Sevdalinka

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - SevdalinkaVarios
”Sevdalinka”
Piranha Musik / Karonte, 2007
www.piranha.de
El subtítulo nos lo dice todo: “canciones de amor de Sarajevo”. Y es que el sevdah (o sevdalinka) es la expresión musical del dolor del alma, de la tristeza de la pérdida, en la tradición bosnia. Como el fado para los portugueses, el blues para los negros del sur estadounidense o el tango para los argentinos. Y al igual que sucede en estas y en otras músicas, estas heridas (y en aquellas tierras saben mucho de heridas) se traducen en hermosas canciones que tocan nuestra sensibilidad por encima de todas las barreras que puedan suponer los diferentes idiomas. Tras la presentación internacional del género que llegó hace una década, gracias a la seductora propuesta de la formación Mostar Sevdah Reunion, se publica este trabajo que actualiza un lenguaje artístico en el que se conjugan elementos eslavos, musulmanes y sefarditas, tanto en las melodías como en los ritmos. Para este nuevo proyecto se ha reunido a los más importantes artistas bosnios con un buen número de destacados músicos internacionales. Así, la cantante Zerina Cokoja y el turco Mercan Dede nos regalan una versión exquisita y sobria de Moj dilbere kud se seces, una popular tonada bosnia. Y el proyecto Quattro Bassi, póker de bajos eléctricos liderados por Sanin Karic, realiza una elaborada y poco habitual reinterpretación de un sevdah clásico titulado L’jepi li su Mostarski ducani. Aunque, sin duda, la pieza más impactante es Sto te nema, grabada con músicos japoneses por Jadranka Stojakovic, quien puso voz al himno oficial de los Juegos Olímpicos de Invierno del año 1984. Y aquí, de repente, ya no son necesarias más palabras, pues nuestra memoria nos aprieta y de repente recordamos todo el drama vivido en aquella región hace apenas una década. Sevdalinka es una nueva demostración de cómo la música ha mejorado siempre con el intercambio cultural. También un hermoso ejemplo de la actualidad y el valor que siguen teniendo tradiciones centenarias. Y, finalmente, una muestra perfecta de la profundidad de los sentimientos humanos. // Jordi Urpi