Comida & Revolución
¿Qué come El Comandante?
Conocer algunos de los secretos del coloso de la Revolución Cubana ha sido y sigue siendo batalla perdida hasta para sus propios paisanos, quienes en su mayoría se quedarán con las ganas de saber incluso en qué punto de la isla se encuentra su residencia privada.
Pero si nos referimos a las “intimidades culinarias”, la cosa es aún más enigmática. Prácticamente nunca se ha hablado de algo tan simple, y a la vez tan decisivo para entender incluso sus estrategias políticas, como es lo que a la hora de comer se pone en plato El Comandante. Por fin parece que alguien ha podido indagar en el tema y su último biógrafo, Norberto Fuentes, da algunas pistas sobre las debilidades gastronómicas de Fidel Castro (por ejemplo, le gusta tomar el té sin azúcar) en su libro La autobiografía de Fidel Castro, el paraíso de los otros (Editorial Destino).
Cuba al dente
Antes de la explosión revolucionaria, en Cuba prácticamente no se conocía la gastronomía italiana. Fue a partir de 1961 cuando empezaron a surgir pizzerías por todos los rincones de la isla. Pero esta especie de obsesión italianizante se hacía evidente incluso en el parque automovilístico de la isla –se podían ver dirigentes del gobierno en sus Alfa-Romeo– o en la industria cinematográfica representada por el ICAIC –Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica–, que no pudo evitar las influencias del Neorrealismo italiano y que también sucumbió a la tentación de la pizza, inaugurando en su propio edificio la Pizzería Cinecittá, una de las más emblemáticas y simbólicas de la época.
Obviamente, de esta locura italiana no se libró ni el mismísimo Comandante, de quien se dice que en 1982, en ocasión de una visita a su casa del bailarín español Antonio Gades y su mujer Pepa Flores (en aquel entonces, aún Marisol), cocinó unos spaghetti –supuestamente elaborados por él con una máquina para hacer pasta que le enviaron desde Italia– acompañados con “subversivas” salsas a base de soja y naranja.
De forma imparable, la pizza y la pasta fueron sustituyendo a frijoles, yuca, puerco y malanga de los menús cubanos. Así, los spaghetti pasaron a ser ingrediente fijo en la libreta de abastecimientos y uno de los alimentos básicos de los cubanos, hasta tal punto que se les bautizó con el sobrenombre de “playa larga”. Se escuchaba “¿qué comiste hoy, compay?”, a lo que se respondía “playa larga, igual que tú”.
Sus otras debilidades
Junto a la cocina italiana, la otra gran pasión gastronómica de Castro es la comida china. Parece que la cosa se remonta a sus tiempos de universidad, cuando El Comandante solía acudir al Barrio Chino de la capital cubana –formado por los emigrantes asiáticos llegados a la isla en 1929– para comer en uno de sus mejores restaurantes. En cuanto a los postres, hay constancias de que el dirigente cubano prefiere un coco glacé o una buena tabla de quesos franceses al guenguel, postre típicamente cubano a base de maíz molido, canela y azúcar. // María José López Vilalta, ‘La Morocha’
Coco glacé o Nieve de coco
Ingredientes: Pulpa de coco, azúcar, miel de maíz y 1 coco.
Elaboración: Poner la pulpa en la licuadora, agregar el azúcar y la miel, y mezclar. Meter en la nevera, removiendo la mezcla cada media hora. Repetir la operación dos o tres veces. Servir en el coco bien frío.