Andrea Motis

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Andrea Motis
Do outro lado do azul. Decca Records, 2019.

Desde que Andrea Motis grabara su primer disco, Joan Chamorro presenta: Andrea Motis, en el 2010, hasta este Do outro lado do azul, publicado en 2019, no solo han pasado unos cuantos años, sino que la cantante e instrumentista ha seguido un proceso de maduración que le ha llevado a podernos interpretar temas tan delicados como Antonico, de Ismael Silva —uno de los compositores de samba más importantes, que fuera, de Brasil, que nos dejó en 1978 a los 72 años—, con el que abre su trabajo. Chistoph Mallinger interpreta en él un precioso y arriesgado solo de violín, mientras la cantante llena el tema de matices e inflexiones de una forma extraordinaria. Toda una declaración de principios, solo comenzar el disco.

Querría decir algunas cosas sobre Andrea Motis. Recuerdo que al principio de su carrera eran muchas las críticas que recibía, no muy positivas, por decirlo finamente, tratándola, muchas veces, como de niña prodigio, entendido como algo peyorativo —como si fuera uno de esos fenómenos que vemos en algunos de esos programas de las televisiones sensacionalistas—; o diciendo que su carrera sería flor de un día. Predicciones todas ellas fallidas, porque lo que nos ofrece ahora Andrea Motis, en Do outro lado do azul, es un trabajo de madurez, transmitiéndonos ese amor que siempre ha sentido tanto por la música de Brasil —ya en su primer trabajo discográfico encontrábamos Manha de Carnaval o Chega de Saudade—, como por la música de jazz.

Curiosamente no es un disco donde las referencias brasileñas lleguen a través de la bossa nova —como acostumbra a pasar con los músicos de jazz cuando se acercan a las músicas de aquel país—, porque son mayoritariamente sambas lo que escuchamos en el mismo. Es el caso de Sombra de lá —seguimos repasando los temas del cd—,  con un ritmo mucho más marcado, que Antonico, donde aquí, además de cantar, la oímos en un logrado solo con su flugelhorn, en competencia con el saxo tenor de Gabriel Amargant —un saxo que, de alguna manera,  nos retrotrae a la llegada del jazz a la música popular brasileña—. Es un tema que ha escrito la propia Andrea Motis, con letra de Sergio Krakowski, quien también participa activamente tocando el pandero.

En Brisa, el siguiente tema del disco, la trompeta es el instrumento escogido por Andrea Motis para acompañarse. Compuesto, como el anterior, por ella misma y Sergio Krakowski, encontramos nuevamente el violín de  Chistoph Mallinger luciéndose, mientras es la sección de ritmo, donde un Ignasi Terraza, fundamental como siempre, empieza a lucir toda su sabiduría, mientras Esteve Pi a la batería nos ofrece su primer solo.

La autoría de Sense Pressa, la canción que sigue ahora, es en solitario de Andrea Motis. Nuevamente el soporte de Ignasi Terraza es fundamental para crear una atmósfera propicia para transportarnos a ese mundo sensorial del que nos habla el texto. Vuelve ella con el flugelhorn, y, por encima de ambos, unas percusiones que no nos permiten abandonar de ninguna manera las tierras cariocas por las que nos han hecho transitar los temas anteriores.

Filho de Oxum es una canción del bahiano Roque Ferreira, que dedica a Oxum, una de las más bellas figuras y de las más conocidas del panteón yoruba. Se la conoce por ser la vanidosa y coqueta reina de las aguas dulces, asociada con la maternidad y los recién nacidos, y, también, con la sexualidad. Aquí el cavaquinho de Fernando del Papa, que va interviniendo a lo largo del disco, y el pandeiro de Sergio Krakowski, junto a la guitarra de siete cuerdas de Mathieu “Tetéu” Guillemant, y la voz de la cantante, son los protagonistas.

Si hasta este momento los temas brasileños que incluía Andrea Motis en el disco no eran de los más conocidos de Brasil, ahora sí que llegan dos canciones muy famosas. Primero es, Pra que discutir com madame de Janet de Almeida y Haroldo Barbosa. Con un Ignasi Terraza, magnífico, con sus acordes disonantes y sus octavas punteando la melodía, que dan pie a la mandolina y el pandeiro, para que acompañen, de forma brillante, a Andrea Motis cuando nos habla de esa madame que encuentra la samba como una música barata, sin valor, irritante, pecaminosa y que no mejora la vida.yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Andrea Motis

El segundo tema de ese catalogo más conocido de la MPB, es Dança Da Solidão, de Paulinho da Viola, que nos habla de esa danza de la soledad, decepción excavada en el corazón, en el texto. Otra samba a tiempo lento, como Antonico, con la que abría su trabajo, como decíamos. Es en esos dos temas, cantados por tantos y tantos excelentes músicos— sin ir más lejos recordamos la versión de Marisa Monte de la canción de Paulinho de Viola—, donde podemos comprobar esa madurez de la que hablaba antes respecto a la cantante catalana. No solo salva la situación, como se dice vulgarmente, sino que reluce en estas versiones de canciones escuchadas tantas veces, que, y no quería dejar de remarcarlo, igual que en todas las del disco, ella ha producido y ha hecho los arreglos de las mismas. Josep Traver con su guitarra española, se va alternando con los solos de Gabriel Amargant con el clarinete y de Joan Chamorro con el contrabajo, mientras es Andrea Motis la que va creando unas logradas armonías, doblando su voz.

