Hermeto Pascoal
54 Woll-Damm Festival de Jazz de Barcelona. Sala Apolo, 2 del 11 del 2022
La sala grande de Apolo se llenó para recibir O Bruxo. Hermeto Pascoal nacido hace 86 años en Arapiraca (Brasil) sigue siendo un espíritu libre. En escena, a pesar de los años, se entrega con pasión a ese estilo musical tan propio “no nací para tocar solo música clásica o jazz, el que quiera ir por una sola vía, tiene espíritu de tren” Y Pascoal y su banda se parecen más a los pájaros de colores que no a una locomotora de hierro negro. Una de las virtudes que hay que destacar en el brasileño es que ha sabido dar consistencia a una banda que (el día que él no esté, ojala tarde mucho en llegar ese día) va a seguir volando con mucha fuerza, lo que hizo Jota P con los saxos y flauta esa noche asegura que la banda está perfectamente preparada para hacer bailar a cualquier público. Sin duda alguna este músico fue esencial para que el septeto (la incorporación de Jovino Santos Neto fue un regalo estupendo) sonara increíble y las casi dos horas de bolo estuvieron perfectamente ligadas, para que el show no decayese en ningún momento. Arrancaba el espectáculo con cinco tipos en escena en un coro de voces y pitidos irreverentes que inauguraban lo que sería una noche cargadas de sorpresas y buen ritmo. El público, que ya había aplaudido a rabiar antes de empezar, estaba dispuesto a todo. Poco a poco Fabio Pascoal (percusión y dirección artística) Itiberê Zwarg (bajo eléctrico y percusión) André Marques (teclados, flauta y percusiones) Ajurinã Zwarg (batería y percusiones) y Jota P (saxos, flautas) van ocupando sus respectivos lugares en escena y el maestro albino con sombrero, pelo y barbas envidiables y camisa de colores aparece en escena. La música que vamos escuchando, de momento, la definiría como de una fusión de jazz de la época de los Weather Report mezclada con los ritmos brasileños de una buena batucada. Hermeto Pascoal se ubica en una esquina del escenario, sentado, así le permite alternar sus descansos (normal) con sus entradas de momento a los teclados. Es envidiable como entra con soltura en el momento preciso y aporta detalles que engrandecen el tema sin alterar el gran trabajo que está realizando la banda pero dejando que sus cuatro notas suenen tan necesarias como el resto ¡qué grande! El público ya está perfectamente dividido. Los que miramos lo que ocurre en escena y los que han decidido dejarse llevar por la música y bailar como si no hubiese mañana. Pero incluso en este segundo grupo hay momentos en que no queda más remedio que parar y mirar lo que está ocurriendo en el escenario. Hermeto Pascoal se planta en medio con un vaso grande lleno de un líquido indefinido y cubitos de hielo, del que se supone que bebe y empieza a soplar, sorber, gritar, como si tuviese una armónica mágica. Y aquí la música ya no tiene adjetivos, lo que está creando en ese momento este hombre sólo puede vivirse en directo. Sin prisas pero sin pausas la maquinaria del ritmo sigue a tope, la samba más tradicional se mezcla sin complejos con el free jazz y todo suena creíble. Como poco siempre hay dos percusiones fijas Fabio Pascoal y Ajurina Zwarg, ahora Jota P. se ha pasado a la flauta travesera. El bajo en el fondo pero siempre presente facilita los cambios de líneas sonoras. Y Marques en los teclados nos lleva a paisajes increíbles. Cuándo la cosa está que arde Hermeto Pascoal se dirige al centro del escenario y como si fuese Von Karajan empieza a dirigir a su gente, pero no con barita, sino con su gran sombrero, otro espectáculo que hay que ver para creer. Sentado a la derecha de Hermeto Pascoal, está Flavio de Abreu (Scubidu music) que ejerce de soporte del líder, supongo que para ayudarle en algún momento crítico, si lo necesita. De traductor cuándo Pascoal quiere hablar con el público, y ahora veo que se vuelve hacia un lateral del escenario e indica a una persona sentada en un reservado, que es hora de actuar. Jovino Santos Neto desenfunda tranquilamente una melódica y ya está en medio del escenario . Hermeto lo presenta como antiguo integrante de la banda y buen amigo. A partir de ese momento el septeto cuenta con dos vientos y los fuegos artificiales que lanzan Santos y Jota P se fusionan perfectamente. Y así durante casi dos horas, momentos en que los vientos se imponen, momentos en que las percusiones mandan, momentos en que los siete músicos están dentro de esa marmita gálica de poderes especiales, en fin una noche para el recuerdo. + info | Dibujos: Pedro Strukelj