Jordi Savall – Folías Criollas

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Jordi Savall

Folías Criollas. Teatre Grec. 25 de julio, 2011

Tras revisar sistemáticamente el legado musical antiguo –preferentemente medieval, renacentista y barroco–, Jordi Savall lleva ya unos años rebuscando en las músicas de fusión, siempre partiendo de escrupulosos criterios historicistas y de una rigurosa pulcritud musicológica que le lleven a recuperar sonoridades ancestrales con instrumentos de época con el objetivo de aunar pueblos a través del arte de Euterpe. Después del éxito de programas como los de Orient-Occident: Diàleg de les Ànimes (2007), Jerusalem: La Ciutat de les dues Paus (2008) y Mare Nostrum: Espai de diàleg i diversitat (2009), Savall vuelve a explorar la world music del pasado con estas Folías Criollas: La ruta del Nou Món, en pos de las raíces indígenas que quedaron mezcladas con las formas y la lengua de los conquistadores y la influencia de los esclavos negros provenientes de África. El resultado es un contraste entre diversos mundos estéticos, centrado sobre todo en repertorio mexicano en el que se deducen rasgos de flamenco, joropo y son. No en vano, algunos géneros musicales autóctonos han conservado su nombre original: fandangos, seguidillas, jotas, canarios, villancicos y chaconas se alternan con guarachas, cumbias, cachuas y otras danzas derivadas de aquéllos. El riquísimo mestizaje hispanoamericano queda reflejado de modo más vivo en la cultura huasteca, llanera y jarocha, y para conseguir una mayor honestidad en dicha hibridación, Savall reclutó para la ocasión a músicos del otro lado del Atlántico. Así, repartidos entre las tres formaciones que acrisolaba el certamen –Hespèrion XXI, La Capella Reial de Catalunya y el Tembembe Ensamble Continuo– se encontraban representantes de toda la península ibérica, Argentina, Colombia, Venezuela, México, Francia, Inglaterra, Siria y Palestina.

No obstante, el último espectáculo musical del Festival Grec no fue un concierto al uso: era una fiesta. Piezas como el Dindirindín, el Balajú yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Jordi Savall - Folías CriollasJarocho o el dicharachero Arrancazacate que cerró el recital antes de dos divertidos bises así lo pusieron de manifiesto, elevando el ánimo de la gradería de manera inusual para lo que es la costumbre de Savall. Y es que a Savall se le descubría feliz y pletórico, contagiando su vitalismo en quien lo escuchara… aunque, eso sí, con hiératica actitud, pues Savall optó por intervenir como un miembro más de la extensa formación en el escenario –destacando en momentos de lucimiento solista como las folías que dan nombre al evento o las ágiles cadenzas de viola de gamba con que amenizó algunas piezas de los siglos XV a XVIII–. La verdadera estrella de la función no fue sin embargo ni Savall ni su mujer, la soprano Montserrat Figueras (que interpretó en solitario tres danzas de Juan Hidalgo y José Marín y la clásica nana andalusí Duerme mi niño), sino La Iguana bailada por el multiinstrumentista Enrique Barona, quien se metió al público en el bolsillo en varios momentos del recital con sus intervenciones musicales. Al frente de toda la jarana, Patricio Hidalgo obraba de maestro de ceremonias improvisando rimas y coplas para envidia de hip-hoperos con ínfulas de pavo real; Donají Esparza compuso los zapateados (hermosísimo el dúo con Iván García “El Negro”, que abandonó su lugar en el coro en un arrebato de bailonga alegría); imponente y preciso como siempre el fiel escudero Pedro Estevan a cargo de la percusión; sobresaliente Xavier Díaz-Latorre en guitarras y otras cuerdas en las jácaras; Andrew Lawrence-King y Lepoldo Novoa se enzarzaron en un emocionante duelo de arpas y un Fahmi Alqhai en estado de gracia –quien hace casi una década todavía soñaba con ser el guitar hero de una banda heavy– estuvo más que correcto en los contrapuntos junto al maestro Savall.

El repertorio barajaba temerariamente lo culto y lo popular con suma naturalidad, con licencias a letrillas ligeramente picantes. Para tal fin, Savall había seleccionado y/o adaptado muy cuidadosamente títulos conocidos de Mateo Flecha, Gaspar Sanz o Santiago de Murcia –ya sea por versiones propias (las de Savall en El pájaro de la felicidad, publicado por Auvidis en 1993) como ajenas (las de Infinimusica y L’Arpeggiata, por ejemplo)–, además de otras canciones denominadas “de ida y vuelta” –o reconvertidas tras su paso por las Américas–. Sólo por ese esfuerzo de investigación y buceo merece el sabio Savall el más grande de los respetos. www.jordisavall.es | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno