Ustad Rahat Fateh Ali Khan
Ustad Rahat Fateh Ali Khan
L’Auditori, Barcelona. 21 de octubre de 2012
De chocante puedo catalogar el concierto del sobrino de Nusrat Fateh Ali Khan el pasado domingo en L’Auditori de Barcelona. Pero explicaré del por qué de ese adjetivo.
En cuanto supe que venía a actuar a Barcelona, me entusiasmé con poder verlo. Hace ya bastantes años que tuve la suerte de ver a su tío en directo y aquel concierto me abrió las puertas musicales al qawwali, un estilo de música que tiene una base religiosa, aunque esa no es la razón de que me guste sino más bien la pasión con la que la ejecutan. Posteriormente los conciertos de otros grupos como Faiz Ali Faiz, Rizwan Muazzam Qawwali o el Bakshi Javaid Salamat Qawwal Party (con los “bárbaros” de Fun>Da>Mental), siguieron “alimentando” mi afecto por esa música.
Así que si Rahat venía aquí, no me lo podía perder. Las referencias musicales que tenía de él eran un par de discos que están colocados en mi estantería de “preferidos”. Por un lado el precioso Rahat (Columbia, 2001), producido por Rick Rubin (Beastie Boys, Rage Against The Machine o el mismo Nusrat Fateh Ali Khan) y por otro Kinna Shona (Navras Record, 2010) un disco en directo junto al virtuoso e innovador guitarrista Michael Brook, donde recrea el legado de su tío. En ambos mostraba su portentosa voz cantando qawwali. Pero en cuanto empecé a bucear buscando información de lo que estaba haciendo en la actualidad, descubrí que, primero, es poseedor de una discografía gigantesca e inabarcable, y segundo que también se ha convertido en un compositor estrella de canciones para Bollywood (ya sabéis, la macro industria del cine que funciona en India y Pakistán). O sea que además de editar discos de qawwali, también lo hace de canciones para bandas sonoras de películas e incluso también es un ídolo de la música punjabi. Vi alguna de sus actuaciones en you tube, vi las amplias giras que ha estado haciendo por medio mundo y vi también como eran sus espectáculos. O sea que él sigue acompañándose de los ocho músicos clásicos para interpretar qawwali, pero además se acompaña de guitarra eléctrica, bajo, batería, dos teclistas y un saxo. De está forma une esos temas más religiosos con otros más “lúdicos”.
Así, con estas premisas me fui a su concierto. La primera sorpresa fue que apenas había público. La platea estaba desierta, sin embargo el piso superior estaba bastante lleno. No hay que olvidar que los precios iban de 35 a 95€. Además los carteles en las calles anunciando la actuación tenían un diseño muy Bollywood y parecían muy dirigidos a su público “natural”.
Con algo de retraso se apagaron las luces y salió un presentador que habló solo en inglés y en urdu y que dio paso de forma bastante espectacular a la banda. Esta se situó de la siguiente manera, el grupo de qawwali en el centro del escenario, a su derecha el saxofonista, que parecía ejercer de director aunque sus movimientos eran muy sutiles, más a la derecha la batería, y a la izquierda estaban guitarra y bajo, y justo detrás suyo los dos teclistas. La banda, sin Rahat, tocó una intro de aires occidentales conducida por el saxo. Acabó el tema y el locutor presentó de forma ostensible a Rahat. De repente hubo una invasión total de la platea por todos los que, imagino, estaban en los pisos superiores. Lo que ocurrió a partir de ese momento es que, en todo el tiempo que duró la actuación, unas dos horas y media, ese público en su inmensa mayoría paquistaní, no pararon de moverse y se convirtieron en una autentica pesadilla para los acomodadores de L’Auditori. Se levantaban, se hacían fotos, bailaban, se cambian de sitio, salían y entraban de la sala, pero todo esto continuamente. Y no lo digo como una queja, sino como la realidad que fue.
Pues apareció Rahat, que además de cantar tocaba el armonium, e hicieron el famoso Allah Hoo, pero con toda la banda sonando, batería, teclados, guitarras y a un volumen, para mi, excesivamente alto e innecesario. A partir de ahí el repertorio se construyó en base a sus mayores éxitos, esto es parte qawwali y parte temas de Bollywood, pero todos con toda la banda en funcionamiento. Esto para nada disgustó a la audiencia, más bien al contrario, que seguía en movimiento continuo y bailando todo el tiempo.
Vocalmente Rahat es un portento y sus arranques cantando son espectaculares, además su grupo de qawwali le seguía con suma precisión y acierto. Pero si tengo que criticar algo es que la banda no descansara para poder apreciar mejor toda esa música “ritual” de origen árabe-indostaní.
Como decía fueron más de dos horas y media de “fiesta continua” que se cortó justamente después del clásico Mustt Mustt, porque (según nos dijeron) los monitores de los músicos se saturaron y dejaron de funcionar. La sorpresa es que acabó y no hubo ni un amago de pedir un bis.
Mi reflexión final fue: ¿Fiesta y espiritualidad pueden casar? Pues claro que sí y se demostró en esa noche, aunque fuera muy chocante. www.rahatlive.com | Relacionados | Miguel Amorós.