Franc O Shea
Franc O´Shea
“Alkimia”
Azulah, 2006
Atención, satanistas: ¿qué hace un disco con reclamo cabalístico en la portada reseñado en una web como ésta, y no de death metal, como sería de rigor (de rigor mortis, se entiende)? Ah, no se espanten, gentes de poca fe, que igual que no es oro todo lo que reluce, tampoco es de Satán todo lo que seduce… Cierto es que la pintura es en realidad un encargo de principios de siglo pasado para el templo de Aleister Crowley, pero no se trata de un detalle ingenuo puesto ahí para hacer bonito, sino un elemento más que dota de sentido global al contenido estético del disco. Para empezar, ya el título alude a un término árabe que significa “transmutación”, refiriéndose aquí a una comunión entre lo físico y lo espiritual, representados respectivamente por la predominante carga rítmica de todas las piezas del álbum –construida básicamente por percusiones étnicas de medio mundo: cajones, tinajas, tablas, gongs, congas, bongos, címbalos, etc.– y por melodías hipnóticas que dejan mucho margen a las improvisaciones solistas. Si ya en un anterior trabajo de Franc O´Shea, Esprit (Alltone Records, 1999), asomaban tanteos de world music, en Alkimia mezcla pasajes árabes, raíces célticas y sonoridad flamenca en una amalgama que de tan buena parece mentira que en este país haya pasado desapercibida… o puede que no resulte tan extraño, considerando que cada vez más se rige por los postulados del pastoreo de borregos tras el callao de las listas billboard y del top-manta televisivo. Grabado entre Barcelona y Granada y editado por su propio sello en fiel comandita con María Romero, Franc O´Shea plantea un hermosamente hilado viaje de fusión entre Ásia, África y Europa. Este joven tocaor del bajo sin trastes es sin embargo gato viejo en explorar sendas musicales que trasciendan más allá del jazz de vanguardia del cual proviene. De hecho, Alkimia surge de su aplicado interés por el estudio del lenguaje flamenco, trasladándose a tierras andaluzas por tiempo de cuatro años. Tras sus noches de juergas con los gitanos del Sacromonte y sus jams con algunos de los colegas que colaboran en el disco –al menos media banda de Paco de Lucía está aquí: Jorge Pardo, Rubem Dantas, Juan Manuel Cañizares… además de un activísimo Nan Mercader (hasta veinte instrumentos llega a tocar a lo largo de los casi 50 minutos que dura el álbum) y las especiales contribuciones del violinista peruano Benjamín Sarfas (en la bulería que abre y da nombre al conjunto se explaya con una bella cadencia que recuerda a King Crimson), el arte en la guitarra de Chema Vílchez (sesionero de artistas de la talla de Richard Bona y John Patitucci, entre otros), el piano de Tom Phelan (émulo del Alan Parsons más ambiental en Dream Catcher) y, sobretodo, los arreglos de flauta de Philippe Barnes (maravillosa su sensualísima revisión de la tradicional Eanach Dhuin)–, Franc O´Shea se empapó del duende y compuso el total de las siete partes que integran Alkimia, canto a la unión y al amor fraternal, pero también un homenaje a los mitos de la antigüedad no occidental, como la literatura persa (The Three Princess of Serendip), el hinduísmo y la tribu americana de los ojibwe (Akasha), guiños a los pueblos que le acogieron en su larga estancia española (por ejemplo en Jayena –o Chayyana, legendario asentamiento moro del que O´Shea conserva un recuerdo casi astral– o los melancólicos aires de tango flamenco que introduce en varios cortes), el misticismo panegírico (Shakti, dedicado a las fuerzas creadoras de la naturaleza), sus orígenes (aunque cuele de vez en cuando alguna riga irlandesa, en realidad nació en el Sur de África…), etc. Pero es sin duda en Anam Cara donde Franc se vuelca más agradecido y sensible, con su pareja en el pensamiento, y en la pista que cierra el cedé, un poético punteo de bajo solo. Y ahora llega el momento de la confesión personal: en su primera audición en la intimidad del hogar, quien esto firma presenció el mágico diálogo de un pájaro en el alféizar de la ventana con las notas de la flauta que decoran uno de los temas. Tal vez ésta sea la mejor alquimia a reivindicar: la comunicación de los seres de planos distintos a través de ese fenómeno a veces irresoluble que es la música.www.francoshea.com // Iván Sánchez Moreno