EL CIMARRÓN Iván “Negro” García
Teatro Margarita Xirgu (Buenos Aires) 9 del 12 de 2020
El cubano Esteban Montejo, más conocido como “el Cimarrón”, vivió 112 años (1860-1973), por lo que pudo vivir en su propia persona la abolición de la esclavitud en su país (en 1886) y la Guerra de Independencia (1895-1898). Sus memorias, recogidas por un periodista a inicios de la década de 1960, sirvió de base para la ópera de cámara que compusiera Hans Werner Henze (1926-2012) durante su estancia en Cuba entre 1969 y 1970. Magnus Ezemberg le ayudó con el libreto, subrayando aquellos aspectos de la biografía del homenajeado que comulgaban con el credo político del compositor. Henze, formado en Italia junto a otro enfant terrible de la música experimental como Luigi Nono (1924-1990), ya había dedicado sendas obras al Che Guevara y a Ho Chi Minh, líder a la defensa comunista que pusiera en jaque a EEUU en Vietnam. Estas influencias despejan toda duda sobre la orientación radical de Henze, quien vio en el Cimarrón un gran potencial para criticar al capitalismo, la opresión obrera, la iglesia católica, el racismo y las consecuencias sociales de una industrialización sin medida. El Cimarrón muestra en primera persona el testimonio de un libertario de la esclavitud investido por un descreído espíritu anárquico, tan defraudado por la explotación del negro libre como por la supuesta independencia colonial de Cuba, gestionada por los pantagruélicos intereses del emporio yanqui. Para ello, Henze configuró el personaje protagonista para ser interpretado no sólo por un cantante de telúrica voz, sino también dotado de una expresividad actoral que supiera encarnar la rabia contenida de un hombre cabreado con el mundo que, sin embargo, ama la tierra que le nutrió cuando huyó de la civilización. Al respecto, la elección de Iván García, conocido por “el Negro”, no podía ser más acertada. Él es el Cimarrón. Nadie sino él puede serlo, pues la partitura de Henze bandea la resistencia física, vocal y hasta gutural del intérprete hasta casi la extenuación. En las quince escenas que se reparten la hora y media de función, la voz solista debe lucirse en numerosos recitativos combinando el falsete, el canto lírico, la canción popular y el sprechgesang que tanto exprimieran en la Segunda Escuela Vienesa de Berg, Webern y Schoenberg (y cuya estela seguiría hasta el mismísimo Lou Reed).