Arctic Paradise 2012
V.V.A.A.
“Arctic Paradise 2012” Fimic, 2011
Esta preciosa edición en disco-libro esconde pequeños tesoros. En realidad, Arctic Paradise contiene 16 perlas representativas del catálogo finlandés para este nuevo año en curso, con la intención de dar a conocer el nuevo folk y las últimas tendencias en música contemporánea. Por supuesto, van a echarse en falta muchos nombres notorios del panorama musical patrio como Värttinä, Pan Sonic, Jimi Tenor, Leningrad Cowboys, Apocalyptica o el director Esa-Pekka Salonen, añadiendo mucha menos presencia de la que uno esperaría del estupendo minimalismo nórdico que bebe de fuentes como las de Kaija Saariaho, Eino Rautavaara, Magnus Lindberg o el rock progresivo de Pekka Pohjola, del que diera buena cuenta Mike Oldfield en sus años mozos antes de teñirse el pelo con pan de oro. Al respecto, el subtítulo del disco –Contemporary Folk Music From Finland– ya delimita unos márgenes muy claros que no obstante dejan sitio para otros estilos más putativos como el jazz o el hip-hop –reconvertido aquí por Paleface en un cruce entre los melismas arábicos, los ritmos reggae y el estilo de canto yoik, en una amalgama muy similar a la que propone Lenine en otras latitudes y con otros lenguajes–.
En efecto, la música de Finlandia demuestra haberse nutrido de influencias foráneas muy diversas como expone el grupo Sväng, de resonancias balcánicas –la contagiosa Schladtzsche! da fe de ello–, además de combinar sus músicas de raíz con sonidos más metaleros (Suo) y jazzísticos, con toques incluso flamencos (Piirpauke). Formaciones como el dúo Lepistö & Lehti, del ensemble Värttinä, se mueven entre las aguas del r&b y la música clásica, tal y como apunta su Waltz For Eino. También hay lugar para la célebre polka en una buena parte de los cortes incluidos aquí: Antti Paalanen, Vilma Timonen, los citados Piirpauke, etc. Éstos, por cierto, presumen de tener entre sus filas a un flautista como Sakari Kukko, un virtuoso que hace sonar su instrumento como si fuera un txistu vasco. Por su parte, el hipnótico ritmillo de acordeón que teje Paalanen (Boggler) hará sin duda las delicias de los fans de Gotan Project.
El comentario sobre el tango no es ninguna casualidad. Intérpretes como el crooner Eino Grön o el bajo operístico Matti Salminen han hecho mucho por revitalizar un género muy famoso en tierras finlandesas antes de ser exportado a orillas argentinas hasta ser fagocitado como una música autóctona. Por eso, artistas como Johanna Juhola –en solitario o al frente de la Tango Orchestra Unto, que comparte músicos del Nordik Tree– parecen homenajear al maestro Piazzolla sin por ello dejar de sonar “nórdicos”. A ello contribuye la amplia presencia del instrumento rey, el acordeón, en buena parte de los contenidos del disco: Maria Kalaniemi –en I Fjol, un tema que no desentonaría en absoluto en el repertorio de Loreena McKennitt, Márta Sebestyén o Iva Bittová, aunque provengan de rincones tan remotos del mundo–, Markku Lepistö, Kimmo Pohjonen, Teija Niku, Antti Paalanen, Johanna Juhola… La primera de las citadas cuenta a su lado con dos de los más importantes músicos locales, como son Pekko Käppi y Eero Grundström (Sväng, Wimme), auténticos genios del jouhikko y la armónica respectivamente. El jouhikko, cabe decirlo, es otro instrumento estrella del folklore finlandés, aunque esta especie de lira, hecha con crines de caballo, surge de orígenes suecos.
Las otras sonoridades características de la música folk nacional son las del kantele –una suerte de cítara que se puede escuchar en manos de Vilma Timonen–, el pelimanni –un tipo de danza apoyada especialmente en el violín y que ha perdurado hasta en el jazz y el pop-rock, como manifiestan bandas como Karuna, Frigg y Nordik Tree– y el estilo de canto runo, a partir de la adopción popular de la música secular de la iglesia ortodoxa durante los siglos XVIII y XIX. Éste se reconoce por adherirse la melodía a la prosodia natural del habla finlandés, hasta el punto de que toda leyenda ancestral se suele acompañar en su relato por formas musicales como los épicos yoik y sus derivados rekilaulu, kalevala o itkuvirsi, el cual se asemeja al lamento de “nuestro” adagio y que se canta habitualmente en funerales y fiestas de despedida. Wimme ofrece en Sohka un ejemplo modernizante de balada yoik; Veera Voima, líder de Suo, hace lo propio acompañada por el contrabajista del cuarteto de Juhola (Manan unia).
Pero donde los finlandeses no tiene casi rival es en la creación de atmósferas, como bien supo aprovechar Hector Zazou en sus Songs From The Cold Seas (Columbia, 1994). No en vano, en uno de los profusos artículos que colman el disco-libro que nos ocupa, Simon Broughton (responsable del sello Rough Guide y co-editor de la revista Songlines) define la música finlandesa como un particular estado mental. El ambient electrónico de Wimme, el mesmerizante Pekko Käppi y, por descontado, el extracto del inquietante Uniko (Ondine/Diverdi, 2011) de Kimmo Pohjonen & Samuli Kosminen, son tres excelentes reflejos de este talento para sumir al oyente en un trance hipnótico o melancólico que habría seducido al mismísimo Jean Sibelius. A fin de cuentas, muchos de estos músicos fueron formados en la cantera del Departamento de Música Folk de la renombrada Academia Sibelius que, desde su fundación en 1983, ha acaparado galardones tan prestigiosos como el Polar –el llamado “Nobel de la música”– que otorgaron recientemente a Pohjonen por su trabajo con el Kronos Quartet, el citado Uniko: el mejor cierre que se le podía dar a este cuidado recopilatorio. | + información | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno