Francisco Barrios, El Mastuerzo: «Soy un cantante del amor desde la antigüedad»

Estoy sentado delante de Francisco Barrios El Mastuerzo, toda una institución en el mundo de la rola (así es como se denomina en México a la canción de autor) mexicana. Su aspecto rockero es lo primero que te llega de él, con esa melena rizada que cubre la parte posterior de su cabeza y sus uñas pintadas de rojo. Ese físico impactante y en cierto modo salvaje (no hay que olvidar que El Mastuerzo forma parte de la escena de rock mexicano desde los años 70 y 80, siendo miembro de grupos míticos de ese movimiento como Los Nakos o Botellita de Jerez) contrasta con su mirada dulce e inteligente y un hablar tranquilo y sosegado, poniendo énfasis en no resultar sexista. Su discurso combativo es necesario en estos tiempos que corren y siempre lleva a la reflexión. Profeta en su tierra, como se suele decir, me han contado que pasear con él por Guanajuato, por ejemplo, es casi imposible; continuamente se le acercan jóvenes y universitarios que le piden hacerse una foto juntos. El Mastuerzo lo acepta con toda la naturalidad, feliz, aunque confiesa: “A pesar de lo que todo el mundo piensa, yo no soy un cantante de protesta, más bien soy un cantante prostático, un cantante del amor desde la antigüedad”. Humor mexicano en estado puro.

 

Para comenzar, pregunta inevitable y supongo que mil veces formulada: ¿de dónde te viene el apodo de El Mastuerzo, qué significa?

El origen fue una necesidad de nuestra banda en ese entonces, “Botellita de Jerez”, cuando en 1983 hicimos un programa cómico de televisión y teníamos que interactuar con otros actores y pensamos que no nos podíamos llamar por nuestros nombres. Así que decidimos ponernos un mote, un apodo que nos delimitara pero a la vez nos ampliara. Basándonos en que éramos una banda de rock que intentaba mexicanizar el rock de origen norteamericano con humor, decidimos que queríamos que los apodos también tuvieran que ver con lo mexicano y también con el carácter de cada uno de nosotros. En mi caso venía de cuando yo era niño, que mi nana me decía: “Vete al corral a por una gallina, que vamos a darle mastuerzo”. Y quería decir que le íbamos a retorcer el pescuezo.

¿Cómo fueron tus comienzos musicales?

Yo provengo de la ciudad de Tulancingo, en el estado de Hidalgo, que está a unos cien kilómetros de Ciudad de México, y crecí en un ámbito musical. Mi papá tenía una orquesta y ensayaban todos los días en la casa. Ahí fue donde empecé a tocar la batería y la guitarra, mientras mi hermano les cantaba canciones a sus novias en la penumbra, y mi hermana era una soprano que cantaba arias de ópera y también boleros. Y a mí todo ese ambiente me formó y cuando llegué años después a Ciudad de México pasé por varias bandas hasta que me integré en una que hacía canción política llamada Los Nakos. En aquel momento canción política no era lo mismo que canción protesta, que tenía más que ver con Joan Baez y ese tipo de compas.

¿Quiénes son Los Nakos?

Pues mi compañera de entonces, Elia Crotte, la que es la mamá de mi primera hija, fue invitada a participar en ese grupo como cantante a mediados de los 70, y allí fui yo de pegostre. Y formamos parte de ellos. Yo durante ocho años y Elia se fue un año antes. Fue Ismael Colmenares el que inició este grupo en 1968 como una brigada cultural del movimiento estudiantil de ese año. En la actualidad sigue existiendo y continúa con su visión crítica desde la parodia, desde el humor. Se puede decir que fue mi primera escuela de ese tipo de canción que yo, muchos años después, me he atrevido a llamar “la otra canción mexicana”. Una canción que surge amamantada por los movimientos populares estudiantiles, campesinos, obreros. Incipientemente, en los años 70 todavía existían movimientos de huelga y sindicatos independientes. Años después serían prácticamente derrotados y absorbidos por las grandes centrales obreras oficiales. En fin…, aunque persisten pequeños grupos. Bien, pues con Los Nakos hacíamos esa canción que Viglietti o Quilapayún llamaron canción urgente o inmediata. En ese momento nosotros la comprendimos como una canción política. Nuestro arte tenía que ver con nuestra cosmovisión del mundo y eso conformaba nuestra propuesta cancionística.