Saudades de Guanabara es un tema de Moacyr Luz y Aldir Blanc, con letra de Paulo Cesar Pinheiro en el que intervienen todos los músicos que participaron en la grabación, once en total —solo falta el contrabajista Martin Heinzle, que está en Brisa—, cantando y tocando en un recuerdo de poblaciones y de Rio de Janeiro, con São Sebastião al frente, en un intento de que sea quien pueda ayudarlos a salvar el espíritu brasileño, como explica la letra, celebrándolo, en el disco, al acabar la canción.

Choro  de Baile es el único tema instrumental del trabajo. Lógicamente, porque un choro —para algunos la primera música popular típica del Brasil— es, originariamente, una música de baile, sin letra. Un tema de Sergio Krakowski, con ese ritmo sincopado tan especial, que ha servido, durante la historia musical de aquel país, tanto para el lucimiento de solistas instrumentales, como para inspiración a compositores de todo tipo. Desde el clásico Heitor Villa-Lobos al popular Pixinguinha.

Record de nit, una canción de Joan Mar Sauqué, con letra de Andrea Motis, es, puede, la más alejada de ese espíritu sambero —junto a Mediterráneo, el tema de Joan Manel Serrat que versiona también en su trabajo—. La cantante lo interpreta con el único acompañamiento de la guitarra de siete cuerdas de Mathieu Tetéu Guillemant, con unos toques de bossa nova que él le va insuflando. Es aquí donde podemos apreciar su voz, casi desnuda de acompañamiento, que destaca sin artificios.

Inmersión sambera total en el tema que compuso la cantante Roberta Sa —una de las  figuras míticas de la Samba y el Carnaval—, junto a Rodrigo Maranhao, Samba de um minuto. Una conocida canción, carnavalera donde las haya, en la que la cantante logra mantener ese espíritu de fiesta que transpira el tema.

Y acabamos este repaso del disco de Andrea Motis, Do outro lado do azul, con el último tema del mismo, Baião De Quatro Toques, compuesto por Luiz Tatit y Zé Miguel Wisnik. Y como si de un final de fiesta se tratase, en él mezclan la canción, con fragmentos de Acuarela de Brasil, que escribiera Ary Barroso hace 90 años —¡sorprendente cifra!—. Andrea Motis vuelve a doblarse en la voz, y los músicos se lucen en diversos solos a lo largo del tema, despidiéndose así.

He querido ir describiendo los diferentes temas del disco para que podamos ponderar este nuevo trabajo suyo, algo alejado de los anteriores. Es, en realidad, su segundo disco en solitario, después de la larga y fructífera colaboración con Joan Chamorro — del que, en ningún caso, se ha alejado por completo, ni mucho menos—, y con su Sant Andreu Jazz Band.

Hace poco, veíamos el documental The Quiet Trumpet de Ramon Tort, donde la cámara iba viajando junto a Andrea Motis por lugares y escenarios de diferentes lugares del mundo, en los que ella transitaba con esa actitud que tiene ante la vida y la música, donde la sencillez y la sinceridad están a flor de piel. Y es esta sencillez, esta sinceridad lo que transmite en sus trabajos y en sus actuaciones, esa forma directa, sin parafernalia que intente adornar, lo cual sería totalmente innecesario, sus interpretaciones. Porque una de las grandes virtudes de la cantante y trompetista —porque ella, aunque también toca otros instrumentos, se considera principalmente trompetista— es esa forma tan espontánea, tan simple, aparentemente, de plantearnos las canciones. Una actitud de anti diva que hace que cuando la oímos nos podamos centrar en su forma de afrontar los retos que la música le ofrece, sin otros elementos que puedan distorsionar sus cualidades como intérprete. Un timbre característico, con una afinación impecable; más un fraseo inspirado y valiente, con la trompeta, es todo lo que necesita.

Andrea Motis, más carioca que nunca —nos decía que desde que hizo esta grabación ha cogido una especial afición a tocar el pandeiro brasileño—; con unos acompañantes de lujo; con unos arreglos, lo vuelvo a repetir, que la misma cantante ha preparado, de forma brillante; y con un grado de madurez que nos hace olvidar aquellos tiempos en los que los más agoreros pronosticaban una breve carrera a aquella niña prodigio, entre comillas. Eso es lo que nos ofrece en su último disco, Do outro lado do azul, demostrando que es un hecho que su carrera tiene, y va a seguir teniendo, un largo y prometedor futuro. + Info | Relacionado |Texto y Fotos:  Federico Francesch | DESAFINADO RADIO | Escucha el programa

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