Tributo a Nina Simone

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Tributo a Nina Simone Tributo a Nina Simone
Veranos de la Villa

15 de julio de 2009

Los Veranos de la Villa se sacaron un poker de damas de la manga. No hubo pólvora mojada ni desliz alguno en este tributo a una de las mejores voces femeninas que haya dado el jazz y el blues. Aunque nos dejara en el año 2003 Nina Simone era mucha Nina Simone. Sobre todo por sus dotes al micrófono, amén de sus cualidades pianísticas, y también por su papel como altavoz a favor de los derechos civiles de los afroamericanos. Ella misma se tomaba por una reencarnación de una reina egipcia. Su carácter recio y su poderoso porte en escena fueron puntales de su arte. Como merecía la ocasión el listón debía rebasarse por atletas vocales a su altura. Y así fue. El plantel de espléndidas gargantas estaba avalado por el savoir faire de cuatro auténticas reinas de la canción. Cada una en su sitio y Dios en la de todas. Ahí estaba Lisa, hija de la homenajeada, con un turbante a lo Erykah Badu enredado en su cabeza. Gracil como una fina gacela, con su chorro de voz soul, y un castellano bastante correcto aprendido en los tiempos en los que era corista del universal Raphael. Y junto a ella un trío de órdago a la grande: el timbre gospel de Lizzy Wright, curtida en la iglesia de su padre. La radiante y límpida voz de la beninesa Angelique Kidjo, implicada en tareas benéficas como madrina de una fundación benéfica en Ghana. Y las hiperbólicas cuerdas vocales de soprano de Diane Reeves, toda una dama del jazz con varios premios Grammys en sus alforjas. El recital tuvo como maestro de ceremonias a Al Schackman, un guitarrista, vibrafonista y armonicista que hizo carrera con la Simone, al igual que los otros componentes del quinteto de marras. Enfundado en un llamativo bou-bou africano Al presentaba a las invitadas al micrófono, que se repartían su turno en tandas de dos canciones por barba. Desfilaron temas inmortales como I´ve got my man, interpretado por Wright, o Ne me quitte pas, bordada por Kidjo. Esta última servía como recordatorio de la debilidad que sentía la diva americana por la chanson francesa. Arropadas por el pianista Bod Dorough, el contrabajista Chris White, el percusionista Leopoldo Fleming y el baterista Paul Robinson, escoltas de Simone en distintas etapas de su carrera, las cuatro amazonas dieron rienda suelta a sus más profundos instintos como artistas. Probablemente también expulsaron sus demonios interiores ante la carga espiritual que derrocharon. Angelique Kidjo no paraba de contonearse y bailar como buena africana que es, sobre todo cuando abordó la televisiva My baby just cares for me. Más comedidas estuvieron las demás en cuanto a puesta en escena. No empero uno de los momentos álgidos de la noche fue I put my spell on you, a cargo de una excesiva y descalza Diana Reeves. Su poderoso chorro de voz, que caló como un huracán en la cálida noche madrileña, desarmó al más escéptico de los allí presentes. “La razón por la que amo a Simone – sentenció Angelique Kidjo es por aportarme el legado de una madre. Ella me empujó a cantar. El futuro de una mujer en Africa es casarse y no tener ningún proyecto más”. Lisa invitó a cantar a un público que quedó intimidado ante sus habilidades vocales. Sus intentos de que el respetable entonara sus estrofas fueron vanos y fueron recibidos con una frugal y significativa sonrisa. El tronío de la joven cantante hacía honor a las líneas de Young gifted and black, otra de las inmortales perlas sonoras que salieron a relucir entre las bambalinas. Es esta una canción que se convirtió en su día en el himno nacional negro en Estados Unidos. Las estrofas de “Mi alegría de hoy es que todos podemos estar orgullosos de decir que es joven, talentosa y negra“, podrían aplicarse como epíteto a una más que digna y prometedora heredera. La traca final llegó con la comparecencia de todas para una (y una para todas) para desgranar la efusiva Four women. La imponente Diane Reeves no pudo ser más explícita al término de los aplausos: “Gracias por darnos una voz tan delicada”. // Miguel Angel Sánchez Gárate