Rosa Sánchez en BarnaSants
Camino de poesía y lucha en la música de América Latina
C.C. Albareda. 3 de marzo de 2016
Rosa Sánchez es de esas artistas a las que vamos a ver, y lo hacemos muy a menudo, aunque no supiéramos lo que nos va a ofrecer. Los espectadores acuden a veces a ver una obra de teatro, a un concierto, a un ballet, por lo que se va a representar. Otras, por quién lo representa, lo canta o lo baila. Con ella, lo importante es ella, y valga la redundancia, porque su calidad interpretativa nos va a hacer, en todos los casos, que disfrutemos con sus propuestas.
En esta ocasión, y dentro de la programación del festival BarnaSants, presentaba, Camino de poesía y lucha en la música de América Latina, un recorrido por algunas de las canciones y las temáticas que desde las mismas nos hablaban de las luchas sociales y populares de la Latinoamérica del siglo XX. Venía acompañada, ¿cómo no?, de su inseparable Héctor Serrano, con la guitarra y el requinto jarocho; presentando también dos invitados más, Oriol Roca y su siempre afinado y oportuno contrabajo; y Ilia Amisano con el acordeón diatónico que se toca en los valles de los Alpes turineses y del que él saca un sonido precioso.
A partir de Maldición de Malinche, el tema de Gabino Palomares, que hiciera famoso la versión de la tristemente desaparecida Amparo Ochoa, la cantante de Sinaloa, y que nos habla de la llegada de los españoles a México ―«Hoy en pleno siglo XX/ nos siguen llegando rubios/ y les abrimos la casa/ y los llamamos amigos // Pero si llega cansado/ un indio de andar la sierra/ lo humillamos y lo vemos/ como extraño por su tierra», explica la canción―; se armaba ese concierto reivindicativo y, como dijo la propia Rosa Sánchez al principio de su actuación: «Son poesías populares que tienen más de 30 años, pero que podrían cantarse como un himno en cualquier plaza, en cualquier calle, ahora, en la actualidad, donde existan desigualdades e injusticia social». La versión de la artista costarricense ―que se acompañaba con el tambor, en una de las primeras ocasiones que lo hacía en escena, además de la guitarra de Héctor Serrano ―, nos indicó, ya en este primer momento, lo que haría durante todo el espectáculo: matizar, pero con fortaleza expresiva, las palabras de los textos para que, gracias también a su clara dicción, pudieran llegar nítidas a los asistentes.
Así fueron sucediéndose, Si se calla el cantor, el tema de Horacio Guarany ―que llegó a ser tan famoso que en el 1972 dio origen a la película del mismo nombre―; y El derecho de vivir, del chileno Víctor Jara, en una versión de las más bonitas que hemos oído, donde la cantante iba desgranando el tema de forma intima.
Entró en escena Oriol Roca, con su contrabajo para tocar varios temas junto a ellos, comenzando por Un río de sangre, de Violeta Parra ―a la que ella presentó como: «Una de mis compositoras nómadas, poetisa, guitarrera, cantora, tejedora, maestra, madre, luchadora social, cirquera,…»―; para seguir con la canción de Daniel Viglietti, Dale tu mano al indio, una de sus “Canciones humanas”, como el autor uruguayo las llama. Llegó luego, País, un tema del poeta Pablo Dumit que musicalizó el sobrino de Mercedes Sosa, Coqui Sosa; para escuchar luego uno de los primeros temas que el público cantó junto a ella, Canción para todos, de Armando Tejada Gómez y Cesar Isella.
La guerrillera, que, como en alguno de los temas anteriores, iba acompañada de una proyección de fotos al fondo del escenario, era nuevamente una canción del argentino Horacio Guarany, en este caso, un homenaje a las mujeres que lucharon activamente por su libertad; que precedió a una magnífica versión de la canción del cubano Silvio Rodríguez, El Necio; seguida de Guitarra en duelo mayor, el poema que dedicó Nicolás Guillén a la muerte del Che Guevara en manos de los soldados bolivianos, una canción que han musicalizado cantantes como Paco Ibáñez, o como Ángel Parra, la versión del cual cantó Rosa Sánchez; y volvía al escenario Oriol Roca para interpretar con ellos el tema, El sombrero azul del venezolano Ali Primera y que este dedicó al pueblo de El Salvador, que el público también cantó junto a ella.
Iba acabando el concierto con la aparición en escena del segundo invitado, Ilio Amisano y su acordeón, para cantar los dos últimos temas. El primero, no podía faltar, Hasta siempre, la canción que Carlos Puebla dedico al Che Guevara, por supuesto, nuevamente coreado por los asistentes; para acabar con La Bamba, pero como dijo ella misma: «La versión rebelde».
Tras la insistencia del público, nos regalaron otro de los temas más bonitos de la noche y del que Rosa Sánchez nos ofreció una versión magnífica, Todo cambia, de Julio Numhauser, con el que daba por finalizado el concierto.
Un poco más de una hora que nos supo a muy poco, donde Rosa Sánchez nos acompañó nuevamente con sus canciones, esta vez dedicadas a aquellas tonadas con las que hicieron, como dijo: «Un pequeño recorrido por estos caminos y momentos donde fue a través de las poesías y de la música que las luchas sociales se convirtieron muchas veces en fiesta, donde los pueblos cantaron sus sueños y donde con este canto el dolor se convirtió en esperanza». Una esperanza que nunca deberíamos perder, y que en momentos como estos, de la mano de la música, como ella decía, vuelve a renacer.+Info | Relacionados | Texto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO