Patetisme Il·lustrat de Carles Santos
Temporada Alta
El Canal, 13 de noviembre de 2015
Ante un espectáculo de Carles Santos uno puede tener diferentes reacciones, muchas, casi todas; pero hay una que no entra dentro de lo posible: la indiferencia. Puedes ir desde el amor más profunda por sus obras hasta el odio más cerval, pasando por todos los estadios, incluso a veces combinándolos, pero lo que sí es seguro es que algo se va a mover dentro de ti ante un espectáculo de este músico, que es mucho más que un músico.
Patetisme il·lustrat, la obra que estrenaba dentro de Temporada Alta, se compone de una sucesión de cuadros que intentaremos explicar, y digo intentaremos, porque muchos de ellos, prácticamente todos, tienen un factor plástico que solo se percibe viéndolos. En escena se van alternando, o coincidiendo, los cuatro artistas que aparecen a lo largo de la obra: una actriz, una bailarina, una percusionista y el propio creador. Mónica López, como una portavoz del artista, es la encargada de recitar los textos, unos textos que, de alguna forma, pueden ayudar a entender la globalidad de un espectáculo, que aunque, casi por instinto, cada uno de los asistentes puede intentar encontrar un argumento que una los cuadros, no es fácil que lo consiga, especialmente si ha oído las palabras del autor que en rueda de prensa dijo, entre otras cosas, que el espectáculo carecía de aquél.
Volviendo a los textos, tres son los momentos en que estos aparecen. En el primer cuadro ella, delante del telón, clama, entre insultos, el nombre del músico: « ¡Santos! ¡Cabró! Ho diu la Societat Catalana de Compositors» [¡Santos! ¡Cabrón! Lo dice la Sociedad Catalana de Compositores], empieza su parlamento, que va siguiendo con otra serie de sutilezas vejatorias en el mismo tono.
Se abre entonces el telón y aparece el primer dueto de la obra. La percusionista Núria Andorrà, con sus manos desnudas, va ejecutando, durante dos minutos, unas series rítmicas sobre el culo desnudo de Carles Santos, que permanece de rodillas de espaldas al público.
El tercer cuadro lo protagoniza esta vez la bailarina Dory Sánchez en una de los escenas más sugestivas, cuando forma pareja de baile con un robot aspirador que va evolucionando por el escenario mientras ella se va arrastrando interaccionando con él, todo ello siguiendo las melodías que dos voces femeninas que, al igual que bailarina y robot, se van encontrando, en los compases y separando en sus armonías.
Vuelven actriz y músico a encontrarse. Él va recorriendo el escenario de lado a lado, a cuatro patas, con parada intermedia para que Mónica López se pueda sentar un rato sobre su espalda. Ella dice un texto, posiblemente El TEXTO, con mayúsculas, que articula todo el espectáculo a su alrededor. «Estic escrivint el que m’ha passat per entendre millor el que m’ha passat. ―comienza― Quant deixaré d’escriure, s’acabarà l’obra» ―concluye. [Estoy escribiendo lo que me ha pasado para entender mejor lo que me ha pasado][Cuando deje de escribir, se acabará la obra] Podemos relacionarlo con el título de la misma, especialmente cuando el mismo autor confiesa a los medios que él es el patético, aunque, añade, no es ni mucho menos el único.
Ahora son la bailarina y la percusionista las que interactúan. Mientras Núria Andorrà permanece encerrada en una jaula que se mueve con unas ruedas por el escenario y sobre la cual percute con unas baquetas, Dory Sánchez intenta acceder a su interior trepando por los hierros que la forman, hasta conseguir acceder a la misma.
Vuelve Mónica López en otra de las escenas plásticas más interesantes, cuando, boca abajo en el suelo embutida en un enorme abrigo de piel que forma a su alrededor un amplísimo círculo, habla sobre la calidad de su esperma, que es de marca, especifica, y de todos los ciudades que se ha de tener con él.
El siguiente cuadro, el séptimo, es, posiblemente, el más lucido de la obra. Al fondo de la escena vemos una enorme persiana vertical repleta de zapatos rojos de tacón pegados a ella, que como si fueran ojos escrutadores, nos miran. Dory Sánchez arrastra la persiana hasta el suelo y empieza un baile desesperado introduciendo sus pies de un zapato a otro en unos escorzos casi imposibles, mientras un piano, el único piano que el pianista toca, aunque sea en off, va marcando los ritmos, en un tema que, como el de las voces que antes habíamos oído, corresponden a obras suyas de los años 70. Ocho minutos que, a nuestro gusto, justifican la asistencia al espectáculo.
Esta vez, Mónica López forma pareja con dos secadores de manos que bajan, con un ritmo preciso, desde el techo y con los que ella va jugando, creando diferentes sonidos tapando parcialmente las toberas, mientras evoluciona junto a ellos lanzando pequeños gritos, para acabar hablando del dolor y la posesión.
Ahora Núria Andorrà también utiliza a las personas para hacer su percusión: primero sobre la cabeza de la bailarina cubierta con un casco, luego sobre su propio cuerpo.
Llegamos al décimo cuadro, el último de la obra, con Carles Santos en el escenario, con una libreta de partituras que va rompiendo y esparciendo por el suelo, hasta que aparece Mónica López y hace un intento de recogerlas, acabando con ambos intentándoselas comer.
Hemos de confesar nuestra debilidad por Carles Santos y, por ello, podemos pecar de poco objetivos ante esta su última creación. Una creación como hemos apuntado antes, que, en contraposición de otras muchas de él, aunque no de todas, no mantiene un hilo argumental reconocible. Diez maneras de comenzar una obra, subtitulaba en el programa de Temporada Alta, aunque luego, en el programa de mano, había desaparecido. Como él mismo decía a la prensa, en la representación encontramos a una actriz sin un argumento que seguir; una percusionista sin instrumentos que tocar; una bailarina sin un suelo estable sobre el que evolucionar…, y un pianista sin piano. Tres mujeres que interpretan las ideas del autor, mientras éste, como dice, ni canta ni baila ni toca el piano, no hace nada. En contraposición la posibilidad de, ante las imágenes, los sonidos y los textos que nos propone, recibir unas impulsos sensoriales que nos pueden ayudar a reflexionar sobre temas como la vejez y su decadencia, sobre la mujer y sus diferentes grados de sumisión o, incluso, sobre el creador y sus esfuerzos para culminar su obra felizmente, o para odiarla, si es necesario. Carles Santos en estado puro. +Info | Relacionados | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO