Coses nostres de Ramon Madaula

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Coses nostres de Ramon Madaula
Sala Atrium. Barcelona del 8 de abril al 10 de mayo.

Escribir una crónica sobre un espectáculo dramático en el que se replantea no solo la realidad teatral sino, especialmente, la función de la crítica en ese entorno, y por extensión en el mundo del arte, es, como mínimo, redundante. O despiadado, o sorprendente, o vengativo, o manipulador, o inútil, o interesado, o tantos y tantos otros calificativos que se oyen, o se intuyen, en esta larga  y fructífera conversación entre un creador y un crítico que nos propone en su obra, Coses nostres, Ramón Madaula.

Porque de eso se trata, ni más ni menos; de una reflexión a dúo sobre la labor, en este caso concreto, de un afamado director y de un influyente crítico teatral. Al menos en apariencia, porque en realidad el afamado director está en la cuerda floja laboral porque no tiene las influencias que querría, y el influyente crítico no deja de ser un dramaturgo frustrado perseguidor, en el fondo, de la fama que no tiene y que él puede, o no, otorgar a los demás. Hay una especie de cambio de papeles que, al final tendrá solución, no sabemos si la justa, pero si la lógica viendo el desarrollo de la trama.

Es, por consecuencia, una obra de texto, una obra donde todo se expresa con palabras, de acción mínima, y que por ello necesita una contundencia y una profundidad dramática que está en el escrito que el autor ha llevado, también como director, hasta la Sala Atrium. Un diálogo que reúne lo necesario para, con un punto de humor, hacer reflexionar al espectador sobre los entresijos del arte teatral, tanto desde dentro como desde su entorno más cercano. Y para que este impecable texto, que se va desarrollando de forma pausada, pero implacable; que nos muestra a cada uno de los dos protagonistas con la crudeza , y también la comprensión, necesarias; que lleva la reflexión mucho más allá del aparente dialogo del director y su crítico, transportándola hasta la funcionalidad, la necesidad y la realidad desde el interior, y desde los aledaños, del Arte en mayúsculas; es necesaria una labor actoral sobresaliente, como la que aquí hemos disfrutado.

Raimon Molins está simplemente perfecto. Adopta una actitud entre infantil y cargada de interés e, incluso, de dulce maldad, que en realidad no es tan dulce, con la que viste su personaje, eliminando de esa manera muchos de los clichés que se nos podrían venir a la cabeza pensando en el creador endiosado que busca su supervivencia en un mundo tan competitivo.  Esto le lleva a afrontar su personaje, lleno de especulación e intereses personales, como algo que fluye de una forma casi natural, potenciando con ello esa misma intencionalidad que subyace en el texto.

Le da la réplica Albert Pérez, en su función de crítico omnipotente, que califica la labor de los demás desde la barrera, con una sapiencia infusa que le permite juzgar sin ser juzgado y al que, poco a poco, vemos como se le va destruyendo ese mundo que ha creado a su alrededor. Una difícil transición que el actor nos transmite de forma más que convincente.

Como siempre en esta sala, la escenografía se adapta al espacio singular de la misma, en este caso con un ejercicio de autenticidad, donde los actores comen, beben, fuman y se mueven por la escena, creando la atmosfera realista que le conviene al texto.

Coses nostres es una necesaria reflexión sobre la cultura, que ha sabido plasmar aquí Ramon Madaula, y para lo que ha contado con dos inspiradísimos actores, Raimon Molins y Albert Pérez, en ese texto de cazador cazado, que tanto nos puede hacer pensar.

Después de escribir esto, uno tiene la sensación de, en alguna forma, alargar la función con una crónica que reflexiona sobre lo visto, en un alarde de involuntario (¿o no?) protagonismo, absolutamente imperdonable y absurdo. Hasta aquí llegan las influencias de Coses nostres. +InfoFederico Francesch | DESAFINADO RADIO