Andreea Chira

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Andreea Chira

“The Magic Of The Pan Flute” CPO, 2022

A Vivaldi le pasa lo que a tantos artistas que sufren el mal del one-hit-wonder. Y es que ser el autor de una maravilla como Las cuatro estaciones tiene que pesar lo suyo. Sin embargo, y salvando convenientemente las distancias, Vivaldi representa la cara más amable y vitalista del siglo XVIII, teniendo su parangón en el optimismo epicúreo de Rossini en el siglo XIX. Quizá por ese aura de beatífica bondad y por ese estilo tan cordial la obra maestra de Vivaldi se presta a menudo a la parodia y a la caricatura.
No es el caso que nos ocupa, aunque se asemeje mucho más a lo que se entendía por entonces como un divertimento barroco, como sería por ejemplo la Sinfonía de los juguetes de Mozart padre. La nueva y particularísima reinterpretación de Andreea Chira remarca sobre todo los claroscuros en un marco musical en el que habitualmente destacan más los colores brillantes de la paleta, a veces redundando demasiado en los tonos apastelados. Ése era el principal traspiés con que tropezaba la, por otra parte, más que entregada versión de Ara Malikian (WEA, 2004) y cuyo libreto venía acompañado de un significativo cuadernillo para colorear.
En esta ocasión se presenta la novedad de haber reescrito la obra íntegramente para flauta de Pan, instrumento que cuenta ya con una longeva edad de más de 6000 años de antigüedad. Su repercusión se ha evidenciado en culturas de todo el mundo: Grecia, China, África, los Andes, etc. En Rumanía se la conoce como nai y ha sido la fuente de todo un género como las doinăs, cuyo máximo referente es Gheorghe Zamfir. La flauta de Pan –que en la cultura occidental recibe tal bautizo por el sátiro de igual nombre que hipnotizaba a su rebaño con su peculiar sonido– es un instrumento muy rico por las posibilidades polifónicas que atesora, aunque generalmente se le menosprecie por sus limitaciones técnicas. No obstante, no desencaja en absoluto a la hora de suplir el protagonismo de un concerto grosso como cualquiera de los de Vivaldi. Prueba de ello es el Concierto para laúd que cierra este CD tras la escucha de las cuatro partes de las que constan las previas Estaciones.
La omnipresencia de dicho instrumento también reviste sus riesgos, pues puede apreciarse como una broma alegre y pasajera, volviendo más liviana la gravedad de algunos de sus movimientos, cuando no algo deslucidos e incluso naif por la característica sonoridad de la flauta. Para contrarrestar tales fatales efectos, los arreglos orquestales de Carlos Pino-Quintana confieren un sabio equilibrio, dotando de la suficiente presteza y aceleración los allegri sin por ello ensombrecer el lucimiento de la rumana Andreea Chira, quien es sin duda una auténtica virtuosa del nei. Gracias a su buen arte, desde el inicio del disco se hacen evidentes los trinos de los pájaros (el cuco, el torcaz, el jilguero) que Vivaldi quiso emular mediante las cuerdas. Cortante y seco a veces (el inicio del Verano), muy sensible en otras (el manido adagio del Otoño), los arreglos de Carlos Pino-Quintana ayudan a subrayar las ficticias galanterías entre céfiros y gracias feéricas del bosque que supuestamente sirvieron de inspiración, pero también introducen algunas reminiscencias de la tarantela (en el mencionado Concierto para laúd) y sobreexponen los ritmos alla caccia ocultos en la partitura de Vivaldi (en el presto del Verano, por ejemplo). La batuta de Douglas Bostock –pese al apellido, sin nada que ver con el niño de portada en el Thick As A Brick (1972, Chrysalis) de Jethro Tull– se basta con obedecer fielmente lo que está escrito sobre el papel, sin hacer muchas concesiones a la creatividad personal al frente de la Sudwestdeutsches Kammerorchester Pforzheim.
Y es que Carlos Pino-Quintana juega con ventaja, pues podríamos entender estas Cuatro estaciones como una extensión de su particular concierto para flauta de Pan titulada Orinaica (2021). Al respecto, Pino-Quintana no es ningún neófito: ha dirigido entre otras la Orquesta Simón Bolívar de Caracas y la Sinfónica de Venezuela; ha escrito músicas para teatro, ballet, cine y orquesta (Lejío, Copla y Pate’ perro data de 2019); y se ha atrevido ahora con una simpática osadía que pocos antes habrían superado con nota. En relación con lo antedicho, vienen a la memoria los atrevimientos de Wendy Carlos “sintetizando” a Bach, Jacques Loussier y Uri Caine “jazzeándolo” a su manera y Waldo de los Ríos o Ben Lierhouse mezclando a Richard Wagner con la música ye-yé y caribeña, respectivamente. Es justo reconocer que no siempre quedaron bien retratados.
El único pero lo plantea el mensaje estético que se pretende formular. Si el fin justifica los medios –esto es, la reinterpretación vivaldiana con flauta de Pan–, ¿cuál es el objetivo? Si se quieren reivindicar las raíces folklóricas del experimento, habría que argumentar mejor la excusa para colar un instrumento apócrifo y foráneo como es el nei en la música barroca. Por suerte, Vivaldi no pertenece a la casta de los intocables, así que hoy por hoy se nos puede permitir algún pecadillo venial como éste que es, por otra parte, tan curioso como valiente.           + info 

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Andreea Chira