¿Qué significó Botellita de Jerez en tu trayectoria?

Botellita de Jerez surge desde otros criterios. Me integré en ese grupo en 1984, cuando Armando Vega Gil conoció a Sergio Arau, que era un dibujante y pintor que le dijo que quería hacer un grupo de rock mexicano. Un grupo con humor que de alguna forma transmitiera que era mexicano. Vega Gil sería el bajista y Sergio el guitarrista y cuando me propusieron formar parte como baterista, no como guitarrista, yo les dije que también componía canciones y ellos me contestaron que fantástico, porque la idea era hacer canciones de forma colectiva. Y ahí empieza el numerito. De alguna manera creo que esa fue la escuela para mí, que tenía una visión colectiva y los resultados surgían a partir de cada capacidad individual que se integraban en un momento creativo.

Ha llegado a ser un referente y sigue existiendo todavía.

Sí, porque pusimos allí una serie de elementos que formaron lo que nosotros llamamos el “Guaca-rock”, una mezcla entre aguacate y rock and roll. Ese era el juego que hacíamos, una mezcla entre José Alfredo Jiménez y Jimmy Hendrix, entre Lola Beltrán y Janis Joplin . Nos propusimos nacionalizar, mexicanizar el rock. Hasta ese entonces en México la gran mayoría de los grupos cantaban en inglés. Y tenían nombres en inglés. A partir de Botellita de Jerez los Three sounds in my mind pasan a llamarse los Tri. Y Dangerous rhythm se convirtió en Ritmo Peligroso, Kenny and the Electrics se convierte en Kenny y los Eléctricos…. Muchas bandas adoptaron una visión nacionalista o mexicanista. Pero no solamente como un panfleto, sino hablando de nuestra realidad desde nuestro lenguaje popular, verdadero. Uno de los principios era burlarnos de todo, empezando por nosotros mismos, creando nuestros personajes. Es un rock que tiene mucho que ver con el humor. Y ese humor se fue transformando en lo que es hoy Botellita de Jerez después de 36 años, que queremos llevar todos los temas que planteamos hasta las últimas consecuencias. En todos estos años han variado los integrantes, íbamos, veníamos, a veces éramos tres integrantes, otras cuatro o cinco… También hubo épocas más o menos prolíficas en cuanto a creación de temas se refiere. Pero siempre se ha mantenido la idea original del humor que llevó a la creación del grupo. Y hasta hoy, en que somos un cuarteto. Y es algo que me enorgullece porque ha sido una “carrera” con tantos brincos, y barreras, y murallas humanas que saltar… Pero aquí seguimos. Nuestra última realización es de hace cuatro años, un disco que se llama “#No Pinches Mames”, una expresión que en el fondo es como una especie de admiración, pero también de rechazo. Es una forma de lenguaje ambivalente con un humor muy mexicano.

Llegasteis a filmar incluso una película.

Sí, en 2009 Sergio Arau dirigió “Naco es chido. La verdadera historia de Botellita de Jerez”, con guion de Sergio, Armando y mío; un falso documental donde actuamos los tres botellos e invitados y demás. Fue algo muy divertido que era como recordar cuál fue el inicio. Ya el subtítulo, “Basada en hechos más o menos reales”, te lo dice todo (risas).

¿En qué se diferencia tu trabajo musical en Botellita de Jerez de tu trabajo en solitario?

Creo que no hay ninguna diferencia. En el fondo en Botellita toco la batería y canto. Cuando lo hago solo simplemente canto con mi guitarra.

México es un país con muchos conflictos políticos, desigualdades, corrupción… Tú como artista jamás le has dado la espalda a esta realidad. ¿Te resulta fácil?

Es muy difícil resolver la contradicción de vivir de lo que amamos y poder decir lo que pensamos. Nosotros hemos jugado a eso, a vivir de ello, a entregarnos a ello. Personalmente, es algo que hago desde hace más de cuarenta años. Encontrar el equilibrio en vender nuestra fuerza de trabajo, o nuestras ideas a la televisión o actuar en una telenovela, implica una contradicción y tienes que resolverla. En mi cao he hecho telenovelas, presentado programas de televisión, he hecho discos, y he participado en las distintas formas de lucha que ha tenido el pueblo. No he dejado de hacerlo porque yo siento que ese es mi cable a tierra, las luchas populares. Puedo estar en un programa de televisión en Televisa o programas musicales, pero mi cable a tierra son las luchas populares de donde yo provengo.

Pero hablar tan claro, estar tan implicado políticamente, ¿no te ha dificultado tu trabajo?

Pues sí, y precisamente con este nuevo cambio político que ha habido con la llegada de López Obrador a la presidencia de México como que nos hemos dado cuenta de que nos pasamos 36 años vetados por el PRI (Partido Revolucionario Institucional). Por ejemplo, nosotros nunca participamos en un festival cervantino, cuando hay un montón de grupos de rock que sí lo han hecho. Y no necesariamente porque nosotros estemos pidiendo ser parte de ese proyecto que exprese el criterio cultural del estado mexicano. Lo que nos parece interesante es utilizar ese tipo de espacios tan amplios donde llegan a tantos lugares, donde te visibilizas de mejor forma.

¿El arte debe ser comprometido?

No sé si comprometido, porque suena como “híjole… tengo que ir a la escuela…”. Yo creo en el placer de comprometerse, de compartir. Es como cuando yo agradezco a BarnaSants que me comparta en su espacio, que alguien abra un espacio en el que yo pueda significarme como lo hago a través de mis canciones. Yo voy donde me invitan, donde creo que soy útil, y donde no voy a traicionar mis principios. No hago como Groucho Marx, que me cae muy bien, que decía: “Yo tengo principios, y si no les gustan, tengo otros” (risas). Nada de eso… Mi canción tiene que ser útil. Yo no soy bufón del rey. La gente dice: “Tú eres un cantante protesta”. Y yo contesto: “No, yo soy un cantante de próstata, soy sexto piso, cuarto Dan, y voy para cinta negra… Soy un cantor del amor desde la antigüedad”. Le canto al pueblo, al barrio, a la vida. Y esto es un resultado. Quizá hace años no pensaba así, o tan así. Me lo imaginaba, lo deseaba. Pero creo que es un proceso de construcción, como es la congruencia. No es fácil, porque a veces hay contradicciones. Pero yo admiro a la gente que ha guardado esa congruencia a través de encontrar dónde comer y no convertirse en un bufón del rey.

Has sido muy crítico con la canción de autor mexicana más acomodada (o menos politizada). ¿Piensas que la canción de autor tiene que ser un arma de lucha?

Es que en la canción también hay lucha de clases. Hay gente que hace canciones desde una visión más pija, más acomodada. Y otra gente, aun haciéndola de manera acomodada lo hace de manera verdadera y sincera, que va a la realidad concreta y desde su visión de clase media  se expresa y lo hace sinceramente. Y creo que esa vale. En México yo veo que hay un abanico muy amplio de hacedores de canciones. Y hay gente que llena estadios y es muy popular y su trabajo es muy serio interesante, como es el caso de Óscar Chávez, que es actor y un musicólogo muy reputado, o Amparo Ochoa, que pertenecía a la generación de cantautores de los 60.  O Judith Reyes, gran compositora, periodista y cantante mexicana que se convirtió en los 40 y 50 en una representante de las luchas populares en México. Y lo hacía desde la comercialidad, porque en esa época tenía mucha difusión e incluso Jorge Negrete grabó algunas de sus canciones. Y fue una cantora comprometida hasta su muerte a finales de los años 80, y formó parte del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas. Cantó a la guerrilla, a los estudiantes, a los campesinos, a los obreros. Ella es fundamental en esa canción de la que yo provengo. Como el maestro León Chávez Teixeiro, que para mí es nuestro más grande cantor. O Enrique Ballesté, que en paz descanse, dramaturgo y cantor de origen catalán. Y también Los Nakos, del que yo formé parte con mucho orgullo de poderme integrar con solo veinte años en esa brigada cultural que surgió del movimiento estudiantil. Como ellos, un montón de anónimos.

Eres una persona muy inquieta, siempre dispuesto a colaborar, investigar, ampliar horizontes, mezclarte. En este sentido, ¿cómo empezó tu colaboración con Los Jijos del Maíz?

