulling the Rug y Right Amount of Wrong pusieron fin a una noche en la que Imelda volvió a conquistar a muchos corazones. +Info | Relacionados | Miguel Amorós.