Conjunt XXI!
Conjunt XXI!
Naumon, Barcelona
3 de noviembre, 2007
Coincidiendo con las representaciones en el Teatre del Liceu del Diario de un desaparecido y El castillo de Barbazul –de Janacek y Bartók respectivamente–, la Fura dels Baus ha encargado un repertorio alternativo al joven Conjunt XXI, residente del centro cultural flotante que regenta desde el año del Fòrum. Reubicada in extremis en el extremo más ignoto del puerto de Barcelona debido al expansivo Salón Náutico Internacional, la Naumon no es a priori precisamente el sitio más idóneo para un concierto de cámara –de camarote, mejor dicho–. Contra todo pronóstico, la bodega (ligeramente abovedada) de este oxidado carguero presume de una acústica excelente y supone un inédito espacio para renovar el aletargado interés de un género clásico que no suele considerarse con la atención que se merece en los grandes auditorios. Nacido en 2004 por iniciativa de los alumnos de la ESMUC –bajo la dirección de Marta Carretón y Marius McGuinnes–, integran el Conjunt XXI un total de 18 músicos y 13 instrumentos (más la voz de la mezzo-soprano Eulàlia Fantova) y en su corta carrera destacan proyectos tan enriquecedores como el Orfeo de Monteverdi o este monográfico sobre músicas de Hungría. Lejos de una típica visión paternalista y politizada de la música autóctona, Bartók y Kodály compilaron melodías y canciones de la zona comprendida entre Hungría y Rumanía. De ahí surgieron las 6 Danzas rumanas interpretadas por el grupo, obra que sin embargo recibió las más fieras críticas por centrar su interés en el folklore rumano, checo y eslovaco y no tanto en el de su tierra natal. Mejor acogidos por el público, el ciclo de Canciones populares que compusiera Bartók en 1933 en homenaje al 80º aniversario de la Sociedad Filarmónica de Budapest fue concebido aprovechando la máxima coloratura y energía rítmica del tradicionario balcánico. Muy expresivas (y casi histriónicas), las 5 Canciones –en boca de la citada Fantova– oscilaban de la alegría a la letanía en un suspiro, a base de la superposición de instrumentos que no obstante parecía aquí no desperezarse nunca del todo. Esa misma sensación deslucida la provocó la suite Háry János de Kodály, recreación de la ópera del mismo nombre basado en un viejo cómic sobre un charlatán de taberna que cuenta mil batallitas que nadie se cree. Brillante en algunos momentos –los vientos de la marcha napoleónica, el cadencioso inicio de cuerdas en el 3er movimiento, la parte solista de saxo que enlaza con la pieza más de raíz–, en general le faltó la vidilla que reclama una sarcástica pieza como ésta. Corrió mejor suerte la adaptación para escena de La zorrita astuta, obra inspirada también en una serie de viñetas humorísticas a las que se aficionó Janacek al final de su vida. Aunque checo de nacimiento, la concepción de Janacek está más cerca de la estética “fronteriza” de Moravia, siguiendo para el proceso los mismos pasos de exploración musicológica de sus colegas Bartók y Kodály. Apasionada y vitalista, la historia de Hrasta y el resto de la fauna amiga contiene toda una gama de gestos musicales que describen a la perfección no tanto la atmósfera como sí la psicología de los diversos personajes. A ello no sólo contribuye la versión que Václav Talich sintetizara a partir de fragmentos de la ópera original, sino además la inteligente reorquestación de Sergi Casanellas y Raquel García, quienes supieron sacar punta a los colores de una paleta limitada a 18 músicos. Notable, pues, la propuesta de este conjunto apadrinado por La Fura, que ojalá acabe siendo tan próspero como más osado en futuras ocasiones. // Iván Sánchez Moreno