Dino Saluzzi Group
48 Voll Damm Festival de Jazz de Barcelona.
Conservatori del Liceu, Bcn. 9 de noviembre de 2016
Tendría seis años cuándo iba a escuchar a mi tío Enrique “El tronera” y al “Tarro” dos campesinos de mi pueblo que tocaban en las tardes de verano sus guitarras y laúdes, ante mi mirada atenta. Siempre que acudo a un concierto busco aquella sensación, anoche escuchando a Dino Saluzzi por fin la encontré ¿Por qué no se llenó el Conservatorio si teníamos delante de nosotros una de las mejores propuestas musicales que existen en el mundo? Sencillamente porque muy poca gente conoce a este músico: ningún medio de prensa habla de su música, es más, ni en el reportaje sobre este festival se le nombra. No hace concesiones, no toca temas conocidos, no es una estrella, es un hombre sencillo y eso no triunfa, que pena. Disfrutó Saluzzi de hablarnos de su vida, de su infancia, de echo presentaba su trabajo, El Valle de la infancia, ECM 2014. Acompañado como siempre por su familia, es como esas troupes del mundo del circo, sigue viajando por los festivales del mundo para acercarnos la música de su valle. Se fue de allí a los 14 años, pero musicalmente nunca se ha ido. Con su hermano Félix Saluzzi al saxo tenor y clarinete, su hijo José María Saluzzi a la guitarra española y requinto, su sobrino Matías Saluzzi al contrabajo y bajo eléctrico y Quintino Cinalli a la batería y percusiones forman un quinteto familiar y entrañable que funcionan como un reloj suizo, cinco hombres que intentan ser fieles a unos arreglos que Dino Saluzzi ha realizado como si todavía estuviese haciendo los deberes musicales que le ponía su padre. Es un trabajador incansable, su habilidad para fusionar su música tradicional con el jazz o la música contemporánea es única. Pero por otra parte, mientras estaba escuchándolos me daba la sensación que cada mirada del maestro ofrecía todo un cambio de estrategia y que todo era posible en ese concierto, como si nada estuviese planeado. De repente lo veías mirar de soslayo al percusionista y decirle sin hablar “eso mismo estaba pensando yo, adelante”. Cuándo explica los temas lo hace desde la sencillez, “vamos a tocar una milonga, que es como una especie de danza que viene del candombe y de la habanera” suele interpretar folklore del norte que es su tierra, así que no podía faltar la Chacarera, “esto sería lo primario” nos dice mientras se arranca con un solo de bandoneón impresionante, porque así se entienden las cosas, cuándo menos lo esperas el resto del quinteto ya está dentro. Después de un tiempo que no sabría medir, la Chacarera se acaba y ya está Dino Saluzzi renegando de que a la música tradicional algunos la llamen clásica, “sólo hay dos tipos de música la linda y la fea”, mientras va hablando, se dirige a un bebe que no hace más que llorar todo el tiempo. “esperadme papito que ya termino” y decide pasar a la acción, pero pronto es su hijo José María que se queda solo con la guitarra, un largo solo dónde conjuga el folklore de su tierra, con el español e incluso diría yo que con el portugués, un momento maravilloso. En el concierto hay momentos para todas las formaciones, solos de bandoneón, normalmente iniciando el tema, solos de guitarra, momentos para que el contrabajo se luzca, tiempo para que el bajo eléctrico y la batería nos conduzcan a esos ritmos tribales tan perfectos. El saxo de Félix Saluzzi disfruta con los contrastes, normalmente el clarinete bañaba la música del valle de sonidos cálidos, pero el tenor tuvo momentos más agresivos, momentos en que se le venía encima al bandoneón, buscando respuestas a preguntas sin resolver. Pero a diferencia de los solos en los conciertos de jazz en que solemos premiar al autor con cálidos aplausos, nadie se atrevió a aplaudir ninguna intervención, por majestuosa que fuese, nadie se atrevía a romper esa atmosfera que se creó. Siguió acordándose de su familia, aprovechó para tocar Mónica en honor a su hija, es un tema precioso incluido en su disco Responsorium, ECM 2001. Y pretendía cerrar la noche, presentó a los músicos e intentó marchar, el público puesto en pie lo ovacionaba hasta que tuvo que volver. Aprovechó para saludar al bebe que lloraba, se lo subió al escenario y mientras seguía recordando a sus nietos (creo que ya se ve tocando con ellos) dijo que harían un valsecito. Volvió a desplegar el bandoneón y dejó que sus manos hablaran, su hijo de nuevo se marcó un momento mágico y después los dos primos, guitarra y contrabajo demostraron, con su saber hacer, que hay Saluzzi para rato. Increíble. Sin duda alguna Argentina ha dado dos nombres claves para la historia de la música, Astor Piazzolla que renovó el tango a través del jazz y del atrevimiento y Dino Saluzzi que sigue renovando su música desde el recuerdo y el estudio. + info | relacionados | Candido Querol