Aparentemente poco tiene que ver Buenos Aires con Estocolmo, pero tampoco tenía nada en común esa ciudad con Cuba, hasta que el Sr. Trueba “recuperó” al magistral Bebo Valdés de los fríos ambientes suecos en los que vive hace más de cuatro décadas. Así que algo tendrá la ciudad escandinava para que los ritmos calientes y pasionales de América del Sur encuentren allá la inspiración. Este es el caso del tango con que ahora nos sorprende Beata Söderberg, para muchos, la nueva estrella del tango argentino. Parece que la sueca descubrió tan noble género mientras seguía un master de música clásica en la Escuela de Música de Manhattan en Nueva York. Esas trampas que tiende la ciudad de los rascacielos… Dicen que entró por casualidad en una milonga y quedó prendada ante tanta pasión. A partir de ahí, se con virtió literalmente en una adicta al tango por vena, hasta el punto que superando su supuesta frialdad escandinava, se metió a componer temas en secreto. Después dio el paso definitivo: se plantó en el corazón porteño con violonchelo en ristre y ganas de sumergirse en vivo y en directo donde el tango late con más intensidad. En Buenos Aires graba su primer disco, Beatitudes: un trabajo de tango con aires nórdicos llenos de melancolía. Parece que Beata dejó a los argentinos pasmados con su personal e contundente forma de interpretar su música. Hasta tal punto que el álbum fue nominado para uno de los premios más prestigiosos del género argentino, el Premio Carlos Gardel en la categoría de Mejor Álbum/Artista del Tango Nuevo. Ya con su banda, Justango –compuesta por músicos argentinos-, Beata Söderberg graba este Bailata cuyos temas son todos de composición propia. El resultado es un tango virtuoso, diría casi perfecto, elegante y bonito. Y aunque está muy lejos del tango malevo, por el que algunos sentimos una debilidad especial, nadie puede negar el mérito a la tenacidad y al buen gusto a esta sueca que un día perdió el Norte por culpa de ese sonido “que se apiada del dolor de los demás”, como dijo el gran Homero Manzi.//MariaJo López Vilalta –La Morocha-