Brad Mehldau & Ian Bostridge

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Auditori, 26 de febrero de 2019

Con la sala llena (difícil saber quine de los dos músicos aportaba mayor número de seguidores) aparecieron en escena Brad Mehldau (piano)  Ian Bostridge (tenor) y una ayudante para pasar las páginas del pianista (trabajo más que meritorio por lo que requiere de lectura y escucha) el concierto estaba estructurado en dos partes y todo el público podría seguirlo al detalle ya que la información entregada a la entrada era de nota. La primera información curiosa es que ambos músicos se conocieron en unos conciertos en Alemania en 2015 y después de confesar su mutua admiración decidieron que querían emprender juntos algún proyecto. Mehldau compuso algunas canciones pensando en cómo las interpretaría Bostridge y poco tardaron en iniciar una gira para presentarlas por los escenarios del mundo. Esta es la primera parte, poemas de Shakespeare, Goethe, William Blake, en fin romanticismo a raudales para reflexionar sobre lo que para Mehldau (compositor de la música) sería el ascenso espiritual des de la lujuria hasta el amor sin lujuria. A un servidor le resulto una parte un pelín espesa, mientras que Bostridge demostraba sobradamente sus dotes de cantante, con unos giros y unos cambios tonales envidiables (todo esto por supuesto con solo micros de escena colgados a buena altura) Mehldau desarrollaba pequeños cortos que no me llegaron a atrapar en ningún momento. Tras una pausa de 15 minutos (de nuevo correctísimos con los tiempos) aparecen, ahora sin necesidad de ayudante para pasar páginas (a mí eso ya me dio un gran respiro) y nos introducen en el mundo de Robert Schumann, según las notas del mismo Mehldau en estas composiciones, Schumann quiso tratar la ironía romántica como autocensura. Dos arreglos que tuvieron, ahora sí unos aplausos en el intermedio, me disculparéis los “clásicos” pero esa costumbre de no aplaudir hasta el final aunque haya momento sublimes, como hombre de jazz o de flamenco me cuesta respetarla) De nuevo citando a Mehldau el romanticismo de Schumann mantiene el entramado musical sin cambios mientras que en la lírica hay una disonancia narrativa que será el presagio de las incongruencias intencionadas de la cinematografía moderna (como cuándo Scorsese crea una escena violenta con una canción inocente de fondo). Esta segunda parte me atrapó totalmente, Mehldau trabajaba más relajado (o a mí me lo parecía) Bostridge jugaba con los sonidos con una magia especial, como un contorsionista se replegaba en sus canciones, cantando con todo el cuerpo, es todo un espectáculo verlo en acción. Y cuándo parecía que todo había terminado, al menos los que seguían los libretos ya no los miraban. Volvieron a salir para los bises y decidieron irse para los estandars jazzísticos, aquí Mehldau se creció y seguro que una parte del público agradeció el detalle. Volvieron a salir y la guinda del pastel se llamaba Night and Day (Cole Porter) Habré escuchado bastantes veces este tema y no diré que sea la mejor versión pero sí que diré que Bostridge la cantó haciéndola suya (sin imitar a nadie) y Mehldau, bueno la manera en que se fundió con el piano valió por si sola por todo un concierto. Para los que creían que el de Jacksonville sólo era importante por reivindicar a Radiohead les debió sorprender, para los que conocen la obra de Brad Mehldau (sin duda alguna un referente en el jazz actual)  todo un gozo. + info | relacionados

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