En su última entrega, Anabel Santiago incide en abordar los modos propios de la tonada tradicional asturiana con una actitud renovadora y de fusión. Pero en ese empeño por ser original desde la tradición, no es cosa fácil dar con el mejor de los caminos. En Desnuda encontramos canciones populares que no resultan nada forzadas para el decir rico en matices de Anabel (en De los picos d’Europa o en Ven a veme se prodiga justamente su portentosa, honda y abigarrada voz), pero hay otras, como Col garrotín o Marcho pa’Cuba, en las que se dispersa y diluye un tanto, se ensombrece entre una maraña instrumental poco compacta y a veces desafortunada. El cajón no resulta ser el más agraciado de los marcadores rítmicos en este disco –escúchese la irregular versión de la fantástica Ayer hoy era mañana, de Acho Estol (La Chicana)- y el acordeón rara vez se aparta de la primera línea sonora, significándose en exceso, omnipresente. Por su parte, lo que en buena medida define a las canciones que el compositor Ismael Arias firma en exclusiva en este disco para Anabel Santiago es su alejamiento de la raíz, de lo tradicional, es decir, del espacio que le es natural a Anabel, lo que la condena a una suerte de forzada interpretación. Y hay a su vez canciones versionadas con más bien poca fortuna, esencialmente en su parte instrumental, como la fenomenal Las simples cosas (original del célebre César Isella) o la adaptación de la popular Folsom prison blues de Johnny Cash. Sólo en piezas de muy escasa instrumentación (Poema incabáu, Ven a veme), la voz de Anabel ocupa el lugar que le corresponde por importancia y por tratamiento, cuando es su voz, precisamente, la protagonista primera, la más importante. // Javier Jiménez.