Ana Morales, Juan José Amador y Juan Antonio Suárez “Canito”

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Sandaru. SFB El Dorado. Barcelona 17 del 12 del 2020

En homenaje a los diez años del fallecimiento de Enrique Morente empezó la noche con unos minutos de silencio del público escuchando al maestro en unas serranas. A continuación Ana Morales (baile) Juan José Amador (cante) y Juan Antonio Suárez “Canito” (guitarra) nos ofrecieron el mejor espectáculo que un servidor ha visto este año 2020. Salió la catalana Ana Morales, con un traje ligero que le permite jugar a crear algunas figuras cercanas al mundo de las aves, con esos plantes sobre una sola pierna cerrando giros. Susurra, se enfada, tiembla, llama a la imaginación y desborda pasión, “quiero bailar desde lo que soy en ese momento” comentaba en alguna entrevista. Decide anudarse la especie de sobre-capa para arriesgar todavía más. Y desde un rincón como cualquier juglar trasmisor de emociones profundas, la voz grave, espesa, terrible de Amador nos echa encima toda la soledad del enamorado mientras la bailaora le acompaña en ese llanto. Es un dúo unido por la tragedia. Entra la guitarra brillante de “Canito” y una granaina vuelve a recordarnos a Morente. Amador sigue en la línea del desafío, del buscar el riesgo, como hacía Morente. Y el taconeo de Morales que empieza como un susurro y se alza como enhiesto ciprés atrapando todo. Momento mágico ya que la guitarra, siempre atenta, le secunda maravillosamente. Sigue un castillo de fuegos con las palmas y el taconeo, y sin que medie aplauso (el público supo estar a la altura del espectáculo y no romper ninguna escena, se agradece) entra de nuevo la voz sangrante de Amador en unas seguiriyas que “Canito” y Morales llevan a extremos rítmicos libres pero respetuosos. Se queda solo Canito de pie con su guitarra y empieza a jugar con la canción de Los cuatro muleros por bulerías más que libres ¡increíble¡ durante unos minutos que no sabría decir si fueron 5 o 15, este hombre juega con la música tradicional española como Picasso podría jugar con los ojos de sus personajes. Con respeto pero sin límites. Estaba claro que cada uno de los tres artistas tenía la intención de disfrutar de la libertad absoluta que da este tipo de coreografías. Cuándo le dio la gana volvió a las notas reconocibles de la canción y se quedó tan pancho. Vuelve el trio y ahora después de recordar la letra de la copla Compañero, compañero, retomó Amador la serrana del principio en el recuerdo de Morente. Ana Morales, ahora con traje de cola larga planteaba todo un desafió con su baile atrevido. Cuándo una bailaora “rompedora” como ella, asume el traje de cola larga no es por costumbrismo, no es por tradición sino por desafío. Empezó marcando de nuevo algunas figuras de su propia creación (ahí está la grandeza de un artista) como ya había hecho con la torerilla en escenas anteriores, usó la cola como un elemento que puede tener más de una función, desde la elegancia visual de redondear las figuras, a la gracia de arroparse o golpearse con ella, hasta el momento en que delante de la primera fila se desprende de la cola como quién deja atrás un pasado, pero también se desprende con la misma naturalidad de las gomas del pelo, esta mujer está bailando con la sinceridad de mostrar su mundo interior como el que muestra su habitación. La guitarra de Canito nos trae unos detalles de las tierras del otro lado del Atlántico, Morales (que no se sabe cuándo descansa) se mueve por el escenario trazando líneas de percusión y realizando acrobacias que de nuevo me recuerdan al mundo de los pájaros, la guitarra está acompañándola desde la libertad absoluta, tan pronto desafía a la bailaora, como se rinde a sus pies y simplemente insinúa, como si fuese un piano renacentista, la belleza del baile. ¡Piel de gallina! Y sigue la magia del directo, ahora la voz de Amador se va todavía más abajo para entrar con sinceridad al gran clásico Luz de Luna, Amador vuelve a decir más que cantar y Ana Morales (me siento incapaz de describir como bailo aquí Ana, te dejo al final del artículo un video del festival de Nimes del 2019) el público después de una escena arrebatadora de Morales no pudo ni quiso evitar el aplauso tremendo que nos puso a todos en pie, hubo que para por que estaba claro que Amador quería acaba la canción y ¿qué más se podía hacer? Ya sabemos que el cantaor sevillano también es diestro con los pies, así que después de los aplausos y de comprobar la emoción en la cara de la bailaora, totalmente consciente de que había tocado el cielo, los tres artistas llevaron el tema a la socorrida buleria y se fueron echando graciosas pataitas. * info | fotos: Joan Cortès 

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