Pepe Justicia

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“Trece noches”
Nuba Records / Karonte, 2006


José Moreno Justicia nació en Mancha Real (Jaén) en 1960. Se trasladó, en 1987, a Jerez de la Frontera, donde ese mismo año ganó el Premio Nacional de Guitarra Flamenca. Después de publicar un par de discos con música propia que no tuvieron casi promoción, presentó Sólo Agua (Karonte, 2002) que le valió el Premio Nacional de la Crítica al mejor disco de guitarra flamenca en 2003. Además de acompañar a cantaores como Enrique Morente, Chocolate, Rancapino y Chano Lobato, entre otros, también ha actuado en Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Italia y un largo etcétera. Currículo no le falta. Demostrado está que la guitarra y el flamenco van con él. Lo más destacable de este tocaor es que busca armonías y timbres nuevos. Y lo mejor es que lo consigue sin despegarse de su centro, el flamenco. Actualmente dentro de este fascinante mundo, aunque parezca mentira, continúa siendo arriesgado hacer nuevas propuestas y no ser excluído. Pepe Justicia es fiel a las palmas, pero innovador, y muy meticuloso en cuanto a la percusión. Cinco percusionistas le ayudan en este caso: Pablo Martín, Luis de Periquín, Antonio de Jerez, Herve Cappoen y David Stauffacher. Trece noches es un trabajo completo y exquisito que sale de su propio estudio: él mismo ha sido su productor y eso se nota en el cuidado que le ha dado a cada tema. Nada más y nada menos que trece piezas componen el disco, casi una hora de buena música. No hay voz en ninguna de ellas, su guitarra es la que canta con dosis de virtuosismo, intimismo, dulzura y fuerza. Lo arropan los bajos de Manolo Nieto y Herve Cappoen, la batería de Peter Yttergren, el piano de Lance Quinn, la trompeta de Bernhard Münchbach y los taconeos de Ana María Blanco. Sin embargo, en la seguiriya Cuando se acaba, en la taranta Los días solitarios, en la soleá Como un soneto y en la balada Un adiós lejano él solo se sirve y se basta. Completan el disco unos tangos, unas bulerías, unas alegrías, dos rumbas, una sevillana, una soleá por bulerías, un tanguillo bulería y el invento de una bossa rumba. El fuego de los jaleos de El Bo, ya todo un clásico, acaba de redondear este gran trabajo. // Arantxa D.A.