Rokia Traoré

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Rokia TraoréRokia Traoré
Festival de Músiques del Món
L’Auditori, Barcelona
17 de octubre de 2008

Había gran expectación ante el concierto de Rokia Traoré, porque las entradas se habían agotado hacía semanas y eso que en abril de este mismo año ya nos había visitado en el pasado Blues & Ritmes de Badalona. Un vistazo al entrar en la sala al set list que vimos pegado a la mesa de mezcla, nos puso en la pista de que el recital iba a ser una presentación en toda regla del delicado Tchamantché (Tama / Universal, 2008). Ocho de las trece canciones de la lista pertenecían a ese disco, así que la predisposición era aposentarnos en las confortables butacas de L’Auditori para dejarnos embelesar por sus íntimas y suaves composiciones. Nada más lejos de la realidad. Es lo que tiene el adelantarse a pensar como va a ser un concierto, para que después se le de la vuelta 180º, por lo menos. Como hacen los grandes artistas, Rokia se versioneó a si misma reconstruyendo esas mismas canciones con un potente groove difícil de “soportar” sentado en una butaca. ¡Claro! todo ello junto a una banda vigorosa, eficaz e incansable. Esa banda se componía de Vincent Taeger, un batería-percusionista enérgico y contundente situado en la parte central y atrás. El guitarrista Sibiri Koné que lleva acompañando a Rokia casi desde sus inicios y Mamah Diabaté al n’goni, cada uno a un extremo del escenario y que no pararon quietos ni un instante. En una segunda línea, situados algo más atrás de ellos y también cada uno a un lado, estaban Christophe Minsk al bajo, también con el mal del ritmo en el cuerpo, y la corista Naba Traoré. Hay que decir que todos ellos, menos esta última, han sido los que han grabado junto a Rokia su último disco, así que la compenetración era máxima. Todo empezó con el extenso Yaafa N’Ma de su segundo disco Wanita (Label Bleu, 2000), que tras una intro introspectiva fue acelerando e incrementando su cadencia hasta que acabó con casi todo el público removiéndose incómodo en sus asientos. Siguió con Aimer, la primera referencia de Tchamantché, un canto al amor pero en una versión mucho más rítmica. La ensambló con Dianguina de su primer CD Mouneïssa (Label Bleu, 2000), con Mamah marcando la armonía con la hipnótica mbira. Vuelta a Tchamantché con la simpática y personal Zen y tras ella la preciosa The Man I Love, el tema de Gershwin que hizo famosa Billie Holyday y que simboliza el particular homenaje de Rokia a la gran voz femenina del jazz. Salida de casi todos los músicos del escenario y entrada de una gran arpa que pulsó Christophe junto al n’goni de Mamah, para hacer la íntima Kounandi, donde la voz de Rokia brillo al máximo  esplendor. Fue el momento de relajación porque a partir de ahí ya no hubo tregua. Koronoko, Dounia, Yorodjan (un tema del mencionado Tchamantché pero que no aparece en la edición española del disco) y la alegre musicalmente, pero triste por su letra, Tounka con todo el público de pie y bailando. Final y bis con el relajado M’Bifo de su tercer disco Bowmboï (Label Bleu, 2003) y la apoteosis llegó con los más de diez minutos de la explosiva Kotedon, con invasión incluida del escenario de todos los que no pudieron refrenar el ritmo de su cuerpo. En definitiva más de dos horas de comunicación y entrega que acabó con Rokia lanzando un emotivo ¡I Love Barcelona!. Sin duda uno de los conciertos del año. // Miguel Amorós.