Abrase la tierra

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SFB El Dorado, 16 de noviembre de 2017

La propuesta era diferente y el público no llenó la sala, hay que admitir que los cabales les sigue costando apostar por novedades, y en cuanto no hay cantaor la cosa no acaba de cuajar, a la salida comentarios de todos los tipos, pero como un servidor es el que narra, mi opinión es que las tres personas que se subieron al escenario para explicarnos de que va eso de la muerte, me convencieron totalmente. José Luís Ortiz Nuevo en la narración, Pedro Barragán a la guitarra y Yassaray Rodríguez al baile, experimento teatral por mor de la muerte, lo define el propio Ortiz Nuevo, por si su nombre no te suena, fue el creador de la Bienal de Flamenco de Sevilla y su director durante 16 años, además de habitual en las conferencias de El Dorado, siempre le ha interesado la dramaturgia y recrear aspectos diferentes del mundo del flamenco. Pedro Barragán guitarrista nacido en Barcelona pero residente en Sevilla y ha tocado para un sinfín de cantaores de renombre, y Yassaray Rodríguez nació en La Habana y formó parte del Ballet Español de Cuba, desde el 2002 reside en Sevilla y fue toda una agradable sorpresa descubrir su baile. Se basa la propuesta en pequeños entremeses o relatos, en que Ortiz Nuevo se mete dentro de nuestra casa y nos habla del tiempo en que la muerte se vivía de cerca, el tiempo en que morir era natural como la vida misma y para algunos era casi mejor que el hambre. Nos habla Ortiz Nuevo del ahorcado que lo representaba tan bien que moría en la horca mientras la guitarra de Barragán que mantendrá como línea principal los cantes más negros como la segurilla y algunas entradas dramáticas de malagueña, le servirá de fondo musical para que los silencios y las repeticiones tengan siempre un sitio dónde apoyarse y que no se rompa el aire narrativo, por mucho que Ortiz Nuevo guste de los silencios. Empiezan los tres muy blancos (contrarios al luto y a favor de la pureza) y así se mantendrán durante toda la obra, empiezan descalzos (excepto la bailaora) porque los zapatos entre los gitanos y entre los prisioneros de Mauthausen siempre se han quedado fuera cuándo llega la muerte. Llegó la risueña buleria y durante un momento  guitarra y baile anulan la tristeza intrínseca de la muerte y da paso a algunas anécdotas divertidas de Pericón. Pero ya vuelve Ortiz Nuevo que sentado en un banco nos lee la noticia de la muerte de El Canario. Después la guitarra y el baile recurren a las Alegrías para adornar una historia de amor de Pericón. Debo reconocer que las historias de Pericón nunca me hacen reír, ni cuándo las contaba Chano Lobato, pero me sentí muy a gusto escuchándoselas a Ortiz Nuevo, durante toda la obra tenía presente que este hombre no estaba haciendo teatro, este hombre estaba explicándonos desde lo más puro de su corazón las cosas que le emocionan, la muerte, el flamenco, las cosas de antes, la manera en que decía los versos, Maldita sea la muerte de los muertos por el rayo del hambre. A mi corto entendimiento le debo yo el vivir. La manera en que supo llevar los textos del siglo XIX hasta el niño sirio ahogado en ese Mar nuestro que cada vez es más rojo, el acercarse con respeto al pasado mes de Agosto en Barcelona recordándolos muertos de las Ramblas, Que solos están los muertos que debían estar vivos. Cuánto Federico entre sus palabras. Cada cierto tiempo vuelve a respirarse un frescor menos trágico, ahora Barragan acompaña con tanguillos para hacer reír al público con la historia de que le den pol culo al muerto. Y es que como decía al principio Ortiz Nuevo la muerte en España es diferente, siempre hay ese desenfado que lucha para abrirse paso entre la tragedia. Una entrada por seguiriyas nos adentra en otro precioso relato sobre Ponce el torero que murió en Lima, recordaba la seguiriya que grabaron Carmen Linares y Gerardo Núñez en aquel maravilloso Un ramito de locura, Universal, 2001. Preciosa la introducción de la guitarra de Barragán. La guitarra y el baile, aunque pueda parecer por mis palabras, que slo estaban acompañando la narración, no es cierto, tuvieron  un papel fundamental en la obra. Es verdad que Ortiz Nuevo me atrapó con su manera de contar las cosas de la vida y de la muerte, con la cercanía con que vive a los difuntos (parece que todos se le han muerto a él) aunque algunos se fueron hace más de cien años. Pero mientras Ortiz Nuevo se paseaba entre los espejos que confunden la vida y la muerte o desaparecía tras la opacidad de las planchas grises del tiempo, la guitarra y el baile seguían trabajando para transmitir el desgarro del llanto que se contiene y acaba explotando, o la sencillez del verso que en dos frases resume una vida, Yassaray Rodríguez bailó sintiendo la muerte muy de cerca y supo mostrase cubana y mover le trasero como sólo ellas saben hacerlo cuándo fue el momento. Barragán estuvo abriendo cada entremés desde la previsión de los palos necesarios para que el público pudiese anticipar, y en los dúos de guitarra y baile volvimos al flamenco viejo. Otra manera de gozar de un arte que no quiere corsés.  + info | relacionados    fotografías: Joan Cortès Benages.

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