Surgió como un experimento que es una continuidad de otro que tuve antes en un disco que se llamó “Podrido”, editado en 2001, en el que convoqué a varios músicos para mí muy importantes: Juan Carlos Lobelo en la batería, Jorge Luis Gaitán, extraordinario violinista, y en el contrabajo Aleph Castañeda, que murió muy joven, en paz descanse. A ese experimento acústico se sumaron también algunos coros femeninos a cargo de Silvina Tabbush, o mi hija Valentina Barrios, y otras compas como Maribel Cortés o Susana San José. Y logramos un disco que,  en 2014, quise llevar a la eléctrico, darle más candela. Para lo que convoqué a Josué Vergara, Gustavo Franco e Iker Moranchel, los dos primeros mis sobrinos, con los que ya habíamos hecho alguna colaboración musical, cuando hace unos siete años, Armando Vega Gil, bajista de Botellita de Jerez y escritor de novelas, me pidió hacer un prólogo para un libro suyo, un poema largo en forma de libro-disco que tituló “La ventana y el umbral”, ilustrado por Sergio Arau. Intenté hacerlo, pero me quedó una canción, que grabé junto a Josué, Gustavo e Iker y nos llamamos para la ocasión Los Jijos del Maíz, que sigue teniendo continuidad.

¿Y tu experiencia con Calle 4, en la que llevas tus canciones al terreno de la música bailable popular de Latinoamérica, como la cumbia?

Calle 4 es un grupo muy interesante de son, de bachata, de música afrocubana, que me propusieron hacer una de mis canciones en uno de su discos, y yo aproveché para proponerles hacer un disco con mis canciones, que está pendiente de salir. Es un experimento donde canto mis canciones con otro formato musical totalmente diferente. Es un reto, una forma distinta de cómo vestir mis temas y cómo cagarme encima del dogma del rock y de la distorsión. Yo creo que a veces Rubén Blades es más rock que los Rolling Stones, con todo el respeto sea dicho.

Actualmente representas a la voz crítica de la canción mexicana.

Es un gran halago escuchar eso, porque es un gran compromiso. Yo creo que soy una de tantas voces. Hay muchísimas completamente desconocidas que tendrían que conocerse. Una de mis labores es hacer esto posible. En 1997 organicé el primer encuentro de roleros junto con otros compas, justo para poder encontrar nuestras empatías respecto a la canción, y que ese gran margen que hay entre las canciones que hablan solo del amor y las que hablan de la lucha se estreche y esas canciones se encuentren.

Hablando de rolas o canciones comprometidas, me gustaría que hablaras de una de tus canciones emblemáticas, como es “Prohibido”, que se ha convertido en todo un himno.

Es una canción que escribí a los compañeros zapatistas, concretamente el subcomandante Marcos, en 1994, a los pocos meses del surgimiento del movimiento. Creo que fue la primera canción que se hizo para los zapatistas. Ésta y el “El corrido del pasamontañas”, según me han dicho. En realidad lo hice porque mi novia en ese entonces se enamoró de Marcos y se la pasaba hablando de él, y yo sufrí mucho. Así que tuve que ir al psicólogo, que me hizo entender que, efectivamente, era yo el que estaba enamorado del subcomandante Marcos (risas). Esa canción también expresa una contradicción, porque entonces yo vivía con una compa, a la que amaba y amaré profundamente, y a la vez me enamoré de una chiquilla, que fue un amor prohibido. Se creó un triángulo muy cabrón y la única manera que tuve de sacar lo que tenía dentro fue esa canción. Siento que es como un diván de psicoanalista para mí. Evidentemente, el contexto era justo el surgimiento del movimiento zapatista, ese momento tan esperanzador para muchos, tan grande. Para mí mismo el primero, porque me di cuenta de que sí cabe uno en algún lugar. En esa lucha hemos tenido cabida, hemos sido entendidos los medio raros “anarkopunkies” y demás. Esa lucha me ha dado ánimo para seguir. Desde entonces hasta la fecha hemos tratado de acompañar esa lucha en sus distintas etapas. Ahora mismo, el consejo indígena de gobierno es un resultado de tantos años de lucha del Congreso Nacional Indígena de los compas zapatistas. Para mí, mantienen ese chorrito de luz que cae como una esperanza de que sí existe otra manera de entender el mundo, un mundo donde cabemos muchos mundos. Y que cada vez más siento sus principios: como mandar obedeciendo, el convencer y no imponer… “Prohibido” es para toda esa gente, que lucha por un mundo justo y feliz que tanto añoramos.

