Giulia Valle. “Carlos Cano en clau de jazz”

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Teatre Joventut. Barnasants 25. 6 de marzo de 2020

En diciembre de este 2020 se cumplirán 20 años del fallecimiento del cantautor andaluz Carlos Cano. El festival Barnasants ha servido de trampolín para presentar este homenaje que esperemos pueda escucharse en muchos otros espacios, el esfuerzo lo merece. Con muy buen tino se ha encargado a la contrabajista Giulia Valle que hiciese los arreglos pertinentes para que las composiciones del granadino revivieran con fuerza con este nuevo traje que Valle le ha hecho a medida. Al principio de la noche creí que más de uno huiría asustado ante la “fuerza sonora” que siempre caracteriza a la contrabajista, pero afortunadamente el público entendió que la fuerza poética de Carlos Cano no puede estar reñida con la potencia sonora de la música, dado que ambas buscan la misma finalidad, remover consciencias. Para la ocasión había escogido Valle a unos compañeros muy interesantes, en el piano el mejicano Mark Anderund, en los saxos y flautas Edu Pons, Sandrine Robilliard cello, Dani Domínguez a la batería y Rusó Sala a la voz y guitarra (instrumento que solo usaría en el bis) la ampurdanesa es la única que tiene una relación directa con un festival como este, el resto son músicos que suelen trabajar dentro del mundo jazzístico, la reunión promete ser interesante. Inician con Poco a  poco respetando mucho el original y Baja de la Luna que empieza con ese humor desenfadado de Cano, con aires arrastrados, el piano de Anderund llevando la música a terrenos latinos, haciendo que la voz pase a ser un instrumento más en esta descarga que cada vez dirigirán más los instrumentos, erigiéndose como solista la flauta de Pons. Coge el micro Giulia Valle y nos explica el porqué del proyecto y la selección de los temas, nos habla de cómo en esta selección ha querido escoger canciones que representen a los diferentes Carlos Cano que ella ha encontrado, el cronista, el amigo de sus amigos, el reivindicador de las injusticias y por último el reivindicador de su propia libertad. Siguen con Cueca de los querubines, que dedicó a Amaranta (hija de Carlos Cano) empieza Domínguez con el repique que usó Cano en el original (demostrando que el batería gallego se adapta bien a cualquier folklore) y con la entrada de la voz de Sala y la pulsación de Valle, las dos mujeres van encontrándose y compartiendo emociones, el saxo de Pons vuelve a rugir fuerte llevando el tema al jazz, todo el grupo pasa a beber más de los sonidos negros que no bolivianos, ahí está la magia del directo. El público lo entendió perfectamente ovacionando el solo de Pons, el de Anderund y todo lo que iba cayendo ¡que era mucho y muy bueno! Un dúo de Valle y Domínguez es lo más original que pueda pensar para ir acercándonos desde el free jazz a La Murga de los currelantes, me gustaría ver los arreglos que debió trabajar Valle para el piano ¡Impresionante! Luna de Abril (traducida al catalán por Miquel Pujadó) la hicieron a dúo Rosó Sala y Anderund, no conocía a este pianista, en la programación estaba Nestor Giménez, pero después de lo escuchado habrá que seguirlo de cerca. El siguiente tema, seguramente el más conocido de Cano, María la Portuguesa lo introdujo también de manera muy espacial con el cello de Sandrine Robilliard, demostrando una vez más la imaginación de Giulia Valle a la hora de presentar las canciones. Rusó cantó con seguridad y valentía y el cuarteto supo jugar con el fado y de nuevo la música creativa sin etiquetas. Giulia Valle estaba con muchas ganas de comentar canciones, emociones y todo lo que le había descubierto la música de Carlos Cano, como todo lo referente a José Pérez Ocaña a quien le dedicó el siguiente tema, Romance a Ocaña, tema que ya en el original Cano dotó de una originalidad musical que Valle ha sabido mantener y añadir el grito del saxofón de Pons que volvió a encandilar al público. Otro al que habrá que seguir de cerca. Con una descarga final del trio Valle, Anderund y Domínguez de los que no se olvidan fácilmente. Siguió la noche con Un vaso de té verde, Valle y Sala en perfecta conexión (había momentos en que Valle hubiese querido cantar y tocar al mismo tiempo, sus ojos cerrados y concentración así lo advertían) en este caso se trataba de reivindicar al pueblo Saharaui. Quisieron terminar con un  tema que Cano le había dedicado a su amigo Lluis Llach, Siempre, de nuevo las cuerdas de contrabajo y cello abordando emociones. Tras largos aplausos y el público en pie, tuvieron que volver y cerrar definitivamente con unos tanguillos, Valle se pasó al bajo eléctrico, Sala cogió la guitarra y volvió el humor andaluz con La morralla. Decididamente es un espectáculo que debería recorrer todos los escenarios posibles para que todo el mundo sepa que el espíritu de Carlos Cano está más vivo que nunca. + info | relacionados | fotografías: Juan Miguel Morales

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