Dissidenten
Dissidenten
Muestra de Músicas del Mundo
Teatro Fernán Gómez, Madrid
17 de abril de 2009
Los padres putativos del etno-beat siguen en forma sin necesidad de anabolizantes ni giros estilísticos. Hace cuarto de siglo crearon una escuela en la que se aplicaron pupilos como Transglobal Underground o Asian Dub Foundation para la mayor de sus glorias. A día de hoy demuestran que su discurso no se ha quedado anquilosado para nada. Así nos lo quisieron hacer saber en la presentación de su nuevo disco Tanger sessions, urdido en Marruecos junto al grupo local Jil Jilala, orquesta que por desgracia no pudo asistir a la cita. Da la impresión de que fue ayer cuando los alemanes colocaron aquella piedra angular llamada Sahara Elektrik, y aunque las canas pueblan sobradamente las cabezas del bajista Uve Mülrich, el batería Marlon Klein y el guitarrista Roman Bunka, el nervio y la curiosidad persisten a flor de piel como antaño.
En esta ocasión además de la presencia de Elke Rogge, la zanfonista procedente de Stuttgart, contaban a los micrófonos con las inconmensurables voces con aliento de muecín de Menanna Ennaoui, una menuda y salerosa vocalista de Amsterdam que no paraba de bailar sensualmente, y el afincado en Bélgica Noujoum Ouazza, que esgrimió el laúd con sobrada garra, y por si fuera poco obró como animador y rapsoda en los inicios de muchas de las canciones. La última protagonista de excepción era la violoncelista Susanne Paul, que a pesar de su aspecto de recatado ratón de biblioteca, o músico de cámara, escondía en sus adentros a una roquera de las de cazadora de cuero y muñequera de pinchos. La exaltada intérprete rasgaba un cello eléctrico de cinco cuerdas con tanta saña como puedan hacerlo con sus guitarras Metallica. Porque, no nos engañemos, la traslación al directo de Tanger Sessions es la de una potente banda de rock que se codea sin prejuicio alguno con la música árabe y oriental. Y hace alardes de una pirotecnia que incluye solos de guitarra, zanfona, laud y batería, así como de una entrega que quedaba manifiesta en el movimiento de cervicales y pies, que marcaban los músicos sobre el escenario al más puro estilo headbanger.
Vanos resultaron los intentos de Noujoum por intentar que el público corease los estribillos de las canciones en árabe. La dificultad de su vocalización en las butacas le hizo sonreir, pero no persistir en la tentativa. Uve saludó a la audiencia en castellano y ejerció de introductor de las canciones en inglés. Así en Akaboune´s homage: This is the world / not your country espetó a la audiencia con un filosófico y globalizador "No importa tu país, importa el mundo". La potencia de Morock´n´roll, todo un guiño inconsciente al álbum de los británicos y progresivos Brand X -; Song 4 a rainbow: make wars history, donde Noujoum clamaba a través de un megáfono a la manera de un manifestante o un líder sindical; The world is a mirror – como un poema de Khalil Gibran; o Truth is the only religion, tema en la que Susanne destacó por encima del resto al tocar su cello distorsionado con acordes, como si fuera una guitarra eléctrica, y en el que para más inri ejecutó un afilado solo que sonaba a heavy-metal por los cuatro costados; descubrió a una banda que lo da todo y que sabe ganarse los favores del público con su sobria pero cálida puesta en escena.
Dissidenten hicieron mutis tras este tema, pero los constantes gritos de "¡Otra! ¡Otra!" les devolvieron pronoto a las tablas. Atacaron Inshalla, un extensivo tour de force de más de diez minutos en el que fueron relevándose a los solos. El único que quedó en segundo plano fue el bajista Uve Mülrich, quizás en un intento de mantenerse al margen de un protagonismo que quedó patente en la talla de sus paternaires. Hubo otra tanda de bises con dos temas más. El público se levantó por segunda vez de sus butacas para brindar una sonora lluvia de aplausos como merecía la ocasión.¡Dissidentenu Akbar! // Miguel Angel Sánchez Gárate