Y para terminar, estás en Barcelona invitado por el festival BarnaSants para ofrecer un concierto. ¿Qué significa este festival para ti?

Es un festival único que durante unos meses llena los espacios de la música de autor, da voz a esa gente que en muchos casos es difícil que la tengan. Para mí es muy importante estar aquí, ya lo pensé cuando estuve en Sants en el año 1999 y vi cantar en las cotxeres a los cantautores y me senté a escucharlos y pensé que algún día quería estar ahí. No sabía cómo llegar porque en ese tiempo cantaba en las casas okupadas de Barcelona, en todas las que pude. Y ésta es ya mi tercera vez en el BarnaSants. La primera actué solo en el Harlem Jazz Club y la segunda vine con Los Jijos del Maíz a la sala Luz de Gas.

¿Qué vas a ofrecer en ese recital?

Sigo cantando a la lucha y seguiré cantando a la lucha… a mi manera. No me gusta el panfleto. Yo creo que hay que encontrar otras formas que tienen que ver con el “bien hacer”. Entiendo ese canto urgente, pero creo yo que tenemos que acercarnos a otras formas, a otra información que llegue. Hay que vulgarizar cierta información, en el mejor de los sentidos; en el único verdadero sentido. Vulgarizar el conocimiento, empoderar a la gente. Ya lo dijo el filósofo marxista checo Karel Kosik: “Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto unidad de lo diverso”.

EL CONCIERTO

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La presencia de Francisco Barrios El Mastuerzo en Barcelona se debía a su concierto dentro del festival BarnaSants, que ofreció el pasado 15 de febrero en el Auditori Barradas de L’Hospitalet. Ante un público que lo conocía y respetaba, El Mastuerzo nos brindó un recital acústico acompañado solo por su guitarra, por demás suficiente, pues es un virtuoso de este instrumento.

El Mastuerzo llenó el escenario con su poderosa presencia y su voz, desgranando canciones representativas de su repertorio como la preciosa “Prohibido”, “Ven y mira” o “Nadie sabe”, que interpretó a capella. Temas con letras directas que te agarran por los intestinos o el corazón y ya no te sueltan, y que El Mastuerzo alternó con reivindicaciones del Frente Zapatista de Liberación Nacional (“El corrido del pasamontañas”), las compañeras y compañeros de la industria sexual (“Dulce Carolina”) o una ocurrente versión alternativa a las famosas mañanitas mexicanas (“¿Quién pinche era el rey David ese?”, se preguntó entre aplausos y risas).

Partidario de la libertad de los pueblos y de las personas, El Mastuerzo tuvo también el detalle de cantar una canción en catalán (“La rambla del Poble Nou”, de Joan Lluís Parra) y en euskera (“Txoria txori”, de Mikel Laboa) y rescató también la inmortal “Gallo rojo, gallo negro” de Chicho Sánchez Ferlosio, canción que, según explicó al púbico, descubrió gracias a Rosa León, que le regaló un LP del maestro Ferlosio en 1980 en Madrid. En otro momento del recital recordó a Ryszard Kapucinski, periodista, escritor y ensayista bielorruso, con el que comparte su visión sobre la guerra, “esa guerra normalizada en la que las personas salen a ser exprimidas como naranjas cada día. La humanidad no sabe lo que está pasando”, explicó.

Cerca del final hubo otro momento culminante, cuando el mexicano cantó la canción que compuso para su primera hija, Valentina, y que dedicó “a todas las nenas y nenes rezongones y rezongonas, groseras y malcriados, que no se dejan, y que llegan a ser seres humanos insumisos”.

Y ante la consigna “No más fascismo”, lema también de la edición BarnaSants 2019, el auditorio le vitoreó cuando retó al público a acompañarle en la canción “Te sientes la mamá de Tarzán” al grito de “hijo de Aznar el que no aplauda”; un tema que dedicó a “todos y todas las prepotentes”.

El concierto de El Mastuerzo fue grabado y se editará próximamente en CD.

Fotos: Juan Miguel Morales.

 

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