Seydu
Seydu
‘Sadaka’ , Boa Music, 2016
«Sadaka» es el último trabajo del vocalista, multinstrumentista, compositor, luthier y griot Anthony Seydu Zachariah Jalloh, más conocido como Seydu. Nacido en Freetown, capital de Sierra Leona, un pequeño rincón del África occidental bastante desconocido para la mayoría más allá de la esclavitud, guerras, niños soldados y epidemias. Sin embargo, este país tropical es, junto con la vecina Liberia, la cuna de la “palm wine music”. La música de vino de palma sonaba en las tabernas donde se servía la popular bebida (“De Dios para el hombre” dicen en Sierra Leona) y en ella la guitarra acústica y la voz interpretan ritmos tradicionales influenciados por el calipso. Denominada maringa en Sierra Leona, fue popularizada por Ebenezer Calender & His Maringar Band en las décadas de los 50’ y 60’ del siglo XX y continuada, entre otros, por S.E. Rogie en la segunda mitad de la centuria. Seydu recoge esta herencia junto con la tradición vocal fula y mandinga de su madre y las percusiones de su abuelo, fundador de la banda National Troupe de Sierra Leona, en la que hace sus primeros pinitos llegando incluso a viajar a Nigeria, donde se instala una temporada en Kalakuta Republic, el “estado independiente” de Fela Anikulapo Kuti en Lagos.
Este nuevo LP, el tercero en la discografía del artista sierraleonés, se abre con “Return to Africa”, una balada de ritmo cadencioso que es todo un alegato sobre la necesidad de volver al continente madre: “Vuelve a África, devuelve tu sabiduría, vuelve, devuelve tu amor a África (…) Queda tanto por hacer”. Seydu sabe bien lo que es tener que partir del país natal: llegó a Canarias en los años 90 huyendo de la guerra que asoló su país durante más de una década; un conflicto protagonizado por el liberiano Charles Taylor y el RUF que no escatimó en el uso de niños soldado para hacerse con el control de la minas de diamantes. Despacito, con buena letra y una buena dosis de empeño, Seydu fue introduciéndose en el panorama musical español como percusionista, llegando a acompañar a artistas de la talla de Raimundo Amador, Kiko Veneno, Rosario o Alejandro Sanz. Su encuentro fortuito en una actuación con Manuel Domínguez, director de Nubenegra, fue el inicio de una amistad que perdura en el tiempo y de su carrera en solitario, y tuvo como fruto la publicación de «Freetown» (1998) y «Diamond Tears» (2001), así como su participación en “La Banda Negra”, colectivo integrado por algunos de los músicos africanos establecidos en el Madrid de la época dorada del mestizaje: Rasha y Wafir, Djanbutu Thiossane y el tristemente ya desaparecido Bidinte.
“Sadaka» significa «El regalo» en krío, la lengua vehicular de Sierra Leona: una reflexión sobre el dar y el recibir, fruto de la gratitud por la gran experiencia vivida en la “Diamond Child School of Arts and Culture” que el propio artista fundó en 2005 en Freetown para dar una oportunidad a los cientos de menores víctimas de los conflictos armados, ofreciéndoles educación y la posibilidad de formarse en un oficio. Un proyecto cuya dedicación Seydu compagina con la música en su personal vuelta a África.
En los once temas que componen el álbum volvemos a encontrarnos con los colores característicos de la música de Seydu: el protagonismo de los instrumentos tradicionales -la mayoría de los cuales él mismo fabrica-, el trabajo vocal y la importancia del mensaje; todo ello producido con unos cuidados arreglos.
Entre los instrumentos de cuerda, montados sobre una calabaza como caja de resonancia, encontramos el dusunguny o arpa del cazador, el bolom (ambos en “Gi hand” o “Fine Fine Tiro”) y el bongoma en “Smile”. Las notas metálicas del piano de pulgar, llamado kondi en Sierra Leona, suenan en “Good sababu” y ponen las gotas de agua a “River Sewa”, mientras que las percusiones desde el tama (tambor de axila) al djembé y el shekere acompañan casi todos los temas del trabajo. Le arropan viejos conocidos como Wafir al acordeón en “Return to Africa”, y a la viola en “Sadaka” y “Desert rose”; Malick Diaw a la guitarra en esos “punteos sahelianos” de “Return to Africa”, “River Sewa”, “Fine Fine Tiro” y “Mamiwata”; y la clara voz de Piruchi Apo -cómo no acordarse de “Las Hijas del Sol”- en los coros de “Return to Africa”, “River Sewa”, “Gumbuyaye” y “Desert Rose”.
A estas pinceladas sonoras se une el gran trabajo vocal principal de Seydu, cantado sobre todo en krío -variante local del pidgin y lengua franca del país, el criollo sierraleonés- y en inglés; incluso en español y francés, si bien el artista continúa la línea marcada por “Diamond Tears”, con la mayor parte de las letras cantadas en lenguas africanas. Todos los idiomas son válidos para hacer llegar el mensaje y Seydu lo aprovecha demostrando sus dotes de contador de historias, una figura de enorme importancia en la tradición oral propia de las sociedades del África occidental, de la que se muestra digno heredero. Y también de cantador de melodías cuyos aparentemente improvisados juegos vocales recuerdan a veces a los de Bobby McFerrin.
Temas como la ya mencionada vuelta a los orígenes, reflexiones sobre la solidaridad, el sentido de la vida y la belleza, y enseñanzas populares se entremezclan con el hechicero, el marabú y los siempre presentes niños. Historias del pasado que llegan al presente, como la de la lucha de los Temene contra los colonos en la época esclavista, recogida en “Ashe” (palabra clave para el saludo entre dos espíritus), y otras del sincretismo mitológico propio de las sociedades criollas del África occidental y del Caribe, como la de “Mamiwata”: la orishá Yemanyá, la diosa del mar, la madre agua que ilumina el camino, en una versión más rápida de la ya incluida en su début “Freetown”.
Dos colaboraciones de lujo conforman el broche en «Sadaka». El cantautor y productor congoleño Lokua Kanza interviene con su canto en «Smile», y la de la cantante saharaui Mariem Hassan entonando con la fuerza que sigue viva en su voz el tema final, «Desert Rose», un alegato a favor del pueblo y los niños y niñas saharauis. Como un emocionado Seydu recordaba en la presentación de su trabajo a principios del mes de noviembre “fue el último canto que ella hizo en recuerdo del pueblo saharaui antes de dejarnos, es una pena que no esté aquí para haber echado un cantecito con todos nosotros. La recuerdo con esa voz muy viva; esa mujer que siempre ha sido madre y lo seguirá siendo incluso sin estar aquí: ese vientre de madre”.+ Info | Relacionados | Eva Feito – Kulturafrica