Nguyên Lê

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“Saiyuki”
ACT / Karonte, 2009

Las raíces orientales del virtuoso guitarrista parisino se aprecian mejor que nunca en Saiyuki. Su genealogía vietnamita ya apuntaba hacia los sonidos del este en discos como Tales from Vietnam (1996), o el más reciente Fragile Beauty (2007). En este último compartía talento con la cantante Huong Thanh y la intérprete de koto (instrumento de cuerda japonés) Mieko Miyazaki, presente también en este interesantísimo trabajo. La versatilidad de , que es capaz tanto de emular al grandísimo Hendrix como de perderse por los recodos del jazz de vanguardia, hacen que su amplitud de miras y su vasta paleta de pintor de las seis cuerdas asome por todas las esquinas de este disco. Prueba de su eclecticismo es su mano a mano con músicos de distinto estilo como el oudista tunecino Dhafer Youssef, el bajista Marc Johnson, el trompetista Paolo Fresu, el batería Peter Erskine o nuestro compatriota Tino Di Geraldo. Por un lado, la utilización de las tablas hindúes a cargo del magistral Prabhu Edouard retrotraen al magnífico hacer de Trilok Gurtu. Esto unido a la exploración de la música nipona y la utilización de la flauta india bansuri sirve para construir una suerte de puente que une las fronteras asiáticas en el pentagrama. El disco comienza con Sweet Ganesh. Lo hace de la forma más hindú con los trabalenguas onomatopéyicos en forma de bol del maestro Prabhu; y con unas guitarras bucólicas en la tradición de la Mahavishnu Orchestra más espiritual. Autumn wind apunta más bien a los sonidos ambientales del sello ECM. Los efectos de delay de la guitarra de se alían con la flauta bansura de Hariprasad Chaurasia para evocar vastas llanuras cubiertas por el manto de la nieve. En Mina zuki las yemas del virtuoso guitarrista cobran velocidad y la rítmica de las percusiones se intensifica con una melodía muy japonesa. En Sangam la forma en la que Lê se enfrenta a la guitarra recuerda mucho al estilo del titán del banjo Bela Fleck. Azur tiene aires de misterio y una belleza minimalista en plena sintonía con la del guitarrista Bill Frisell más austero. La fuerza con la que irrumpen las tablas y la cristalina guitarra en Izanagi izamami hacen de este uno de los números más rítmicos y vistosos del lote. Hen ho desprende aroma a loto y emula el blanco de los almendros en flor. Aquí los solos que descarga se muestran como los más rockeros y alborotados del álbum, aunque la tormenta a la calma para volver a trepar en intensidad en la parte final. Nanae oromo nos muestra el talento vocal de Mieko Miyazaki, toda una diva que entona un épico canto escoltada por la guitarra de , metamorfoseada de nuevo en la de un Bill Frisell de tonos pálidos. Ila es la pieza más sentimental y con formas casi de sonata, donde el escueto recitado vocal de Miyazaki, unido a la fragilidad que desprende, cierra un disco tremendamente creativo. Una vez más Nguyên Lê vuelve a sorprender y a romper moldes. Relacionados. www.nguyen-le.com // Miguel Ángel Sánchez Gárate