Carola Ortiz: Sirim
Carola Ortiz: Sirim
CAT, Barcelona, 30 de junio de 2016
Poder presentar un disco de la manera como lo hizo con Sirin, su primer trabajo, la cantante, clarinetista y compositora Carola Ortiz es todo un lujo. En realidad, poder grabar un disco como lo ha hecho ella, con esa nómina impresionante de artistas al servicio del mismo, es algo casi inaudito en los tiempos que corren. No voy a poder contenerme y voy a citar a los artistas que estaban con ella en el escenario la otra noche, artistas que incluso en algún caso hicieron puntuales intervenciones. La lista es larga y la voy a ordenar tal como en el disco viene, empezando por la propia Carola Ortiz que nos ofreció su voz y su musicalidad con los clarinetes. La percusión fue patrimonio de Aleix Tobías; quedando las guitarras en manos de Pau Figueres, Guillermo Rizzotto y Jurandir Santana. A los teclados, Marco Mezquida. Al bajo Miquel Álvarez. Rubén Fernández haciendo los coros y Edurne Arizu con el acordeón. El cuarteto de cuerda lo formaban Sandrine Robilliard, Lluna Aragón, Sol Vicente, a la que se añadía, con respecto al disco, el violín de Laura Gaya. Entre las ausencias, la de Giulia Valle, al contrabajo; Xavi Lozano a los vientos y la percusión con las maracas venezolanas de Manuel Rangel. Un verdadero lujo.
Poderse expresar en un primer disco como protagonista absoluta con esa nómina de músicos junto a ella no es, como decía, nada corriente. Pero es que Carola Ortiz se ha ganado el derecho de poderlo hacer gracias a su trayectoria profesional anterior, donde ha coincidido con la mayoría de estos músicos ―¿o con todos?―, en multitud de proyectos en los que ha colaborado con mayor o menor protagonismo, pero siempre con esa calidad interpretativa de la que hace gala.
En un CAT repleto, vestida con el atuendo oficial de esas sirin que dan título al disco, aves mitológicas, medio mujer, medio pájaro ―un ceñido terno, rematado con grandes plumas― que destacaba su mitad canora junto a la femenina, empezaba el concierto cantando a capela, junto a Rubén Fernández, un fragmento de Los árboles, para seguir con Bailarín misterioso, ese tema lleno de sugerencias, en un comienzo donde, posiblemente debido a la misma emoción del momento, parecía que le costaba centrarse, pero enseguida se vio que era solo un espejismo, y que íbamos a disfrutar de verdad. Llegaba luego, Alma gemela, una elegía hacia un amor que la guía, transmite la letra
Se iba entonando la cantante y acoplándose los acompañantes, que se iban sucediendo en el escenario donde ya había dejado su fantástica huella Marco Mezquida a los teclados, y la cantante nos explicaba lo complicado de organizar un concierto como éste que, por otra parte, se le antojaba, que iba transcurriendo demasiado rápido. Con Free Bird era el turno de Pau Figueres que aportaba un tono latino a esta balada de claros aires anglosajones, con un marcado ritmo sincopado, donde también era Carola Ortiz la que volvía a empuñar su clarinete, para llegar a ese final con palmas flamencas. Y aquí ya, liberados de la tensión, el concierto empezó a crecer libremente, como ese pájaro que nos acababa de acompañar en el escenario.
Tras una preparación con las percusiones de Aleix Tobías, llegaba una de las canciones más bellas del disco, Amor Prohibido, llena de reminiscencias centroeuropeas, cercanas a las músicas sefarditas, donde asistimos al dialogo a tres de su clarinete, la percusión y la guitarra, en esa noche de hechizos de la que nos habla el tema.
Las influencias, ahora, nos llegaban del otro lado del océano, y para el viaje contábamos con Guillermo Rizzotto que, con las notas de su guitarra, nos llevó a esos lugares, como dice la letra de Mi mar, donde cantaba Alfonsina, aquí con las notas del cuarteto de cuerda envolviéndola. Es éste otro de los temas más destacados del disco y uno de los que mejor sonó en el directo.
Y ahora nos íbamos a Venecia, donde ella, hija de un gondolero, tiene su corazón prisionero. Conocíamos la versión que junto a Edurne Arizu podemos encontrar en la red. Aquí, esta bella balada, Villanelle, que de alguna manera nos podía recordar la música impresionista francesas, se veía potenciada por la presencia, además de la acordeonista, nuevamente del cuarteto de cuerda, con unos arreglos magníficos, llenos de clasicismo y una Carola Ortiz que, literalmente, interpretaba el tema, siendo uno de los más aplaudidos.
Llegábamos a Barcelona, tras navegar por muchos mares, con Records de l’Havana, con músicas que se alternan, donde las voces eran un instrumento más, y que sirvió para que escucháramos algunos de los solos más interesantes de la noche, como el que protagonizaron casi al unísono Aleix Tobías y Miquel Álvarez. Era entonces, Mariona, la canción con la que concluía el concierto, con su aire de funk, alegre, desenfadado, donde nos habla de una chica que ha tenido una historia muy triste, pero que afronta la vida con alegría. Un homenaje a alguien que la impresionó, explicaba.
Para los bises había reservado la canción Los árboles, con la que comenzara el concierto, pero esta vez de forma completa. Con todos los músicos en escena y con la participación de los asistentes en ese pegadizo estribillo: «Amor, amor», que incluye la letra.
Finalmente, ante la insistencia del público, que se había quedado con ganas de más ―llevábamos hasta aquí apenas una hora de concierto―, Carola Ortiz nos presentó una primicia. Un tema que, como dijo, formaría parte de su nuevo trabajo, que nos quería trasmitir un mensaje de paz, de amor, de respeto, donde habla del agua que forma parte de todos nosotros, lo que nos une como humanos. Y así presentando y agradeciendo a todos los músicos que la acompañaban su generosidad, así como a todos los que la habían ayudado, y también al público, concluía el concierto.
Como decía al principio, presentar un disco ―casi de forma literal, porque prácticamente se ciñó a los temas del mismo― en estas condiciones es un lujo al que pocas veces podemos asistir. Un disco lleno de temas interesantes, como los citados Amor prohibido, Mi mar o Villenelle, que puede que, como ocurre muchas veces en todo primer trabajo, da la sensación de que Carola Ortiz ha querido abocar todo lo que llevaba dentro con, posiblemente, una mezcla algo ecléctica y poco definida de estilos. Peccata minuta en un trabajo de concepción acertadísima, con unas canciones inspiradas, igual que los músicos, y una realización impecable. En el concierto nos ofreció un adelanto de su nuevo disco, al que seguro que tendremos que esperar bastante tiempo hasta que se diluyan los ecos de Sirin, al que auguramos larga vida. Una espera que se nos antojará leve, teniendo en nuestras manos su reciente trabajo, que podremos ir disrutando mientras tanto. +Info | Relacionados | Texto y fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO