Peter Szendy

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“Grandes éxitos. La filosofía en el jukebox


Ellago Editores, 2009

Analizar la poética de los "grandes éxitos" tiene algo de perverso cuando se hace desde un medio de prensa musical como éste. Pero ese ejercicio de honestidad -ay, tan inhabitual- es esencial para la salud de la crítica y la creatividad musicales. Peter Szendy, que se dio a conocer en España con el magnífico ensayo Escucha: una historia del oído melómano (Paidós, 2003) vuelve a la carga con este breve librito traducido con agilidad por Carmen Pardo y Miguel Morey -expertos en John Cage y la relación NietzscheWagner, respectivamente-. Ya el título pone en guardia sobre lo que le espera al lector, un sugerente -sin ser pedante ni profundo- estudio sobre el estrecho vínculo que se establece entre mercado y psique cuando se crea un hit musical. Más allá de una mera lectura materialista del valor o el significado de uso que se pretende siempre legitimar desde la sociología, Szendy perfila el análisis de una lógica para la construcción de un gusto musical definido. Esto es, determinado y en el que la voluntad subjetiva está no sólo fuera de toda duda, sino convenientemente al margen…

 Con una prosa de estilo seductor, Szendy explora con cautela algunas sendas abiertas antes por autores como Benjamin, Marx, Kafka o Kierkegaard preocupados por el tema, pero es en el campo psicoestético -y, más concreto, hablando de las teorías psicoanalíticas de Theodor Reik sobre los "gusanos del oído" o melodías obsesivas- donde Szendy se explica mejor. Valiéndose de varios ejemplos que destripa con elegancia –Parole, parole, de Mina; Fame, de Irene Cara; El himno de la alegría, de la de Beethoven; I will survive, de Gloria Gaynor; Imagine, de Lennon; Around the World, de Daft Punk… cuya tonadilla se repite hasta un total de ¡140 veces!-, además de poner atención al uso de las melodías obsesivas en el cine de Hitchcock y los mecanismos de censura que darían mayor trascendencia a músicas banales -como ocurrió con muchas canciones pacifistas (y por ello políticamente incorrectas) o demasiado explícitas (y por ello innecesariamente frívolas) que fueron incluidas en listas negras de varias emisoras de radio norteamericanas tras los atentados del 11-S-.

Pero, ¿qué condiciona un hit para convertirse en ello? Sin buscar una sistematización exhaustiva, Szendy apunta algunos rasgos característicos y hasta evidentes, como es la machacona e insistente repetición mediática. Aunque también en su redundancia formal reside buena parte de la efectividad de su éxito, pues la propia estructura provoca un supuesto placer "de fórmula", una habituación de lo ya conocido, que permite experimentar una y otra vez el mismo goce sin salir de unos parámetros de escucha prefijada ni de una sensibilidad homogeneizada -y sin entrar tampoco en cuestiones técnicas como en cambio sí hace Antoine Hennion-. También la fuerza del momento de irrupción resulta un factor importante: ante la banalidad de sus letras -sin más función que la de sustentar la existencia de la canción como excusa que le dé cuerpo-, el contexto para el cual está diseñado ese hit lo es todo para cimentar su significación. Por supuesto, esos himnos que son a un tiempo algo íntimo y personal, como objeto compartido por un amplio público, supone una paradoja algo esquizoide muy prolífica, pues la única manera de "remediar" su ausencia de catarsis es regresar de nuevo ad infinitum a esos rincones de la memoria y la costumbre, tan resobados, mil veces masticados y regurgitados. Su obsesión es el modo con que se soluciona su falta… como si se hiciera realidad la pomposa expresión de "la canción de tu vida". Y es que, en el fondo, somos la música que escuchamos.Peter Szendy  // Iván Sánchez Moreno