Nduduzo Makhathini.
54 Woll-Damm Festival de Jazz de Barcelona. Conservatorio del Liceu, 23 del 11 del 2022
No suelo detenerme a juzgar a los músicos por su indumentaria, pero a medida que Joan Antón Cararach los iba presentando y salían al escenario, no pude por menos que intuir que la velada sería “diferente”. Nduduzo Makhathini, compositor y pianista sudafricano, con una larga barba que recuerda sin duda a Thelonious Monk y un traje de lo más “discreto” (ver foto). Logan Richardson (saxo alto) gorro rojo, gafas oscuras y ese aire a lo Johnny Deep “gipsy” en Chocolat. Zwelakhe Dumas Bell Le Pere (contrabajo) también gorro rojo (más religioso) y una juventud y delgadez que no encaja con lo que puede llegar a tocar. Cierra el cuarteto Chad Taylor a la batería (nada a destacar como imagen) pero mucho como estilo. Makhathini, por primera vez en este festival, venía a presentar su nuevo disco In the Spirit of Ntu, segundo trabajo para la discográfica Blue Note y décimo en su carrera. Lo curioso es que para esta gira ha contado con este cuarteto que nada tiene que ver con los músicos que grabaron el disco, por lo que todavía me parece más destacable la compenetración de todos ellos en un proyecto que no es el suyo. No quise escuchar nada de este pianista, antes del concierto, a veces es lo mejor para sumergirte sin prejuicios. Pero sí que había leído su “encuentro” con la música de Coltrane y sobre todo con McCoy Tyner, como supo desde el primer momento, que esa manera de componer encajaba perfectamente con toda la música que Makhathini había acumulado en su entorno familiar. Y en el concierto ese acercamiento a lo espiritual estuvo siempre presente, de ahí que las partituras no fuesen esenciales, pero si la implicación de unos músicos “especiales”. Empezaba el cuarteto con Emililweni, un tema con una melodía muy reconocible, que sirve para presentar el tema y en seguida Chad Taylor se lanza a advertirnos que África va a estar muy presente. Makhathini despliega escaleras arriba y abajo, y da paso a Logan Richardson, ¡que fenómeno! En tres minutos me tenía atrapado, como se fusiona este hombre con su instrumento, es como si fuese un apéndice más de su cuerpo. Hacia el final del tema, otra sorpresa, Makhathini empieza a “cantar” y su voz te lleva directamente a esa espiritualidad que te comentaba, el tema vuelve poco a poco a la melodía del principio, llevamos 12 minutos y ya parece que nos conozcamos de toda la vida. Siguen con Ithemba de su Ikhambi, 2017. Introducción preciosa de piano, Taylor añade cascabeles y otros guiños y el saxo alto nos abre el paso a una melodía que podía ser un estándar de Porter. El siguiente tema es Nyonini Le? El piano y la batería te llevan directamente a la tensión de ese interrogante, la voz de Makhathini, pasa del rezo a la denuncia (en este caso ayudado por el saxo) pero el piano sigue manteniendo la tensión y aquí el contrabajo es su mejor aliado, con un pulso certero aunado a esa pegada de Taylor. Es un tema increíble, estos tipos vienen con un lenguaje totalmente diferente. Casi sin dejarnos tiempo para aplausos Makhathini ya está desarrollando el siguiente tema Omnyama, entrada de piano tensa, libertad para Richardson y la sección rítmica dejando mucho espacio por el medio, todo es posible. Toda la espiritualidad de McCoy Tyner mezclada con las influencias de Abdullah Ibrahim. Siguieron con Izinkonjana (creo que son golondrinas) y ahora su canto se adueñó de todo lo demás. Comentaba en una entrevista que nunca había cantado tanto como en este disco y había disfrutado mucho. También gozó con el baile, y en este tema aprovechó un gran solo de Zwelakhe Dumas Bell Le Pere para irse atrás (un poco escondido) y bailar como si estuviese en su casa, sin más pretensiones que vivir el momento. Presentó de nuevo la banda y nos estuvo explicando durante un buen rato algunas ideas sobre su manera de entender el pensamiento Ntu, que proviene de la filosofía de Ubuntu. Y también de cómo la síncopa, el swing, la improvisación ya estaban en su tierra antes de que llegara el jazz en los años 30 a Sudáfrica. Volvieron al disco con Abantwana Belanga, un viaje al blues, a esa música que no sabe de fronteras ni religiones, a ese color azul. Con un tempo lento, la sección rítmica fue creando un lugar dónde piano y saxo pudieran volar libres. Magia pura. Empalmaron con Amathongo, con solo increíble de Taylor y ya en los bises Uxolo, un tema que suele tocar solo con el piano, pero que sus compinches no tuvieron ninguna dificultad en acompañarle y volvieron a la intimidad del viejo blues con Ngiyemuka, (para mí aquí había más Oscar Peterson que Tyner) Y uno cierra los ojos y deja que esa música le acompañe mucho más tiempo del que marca el concierto. Increíble. + info | Fotos: Woll-Damm Festival de Jazz de Barcelona Jordi Calvera