Richard Bona / Festival de Jazz de Madrid

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Festival de Jazz de Madrid

Teatro Fernán Gómez
7 de noviembre de 2009

Con Richard Bona hay que quitarse el sombrero desde que hace presencia en escena. No valen las medias tintas porque destila talento por cada uno de los poros de su cuerpo. Hasta cuando bromea al presentarse sobre las tablas sin su bajo, para que a continuación uno de sus músicos cargue con él como un sumiso lacayo.  

Atrás en el tiempo quedan aquellas premonitorias noches en el pequeño reducto de la sala Clamores. Entrañables encuentros que nos regalara el músico camerunés en sus primeras incursiones a nuestro país. Todavía era un desconocido para el público español, pero algo delataba ya su condición de peso pesado. Richard Bona ha crecido mucho. Su talento siempre ha estado ahí, en lo más insondable de su interior. Tanto como escudero del Zawinul Syndicate o formando tándem junto a Lokua Kanza o Gerald Toto.  

Con todo hay que decir que Bona no es un músico corriente. Se le puede considerar un showman en toda regla. Capaz de apabullar con su música, no se queda cojo a la hora de convertirse en un sobresaliente invitado del Club de la Comedia. Así no le resulta nada difícil cruzar la línea divisoria que separan las dotes de un virtuoso instrumentista y las de un actor que deleita con algo más que ocurrentes monólogos. Pues sus diatribas verbales en el escenario son auténticos ejercicios de imaginación, sal y pimienta. Tal vez en su humor esté presente el espíritu de cómicos como su malogrado compatriota Jean Michel Kankan. En sus cachondos gags en inglés lanza la piedra a la NASA, a la que culpa de despilfarrar millones de dólares en sus vacuos intentos de entablar comunicación con alienígenas. Esos seres de otro mundo a los que seguramente les importa una mierda la presencia humana. Y no duda en dirigirse a algún “bello durmiente” escondido entre el público con un mordaz “very long siesta”.   

También gusta de llevar magistralmente la batuta en la lúdica tarea de dirigir los coros del respetable cuando invita al patio de butacas a acompañarle. “Primero las nice ladies y luego los spanish machos”. Mordiente no le falta. Pero vayamos a lo que concierne al plano musical. Arropado por una multicultural banda en la que no faltan un guitarrista de la isla de Guadalupe, un teclista de Holanda – “el país más democrático del mundo” , un batería de Haití, un percusionista de Cuba – que no para de menear el culo en ningún momento – , un trombonista de Tennessee y un trompetista procedente de Queens – “el barrio más peligroso de Nueva York“. El teclista y el batería eran viejos conocidos de cuando el año pasado nos visitó con el trío Toto, Bona, Kanza en su actuación de los Veranos de la Villa.yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Richard Bona / Festival de Jazz de Madrid  

Arrancó sensual y fue subiendo de tono según avanzaba la actuación. Así ofreció un set list con pocos pero memorables guiños al pasado. Incluyó varias canciones de su último disco titulado The Ten Shades Of Blues (Universal Music) . Entre ellas M´bemba mama, con aires de emotiva balada y Shiva mantra, un tema compuesto con la vista en Mumbai y con inequívocas referencias a la música hindú. Al tocar en un festival de jazz no podía olvidarse de este género. Así que hizo un magistral guiño a la figura de Jaco Pastorius, una de sus más reconocidas influencias, con un medley en el que engarzó Liberty city – plagado de numerosas licencias, como incluir los míticos acordes de Smoke on the water de Deep Purple – con Birdland, pieza de Joe Zawinul y sus Weather Report. El virtuoso guitarrista caribeño se marcó un homenaje flamenco con su guitarra acústica en el que incluso Bona bromeó entonando un quejío cargado de irónico duende. Mientras bostezaba como si fingiera aburrimiento apoyado en el bombo de la batería.  

Mejor estuvo el camerunés en su faceta experimental. Así solo ante el peligro recreó una canción sin la ayuda de sus escuderos. Valiéndose de una pedalera entonó una melodía, a la que una vez grabada y reproducida por los altavoces fue incorporando más voces sucesivamente. Intercaladas de forma superpuesta y rematadas con la imitación vocal de un bajo y una batería daba la impresión de que el fantasma de Bobby Mc Ferrin presidía el escenario. El resultado, una nana con inequívoco sabor africano y fabricada con los milagros que ofrece la tecnología.  

Ante una posible despedida en la que hizo el gesto de arrojar el bajo al público, Bona no tuvo más remedio que comparecer con un bis. Todos levantados bailamos a ritmo de salsa africana con Te dikalo. Una vez más el camerunés Richard Bona se granjeó el cariño de la audiencia. Un público leal que abarrotó el palco del Teatro Fernán Gómez con hambre de las cuerdas vocales y eléctricas del potentado, y que a buen seguro sació su apetito. Ya a la salida demostró su cercanía y falta de “divismo” al firmar discos y dejarse retratar con todo el que le requería. Sin duda una explícita muestra de su humildad como persona y como artista. Relacionados, www.bonatology.com // Miguel Ángel Sánchez Gárate